Por Amy Goodman y Denis Moynihan
De Barack Obama, el primer presidente afroestadounidense, la balanza se ha inclinado paradójicamente hacia el elegido del Ku Klux Klan, Donald Trump. En el lanzamiento de su campaña, el recientemente electo 45º presidente de Estados Unidos se refirió a los mexicanos como «violadores» y prometió construir un muro a lo largo de la frontera con México (y hacer que México pague por él). Además, propuso prohibir el ingreso a Estados Unidos a todos los musulmanes, insultó a personas discapacitadas, se jactó de haber cometido agresiones sexuales, negó el cambio climático y dijo que enviaría a la cárcel a su candidata rival, Hillary Clinton. Dada la actual composición del Congreso, donde el Partido Republicano cuenta con la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, el poder de Trump podría quedar prácticamente fuera de control.
Mientras en el resto del mundo el resultado de las elecciones ha causado estupor y el derrumbe de los mercados financieros, aquí en Estados Unidos, los analistas políticos de Washington se apresuran a hacer su “mea culpa” y las encuestadoras intentan explicar el fracaso de sus métodos científicos. Este malestar político realmente no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos. Tras la conclusión de este proceso electoral, que fue extremadamente agresivo, a menudo grosero, extremadamente costoso y agotadoramente largo, predominan dos interrogantes: ¿Cómo llegamos a este resultado? y ¿Hacia dónde vamos desde aquí?
En primer lugar, la campaña de Trump fue abiertamente racista, y eso parece haber motivado a una aterradora cantidad de votantes. Al incremento de votantes blancos, se sumaron agresivas iniciativas tendientes a reducir la cantidad de votantes de color. Se trata de las primeras elecciones nacionales en más de 50 años que se llevaron a cabo sin la totalidad de los amparos dispuestos por la Ley de Derecho al Voto de 1965. En el sur, inclusive en dos estados decisivos como Florida y Carolina del Norte, florecieron esfuerzos sistemáticos para restringir el voto en el seno de las comunidades de color.
Los medios de comunicación tuvieron un papel fundamental a la hora de crear al presidente electo Donald Trump. El Informe Tyndall, que contabiliza la cantidad de tiempo al aire destinado a distintos temas y candidatos en las principales cadenas de noticias, realizó un compendio de la cobertura realizada por los medios en 2015 de los diferentes candidatos. Donald Trump ocupó 327 minutos de aire, o casi una tercera parte de todo el tiempo dedicado a la cobertura de campaña, en un momento en que aún contaba con dieciséis rivales dentro de la contienda del Partido Republicano. Según Tyndall, “ABC World News Tonight” dedicó 81 minutos de aire a informes sobre Donald Trump, en comparación con solo 20 segundos dedicados a información sobre el precandidato presidencial demócrata Bernie Sanders. El 15 de marzo de 2016, después del día de elecciones primarias que recibió el nombre de “Súper Martes 3”, las cadenas emitieron los discursos de todos los candidatos, salvo el discurso de Sanders. En realidad, las cadenas destinaron más tiempo a mostrar el podio vacío de Trump, dejando pasar el tiempo con comentarios de relleno hasta que empezó a hablar, que a transmitir alguna de las palabras pronunciadas por Sanders, que se dirigió a la mayor de las multitudes congregadas esa noche.
Este año, durante una conferencia sobre la industria de los medios de comunicación organizada por Morgan Stanley, el director ejecutivo de CBS, Les Moonves, dijo con relación al volumen de los avisos publicitarios políticos que el “circo” de la campaña de Trump resultaba atractivo: “Podrá no ser bueno para Estados Unidos, pero es de lo más conveniente para CBS. Es todo lo que tengo para decir. ¿Qué puedo decirles? Ingresa dinero en grandes cantidades”.
Como afirma el lingüista de renombre mundial y disidente político Noam Chomsky: “Los medios de comunicación fabrican consentimiento”.
Otro elemento que contribuyó a la inesperada victoria de Trump es el FBI. El 28 de octubre, el director del FBI, James Comey, envió una carta a legisladores republicanos en la que sugería que se habían descubierto más correos electrónicos “que parecerían ser relevantes para la investigación» sobre el servidor privado de correo electrónico de Hillary Clinton. Eso fue once días antes de las elecciones. Nueve días después, Comey declaró públicamente que esos correos electrónicos no habían aportado nada nuevo. Durante esos nueve días, estaba en pleno transcurso el proceso de votación anticipada, con Hillary Clinton bajo la sombra de una posible nueva investigación por parte del FBI. Según el Business Insider, en ese período se emitieron 24 millones de votos. Nunca se podrá saber cuántos votos puede haber perdido Clinton a consecuencia de esa intervención del FBI. Como dijo el periodista Allan Nairn en el programa de “Democracy Now!”: “Se puede decir con total justicia que el FBI inclinó las elecciones a favor de Trump. Y no creo que nadie haya dicho alguna vez que el primer director del FBI, J. Edgar Hoover, cambió el resultado de elecciones presidenciales”.
Hillary Clinton obtuvo la mayoría de los votos directos de la población, pero Trump la venció en el Colegio Electoral. La noche de las elecciones del año 2012, Trump publicó en Twitter: «El colegio electoral es un desastre para la democracia». Pero es así como Trump asumirá el cargo que conlleva más poder en el mundo, la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, existe una fuerza aún más poderosa: los movimientos sociales. En el transcurso de las horas siguientes al discurso pronunciado por Trump tras la victoria, se comenzaron a organizar manifestaciones en todo el país. En Marruecos, donde el día anterior a las elecciones se inició la conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático, delegados que participan de las negociaciones, activistas ambientales y personas afectadas de todo el mundo organizaron reuniones ad hoc por temor a que Trump pueda hacer naufragar todo el Acuerdo de París sobre cambio climático.
Donald Trump cerró el discurso que pronunció tras su victoria con las siguientes palabras: «Solo puedo decir que aunque la campaña terminó, nuestra labor en realidad recién empieza» Para las millones de personas de todo el mundo comprometidas con oponerse a la peligrosa y divisiva agenda de Trump, su labor también recién empieza.