En el marco del V Simposio internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas, la antropóloga italiana Annalisa Pensiero. miembro del organismo Convergencia de las Culturas, dio testimonio de su acercamiento a lo cultural desde la búsqueda de significados profundos. Reproducimos íntegramente el texto de su exposición.
Hace ya unos cuantos años dejé mi pequeño pueblito en el sur de Italia, para ir a vivir a Roma. Me esperaba la carrera de antropología, mi anhelo era descubrir algo más sobre el ser humano, quería conocer el valor de la vida.
Me instalo en Roma, las primeras clases, nuevos compañeros, la metrópoli, nuevos estímulos culturales y centros sociales.
Al tiempo, un día volviendo de la facultad, medio desvitalizada, bajo unas decenas de paradas antes de mi casa, para caminar un poco. Así conocí a Fulvio, en una mesita callejera de Futuro Verde.
A la media hora estábamos hablando del sentido de la vida, de las posibilidades de superar el dolor y el sufrimiento, de la muerte y la trascendencia… sentí que volvió a fluir energía por mi cuerpo, sentí como si me reencontrara con un viejo amigo y sobre todo volvió a tener sentido la palabra futuro.
Mi vida en el humanismo en aquellos años pasaba de encuentros para aprender la no-violencia como estilo de vida a seminarios para comprender y experimentar la intencionalidad de la conciencia en el mundo. Paralelamente mi vida en la facultad pasaba de las clases de religiones de los pueblos primitivos (espero que le cambiaron el nombre) a las clases de historia de las religiones y de antropología. Conocí diversas religiones; estudiaba las culturas según la teoría del materialismo cultural. Conocí la teoría evolucionista y su racismo implícito, el funcionalismo y el estructuralismo que cosifican a lo humano.
¿Como se fue gestando la discriminación, el racismo y las dificultades en el dialogo que tenemos hasta el día de hoy?
¿Recuerdan la revolución francesa? Era el 1789, cuando pasamos del sistema monárquico al republicano.
La irrupción de los nuevos ideales de igualdad, hermandad y libertad pusieron en entredicho la validez indiscutible de las monarquías absolutistas y tiranas.
La revolución industrial y los ideales republicanos impulsados por la burguesía estaban cambiando definitivamente la cultura europea y el rostro de su vida económica, política, social y cultural.
A la aristocracia de las viejas monarquías no le quedó otra que aliarse con la pujante y protagónica burguesía.
Los ideales de igualdad, hermandad y libertad lanzados desde las burguesías que necesitaban espacio para ejercer su nuevo protagonismo, despertaron también la esperanza del pueblo, hasta entonces sometido y esclavizado.
¿Pero cómo explicar ahora que la igualdad, la hermandad y la libertad en realidad no eran ideales pensados para que alcanzaran a todos los seres humanos?
¿Cómo justificar la aculturación forzada y el exterminio de lo diverso? ¿Cómo demostrar la existencia de seres humanos superiores y seres humanos inferiores? ¿Cómo explicar que para algunos seres humanos no hay otro camino que seguir las pautas culturales del dominador sin protestar?
Fue en base a teorías biológicas que se demostró “científicamente”, con mediciones de cráneos por ejemplo, que la humanidad no era una sola, hasta se intentó demostrar el génesis de diferentes truncos humanos (la poligenesia), es decir que no todos nacimos de Adán y Eva y que la condición de seres inferiores y superiores era tal por naturaleza.
Para algunas ideologías ese estado de cosas era inmodificable y el cruce de las “razas” representaría la degeneración de la misma raza humana, hasta su extinción: es la idea del racismo degenerativo francés[1]. Para otras los rasgos de inferioridad podían ser superados, era posible ascender en una escalera evolutiva que desde el nivel más cercano al mono llegaba a la cúspide de la evolución, la cultura inglesa al comienzo y luego la europea: es la idea del racismo evolucionista ingles[2].
Estos ideales justificaron y explicaron el colonialismo, los genocidios paralelos al surgimiento de los estados nación que terminaron desembocando en las dos guerras mundiales.
El horror de las guerras, el horror del holocausto, la devastación y la muerte de millones de seres humanos fueron la campanita de alarma.
¡Se había exagerado!
Corre y se difunde el intento de reparación y prevención de tanta muerte: en el 1948 la Declaración universal de los DDHH intenta ser la respuesta.
Pero la locomotora enloquecida del capitalismo y del progreso es imparable. Hoy vivimos en una gran aldea global. Se acelera la mezcolanza y la fusión de lo diverso, caminamos uno al lado del otro. Ha fracasado rotundamente la teoría evolucionista que pregonaba que la vida de los pueblos diferentes al occidental era la última manifestación visible de la forma de vida primitiva, que pronto desaparecería por el contacto con el progreso y la modernidad.
En la época del pasaje de la monarquía a la republica había que justificar la superioridad y la inferioridad da las culturas. Eso no ha logrado la uniformación deseada.
Hoy lo diverso explota adentro de la misma cultura occidental y es la lucha de los individuos que está mostrando que la diversidad es el motor de la evolución y que la uniformación es una fantasía.
La cultura occidental sigue insistiendo, dejando fuera a millones de seres humanos: los desocupados, los que no tienen nada para ofrecer al mercado, los que viven hacinados en barrios marginados por el resto de la sociedad, los hermanos indígenas, los que alborotan las celdas de las cárceles, las personas pobres, enfermas y solas que no resisten el embate de una sociedad que está pensada para los que se la merecen.
Todas estas personas y sus grupos humanos representan a la diversidad del multiculturalismo. Este es el nuevo invento de la cultura materialista. Son las diferencias respetadas y bien separadas del resto de la sociedad.
Este es el aspecto negativo del multiculturalismo, así hablan sus defensores irreflexivos: “hay que respetar la diversidad. Celebremos la diversidad, pero que se queden ahí ellos y que no molesten. Que no se metan con mi vida. Resulta que el país necesita recursos naturales – dicen – y los indígenas frenando los procesos de emancipación.
Y a esta gente que está en la calle. Yo no le doy nada, ellos quieren estar así, no se esfuerzan para salir adelante.
En suma, hace añares que venimos explicando cuales son las reglas del juego si quieren integrarse o incluirse y o no entienden o no quieren, el resultado es el mismo”.
Lamentable.
En la época colonial los viajeros en tierras desconocidas, los antropólogos han tenido el merito de recopilar y difundir otros modos de vivir, antes de su definitiva desaparición, poniendo sin saberlo las bases para liberarnos del monopolio cultural del occidente cristiano.
Sembraron las semillas de un fruto que desconocían. El acceso a las palabras alma de los diferentes pueblos inspiraron el estudio comparado de las manifestaciones de lo sagrado, de los mitos, de los símbolos ha abierto un nuevo universo en el campo del conocimiento humano que muestra algo sorprendente.
No obstante el esfuerzo de las ciencias sociales por limitarse a estudiar de las culturas sus manifestaciones externas, no han podido evitar que algunos investigadores llegaran a los modelos profundos de las culturas. Y esto pasó cuando empezamos a preguntarnos por su significado y su sentido.
Hace ya varios años me hicieron un regalo, el libro Ayvu Rapyta[3] y ahí conocí a las palabras/alma guaraní:
El verdadero Padre Ñamanadú, el primero,
De una pequeña porción de su divinidad,
De la sabiduría contenida en su divinidad,
Y en virtud de su sabiduría creadora
Hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina[4].
Habiéndose erguido[5],
De la sabiduría contenida en su divinidad,
Y en virtud de su sabiduría creadora
Concibió el fundamento del lenguaje humano,
De la sabiduría contenida en su divinidad
concibió el fundamento del amor,
Y en virtud de su sabiduría creadora
El origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad,
De la sabiduría contenida en su divinidad,
Les impartió conciencia de la divinidad
… y a ellos también llamamos excelsos verdaderos padres y verdaderas madres de las palabras-alma.
Recuerdo cuando danzamos en círculo con los hermanos Tobas, en Concepción. Los guaraníes también en su jeroky danzan en círculo, esos giros y ritmos que ensimisman y llevan a la profundidad desde donde llegan las señales de Ñamandu, las palabras-alma que dignifican a la vida.
Supe de la danza de los derviches sufí, ella también en círculo, buscando la conexión con el centro desde donde se comunica con los dioses.
Pienso en el simbolismo de la Totalidad de Viracocha, el dios andrógino andino, que reúne a los opuestos complementarios masculino y femenino, me acordé del simbolismo del Tao.
Las diferencias existen para mejorarse y transformarse. Sin diferencias no hay movimiento, no hay vida.
Cofrecitos de sabiduría, tesoros que han puesto en las culturas el valor sagrado de la vida.
Esta actitud es la mundialización que alimenta el dialogo intercultural, un dialogo a la par.
Así nos encontramos. Nuestra tarea hoy es conocernos en profundidad, es conocer las palabras alma de todos los pueblos antiguos y contemporáneos, palabras que resuenan con las palabras de nuestros poetas y de nuestros ideales más elevados, porque surgen del mismo lugar, de la profundidad humana.
Así descubrimos que no es tan importante en que dios o en que ideal cree cada cual, sino que lo más importante es inspirarnos con los significados profundos que dignifican a la vida.
Este es el germen de la revolución cultural, este es el camino hacia el reconocimiento de una sola humanidad y una sola nación humana universal.
Annalisa Pensiero
Asunción del Paraguay, 28-10-2016
[1] El Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas es un libro publicado en 1853 y 1855 por el filósofo francés Joseph Arthur de Gobineau. Es considerado como la obra inicial de la filosofía racista.
[2] El evolucionismo social está formado por ideas como las de Charles Darwin, Herbert Spencer y Lewis Morgan.
[3] Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbya-Guaraní del Guairá. León Cadogan 1997 Asunción Paraguay.
[4] Su condición divina.
[5] Asumido la forma humana.