Las personas que se autodefinen como “políticamente correctas” están hoy alarmadas por el triunfo en las elecciones estadounidenses del candidato -¿republicano o antipartido?- Donald Trump. Son los mismos que auspiciaban desde programas de radio preguntas a sus oyentes sobre quién convenía que ganara en “el país del norte”; toda una confesión de ignorancia política o de adhesión incondicional al modelo estadounidense. Patético. Pensar que a los argentinos nos beneficia uno u otro de los presidentes que se alternan al servicio del poder establecido e inamovible -hasta ahora- en el país imperial es un desatino.
Hoy, un coro agorero que enumeraba posibles desgracias inundó los medios de comunicación de izquierda y derecha como si temieran que fuera a ocurrir algo distinto a las guerras preventivas, a los ataques a países con recursos naturales, a la creación de grupos terroristas que luego devienen contrarios a sus intereses como ocurrió con Al Qaeda o ISIS. La verdad es que habrá que esperar para contar con algunos análisis serios sobre las consecuencias del triunfo de Donald Trump en la política internacional de los Estados Unidos. Serán presunciones, por cierto, porque lo primero será que el candidato electo pueda asumir y comience a mostrar el juego que propone. Todo lo que se diga previamente, incluido lo que escribimos en esta nota, es provisorio e inconsistente.
En los EE.UU ha ganado un candidato antisistema o mejor dicho anti establishment y lo hizo con el voto de gente de diversos sectores, lo que requiere un análisis a fondo, estado por estado. Presumimos que la legión de desocupados sin estudios universitarios, frustrados por la falta de oportunidades para progresar -de cuya existencia, padecimientos y aspiraciones los medios de comunicación no informan-, ha creído la promesa de que habrá trabajo para ellos con la repatriación mediante el tope a los impuestos de las empresas, con nuevos emprendimientos prometidos y con el control de la inmigración.
En Florida o Pensilvania se ha visto que hubo votos de blancos tanto del área rural como de la industrial, un voto que se negó en las encuestas y que los opinólogos denominan “vergonzante” porque no lo cantaron previamente. O sea, porque las encuestas se equivocaron.
Los latinos instalados, con ciudadanía e hijos norteamericanos -caso parecido al del propio Trump- no quieren más inmigrantes, no quieren que vengan más de sus propios connacionales según se ha visto en encuestas callejeras en Florida y es probable que su voto haya ido al candidato anti inmigración que promete medidas de seguridad nacional y combate al terrorismo. Igual, a esta altura y sin contar con los datos generales, son conjeturas.
Trump ha dicho en sus discursos que su movimiento -algo mayor que un partido- es un “movimiento de trabajadores” algo que lo instala en la franja más denostada por el establishment, el populismo de derecha. Neofascismo diríamos otros. Una verdadera ensalada de condimentos dispares que va a desatar todo tipo de controversias como controversial han sido las elecciones.
Lo “real” es que Donald Trump tendrá que gobernar un país dividido y ahí se verá su destreza y la sensatez de los oponentes para constituir un gabinete y un equipo de gobierno amplio que influya también sobre el Congreso, donde hay mayoría republicana pero no todos apoyaron al candidato que resultó ganador.
El partido demócrata, a su vez, tendrá que recomponer sus filas y es incierto el comportamiento de sus parlamentarios y votantes ante algunas medidas proteccionistas del gobierno. Según algunos comentaristas que escucharon su discurso a la madrugada, el “personaje candidato” que fue Donald Trump concluyó con el triunfo y ahora el “personaje presidente” será -probablemente- un hombre centrado. El discurso xenófobo, patriarcal, homofóbico del “personaje candidato” no va a ser necesariamente seguido por el presidente, pero –aunque duela- ha pesado poco en su contra.
Hillary Clinton tiene un futuro incierto. Los correos privados a través de la red oficial le pasaron factura y sólo ella fue responsable de este desliz. Obama no la apoyó decididamente y aunque estuvo a su lado en la campaña electoral, fue para hablar de su propios logros.
En el panorama internacional los jefes de estado que se apresuraron a saludar al presidente electo fueron Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu, quienes tienen promesas de paz y protección respectivamente. Lo primero es vital para el mundo y lo segundo una continuidad de la política exterior norteamericana. Si pensamos que los márgenes que le deja a un presidente la influencia del Departamento de Estado y el Pentágono –no siempre coincidentes- podemos inferir que no habrá grandes cambios y el anunciado enfriamiento de las tensiones con la Federación Rusa –responsabilidad de Obama- es positivo.
Las malas noticias para el mundo tienen que ver con la ecología. Respecto al cambio climático, ha dicho que “no existe” y ha prometido “eliminar las regulaciones que dificultan el funcionamiento de las empresas; no promover el uso de energías verdes y promover la producción de energía nuclear de uso no bélico”.
Pero insistimos: hay que esperar sus acciones. Y, por una cuestión de salud mental, esquivar los comentarios de los analistas derrotados porque sólo proyectarán su fracaso personal y político.