A Sergio Bonelli
Tienen algo en común. Se declaran antimacristas. Es más, en un caso me consta que no votó por el «catador profesional de garrapiñadas». En los otros no sé, no me juego.
Tuve un kiosco y lo cuidamos como un refugio. Había en él más música, camaradería y jolgorio que comercio. Así me fue. Pero eso es historia, experiencia vital enriquecedora y experiencia mercantil empobrecedora. Sin embargo, de a ratos recuerdo esa etapa de nuestras vidas con cariño, con una sonrisa. Estaba, y está todavía, en zona céntrica, rodeado de oficinas, departamentos, hoteles, bancos e iglesias. Cuando la crisis económica y social, una de las tantas, arrasó con todo el kiosco se derrumbó. No el local, pero sí el negocio. Siempre tuve claro que era el kiosco y sus circunstancias, parafraseando a Ortega y Gasset.
El Senado provincial avaló la designación de José Valerio, abogado y juez propuesto por el gobernador Alfredo Cornejo, para ocupar un cargo vacante en la Suprema Corte de Justicia de Mendoza.
Valerio es misógino y homofóbico. Varios de sus fallos así lo demuestran. Un botón:: Alejo Hunau, entrañable amigo, fue asesinado por un hombre que lo mató y lo robó luego de mantener una relación homosexual con él. Valerio exculpó al asesino con el argumento de que la víctima tenía «una conducta sexual desviada». Sólo la firmeza de Silvia Ontivero, la mamá de Alejo y una mujer ejemplar, más el compromiso de Alfredo Mellado, su patrocinante legal, lograron revertir el exabrupto de quien hoy asciende al más alto tribunal con el sólido respaldo de hombres y ¡mujeres! del oficialismo y, oh sorpresa, de algún sector del peronismo vernáculo. El peornismo, como le llama Verbitsky.
Las personas que menciono al comienzo son funcionarios del actual gobierno. Colaboran con el régimen. Sí, aunque suene fuerte.
Alguno en el ámbito cultural, otra en el equipo de gestión educativa. Y, el colmo, hay quien fue víctima de torturas, secuestro y otros vejámenes durante la dictadura y es hoy la responsable provincial el área de ¡derechos humanos! Pero hay más. Es una mujer que se dice progresista la responsable del área de género.
El gobierno para el que brindan su esfuerzo, su sabiduría y su experiencia nombra al tope del aparato judicial a un juez cínico, discriminador y mediocre moral, pero ellos argumentan que trabajan para la gente. Parecen llevar sobre su cabeza el «Cono del Silencio» que usaba Maxwell Smart en el «Superagente 86».
La única manera de entenderlos, pero no justificarlos, es aplicarles la teoría del kiosco. Ese que se les va a derrumbar cuando esa misma gente para la que dicen trabajar ya no pueda comprar libros, ni ir a la escuela a aprender sino a comer y las mujeres no encuentren reparo ante un nuevo femicidio o maltrato porque están desprotegidas por una pestilente lacra judicial.
Ya será tarde. Habrán dilapidado el único valor que nos permite a los humanos mirar a los ojos a los humillados, la dignidad.