Por Vinicius Mendes/Calle2. Traducción de Pressenza
El presidente electo de los Estados Unidos mantuvo un discurso ambiguo sobre Cuba durante la campaña, pero denuncias de violación al embargo dan pistas de sus intereses en la isla.
El mismo día en que la prensa mundial se centró en el movimiento de electores en las ciudades de los Estados Unidos y luego esperó ansiosamente los primeros resultados del conteo de votos al cargo de presidente, el diario cubano Granma –principal órgano de comunicación del Partido Comunista local–, publicó un extenso y sugestivo artículo. Titulado “Esos otros Estados Unidos que debemos conocer”, el texto sugería que los Estados Unidos tienen una “irrefrenable vocación imperalista” y finalizaba con un párrafo escrito por el héroe nacional cubano José Martí –que recorrió algunas ciudades estadounidenses años antes de la lucha por la independencia de la isla–, en el que decía que en los Estados Unidos, “en vez resolverse, los problemas de la humanidad se reproducen”.
En las primeras horas del día siguiente, el New York Times publicaba que el millonario empresario Donald J. Trump había sido elegido presidente. Su elección planteó varios cuestionamientos en todo el mundo, entre otros los rumbos de la aproximación diplomática del gobierno de los Estados Unidos con Cuba, una de las iniciativas más aplaudidas por el mundo en el período Obama.
Al menos en los discursos durante la campaña electoral, Trump asumió una postura ambigua sobre Cuba. En marzo, durante el debate entre los candidatos republicanos a la Casa Blanca, el ahora presidente electo no dejó de criticar al régimen, pero tampoco rechazó totalmente la iniciativa de Obama. “Estoy de acuerdo en que cincuenta años es tiempo suficiente y que algo habría que hacer, pero no estoy de acuerdo con el Presidente. Tenemos que hacer un buen acuerdo (con Cuba)”, dijo. “Voy a hacer algo, pero algo que sea inteligente”.
Consultado sobre lo que opinaba de la aproximación diplomática, Trump repitió lo que sería su eslogan sobre Cuba durante la campaña, sin esconder tampoco su discrepancia con la forma en que el diálogo fue retomado. “Quiero hacer simplemente un acuerdo bueno, fuerte y sólido, porque ahora todo está a favor de Cuba. Cada aspecto de este acercamiento es igual al acuerdo hecho con los iraníes. Nosotros nunca progresamos, sólo damos, sólo damos…”
Sin embargo a finales de octubre, en entrevista con la red CBS en Miami –reducto cubano en los Estados Unidos–, Trump decidió espesar más el discurso. Dijo que las órdenes ejecutivas dejadas como herencia por Barack Obama a su sucesor con relación a Cuba, podrían ser fácilmente revertidas y que, si fuera electo, haría que el gobierno cubano “conociera” las demandas estadounidenses.
Finalmente admitió que, una vez presidente, no nombraría embajador en Cuba hasta que el “acuerdo” estuviera terminado. “El pueblo de Cuba esperó mucho tiempo, tanto como nosotros. Podemos esperar un poco más y hacer el acuerdo que queremos”, dijo. Las embajadas volvieron a funcionar en los dos países entre julio y agosto del año pasado, en eventos cuyas imágenes dieron vuelta el mudo y fueron aclamadas por la prensa internacional y los gobiernos mundiales.
“Ya no es tan popular oponerse a las relaciones con Cuba para conseguir éxito electoral. Existe una evidente división de opiniones entre los cubanos residentes en los Estados Unidos sobre las políticas para la isla, pero también ya se puede percibir la participación electoral de las nuevas generaciones de cubanos nacidos en Estados Unidos que no tienen como tema principal de sus vidas las relaciones con Cuba”, observa el analista político cubano Víctor Martínez, de la Universidad de La Habana. “Está creciendo el número de cubanos que apoya una relación de comunicación con Cuba”, completa.
Para el premiado periodista y escritor estadounidense Jon Lee Anderson, de la revista The New Yorker, Trump se metió, en realidad, en un traje ajustado: si por un lado necesitará “obsequiar” a sus electores de Florida –estado donde venció a Hillary con una diferencia pequeña de 49,1% contra 47,8%– radicalizando nuevamente la postura del país frente a los cubanos, por otro precisa impedir que la isla se vuelva de nuevo un área de influencia rusa.
“Si Donald Trump comienza una política de enemistad, Cuba puede terminar buscando otro amigo, que puede ser Rusia. Los cubanos están pasando por una crisis económica, necesitan sobrevivir y Vladimir Putin está buscando aumentar sus áreas de influencia alrededor del mundo. Un recrudecimiento ahora sólo generaría una tensión semejante a la que se vio en la Guerra Fría”, analiza Anderson.
Trump, sin embargo, convivió durante la campaña con otro tipo de dilema sobre Cuba: sus intereses financieros. En julio, la red de noticias estadounidenses Bloomberg publicó un extenso reportaje afirmando que la Trump Organization, su grupo empresario, envió emisarios anónimos a La Habana entre los años 2012 y 2013 para proyectar negocios relativos a los campos de golf de la isla.
Por la ley de embargo establecida por los Estados Unidos en 1962 –tres años después del triunfo de la Revolución Cubana–, los ciudadanos comunes del país tienen prohibido viajar y realizar intercambios comerciales con personas e instituciones del país caribeño. Las únicas excepciones son para intercambio de (algunos) suministros y remedios, que jamás fueron cortados. Siendo así, Trump habría cometido un crimen frente a la ley de su país.
A fines de setiembre, la revista Newsweek publicó otra nota mostrando que el grupo del empresario gastó cerca de 68.000 dólares, en inversiones realizadas en Cuba por empresas indirectamente ligadas a la Trump Organization durante 1998. Según la nota, él estaba interesado en construir un emprendimiento en La Habana que inclusive ya tendría nombre: “Trump Hotels & Casino”.
Desde la llegada de Raúl Castro al poder en 2006, Cuba ha pasado por cambios constantes en sus antes rigurosas leyes de intercambio comercial. El país ya permite la apertura de pequeños restaurantes con capital privado en las principales ciudades y, como parte del acuerdo con los Estados Unidos, liberó el uso de Internet a partir de 2015. Pero más que eso, desde mediados del año pasado habilitó espacios de conexión wifi en lugares públicos, como Calle2 mostró recientemente.
Para la CBS, en octubre Trump huyó de las acusaciones. Tres veces el periodista Jim DeFede le preguntó al candidato sobre los viajes y proyectos comerciales de sus emisarios, pero oyó siempre la misma doble respuesta del ahora presidente: “Yo puedo decir que Cuba quiere mucho que vayamos. Cuba quiere negociar con nosotros.”
“Él se hace el misterioso. Va a dejar a todo el mundo ansioso sobre las medidas que adoptará, pero es un comportamiento que le gusta. Durante la campaña fue así, siempre buscando aumentar las expectativas de la gente sobre lo que haría, lo que hablaría”, observa Jon Lee Anderson.
“Si pudiera arriesgar, diría que debe desacelerar la aproximación iniciada con Obama, y esperar a ver qué sucede”, complementa.
El teólogo brasilero Frei Betto, amigo de Fidel Castro y colaborador del gobierno cubano para asuntos religiosos, está de acuerdo con Anderson. Para él Trump es imprevisible. “No se si es su lado fascista o su lado financiero el que va a prevalecer. Si fuera el segundo, va a querer negociar con Cuba”, analiza.
Cuba, a su vez, se mantiene en silencio. Días después de la elección el presidente Raúl Castro envió un mensaje simple felicitándolo por la victoria. La prensa internacional llegó a alarmarse con un ejercicio militar convocado para esa semana en el interior de la isla, pero el mismo gobierno cubano trató de aclarar la confusión diciendo que los movimientos ya estaban previstos desde abril.
El Granma, sin embargo, parece exhibir algunas pistas de la manera en que Cuba reaccionó a la elección de Trump para la Casa Blanca. El día 9, cuando el mundo entero ya conocía el resultado de las elecciones en Estados Unidos, el diario publicó un artículo criticando duramente el control de la prisión de Guantánamo por el gobierno estadounidense. El día 10, en una nota más directa, el periódico calificó al empresario como “desconocido de la política” y “magnate de la telerealidad”, una figura que “sólo podría existir en la sociedad norteamericana”. Al día siguiente publicó otro texto sobre Trump, esta vez centrándose en los números de las elecciones y concluyendo que, con un país dividido, tendrá dificultades para gobernar.
“Cuba tiene la misma impresión sobre la imprevisibilidad de Trump y por eso resolvió esperar. No diría que se trata de una tensión, pero nadie sabe cómo va a reaccionar el tipo cuando llegue a la presidencia. Me parece que Hillary era más previsible. Si ella hubiera ganado, los rumbos estarían más delimitados”, analiza Frei Betto.
“Cuba no va a decir nada ahora porque también es conveniente. Va a esperar y ver qué sucede después de la asunción”, finaliza Jon Lee Anderson.