Por Herminio Piñeiro
Hay una manada de lobos hambrientos que nos necesitan como mercancía y que nos están acorralando desde todos los ángulos para sus necesidades más inmediatas, desprendiéndonos a su vez de nuestro humanismo a pasos acelerados, y ni nos damos cuenta. En el mundo laboral de hoy en las determinadas “democracias progresivas”, el proletariado se ha extinguido para dar lugar a una nueva clase de trabajador: “el autómata”. La ley de rendimientos acelerados expuesta por Ray Kurzweil -experto tecnólogo de Sistemas y de Inteligencia Artificial- ha permitido que algunos humanos quieran transformarse en seres “superiores” al ciudadano de a pie; otros ya lo han hecho, como Thomas Thwaites, quien decidió vivir -literalmente- como una cabra (https://www.elpensante.com/thomas-thwaites-el-hombre-que-decidio-vivir-como-una-cabra/).
Según la publicación El Pensante, “el diseñador gráfico de 34 años estaba cansado de su humanidad, de “ser” según él, “un ser consciente de sí mismo y capaz de arrepentirse del pasado y preocuparse sobre el futuro” y se fue al monte a cohabitar con sus amigas de 4 patas. Viendo la geopolítica mundial de hoy y la escasez de valores y virtudes en nuestra sociedad, no me sorprende que Thomas decidiera someterse “a un tratamiento de estimulación magnética transcraneal” (El Pensante) e irse al monte a pastear y dejar de ser consciente de sí mismo.
La consciencia es la razón por la que existimos. Esta, permite que nos observemos a nosotros mismos y crear una realidad temporal y espacial a través de la cual podemos existir, e inventar así nuestra propia realidad para experimentar las proyecciones de nuestro ser consciente. Fue a través del acto de la conciencia y la observación lo que permitió a los grandes poetas de la Dinastía Tang (618-907 d.C.), como a Wang Wei (699-761 d.C.) escribir estos hermosos versos:
Cercado de los ciervos o Lú chái
“No se ve gente en este monte.
Sólo se oyen, lejos, voces.
La luz poniente entre las ramas.
El musgo la devuelve, verde”.
(Traducción de Octavio Paz)
De la belleza que puede crear el ser humano, llegamos a una sociedad y una realidad, la del actual siglo XXI, que es espantosa por el potencial que tiene para destruir los más sinceros y bellos pensamientos provenientes de la consciencia humana, mediante portales de trabajo automáticos, directrices imposibles de seguir, errores temporales y logísticos, la negación de las Humanidades en el sistema educativo, el culto al individualismo y un largo etcétera, para querer convertirnos en autómatas inconscientes o en seres humanos aislados socialmente.
Esta tendencia actual a destruir lo humano, sobre todo en las democracias de occidente, está perfectamente reflejada en una de las últimas grandes producciones de Hollywood, Inferno. El propio título lo dice todo, pero para colmo, el mensaje de fondo es: “La humanidad es la enfermedad y el infierno la cura”. ¿Qué ser consciente capaz de pensar y observar puede crear un mensaje de semejante monstruosidad que condena de entrada a toda la humanidad?