/Texto Osvaldo Rodríguez Zúñiga/
¿Por qué hacer un documental sobre la ACU? Esta pregunta no sólo me la formulé directamente al concebir la idea del documental, sino que me la han hecho muchas veces y me la siguen haciendo. La historia de la Agrupación Cultural Universitaria (ACU) no solo es patrimonio social en todo sentido, sino que además significa una experiencia única en la historia de Chile y tal vez del mundo cuyos contenidos que la estructuraron y proyectaron hasta el éxito, fueron, son y serán pilares fundamentales en cualquier organización humana que pretenda sobrevivir, permanecer, fortalecerse y trascender. Es una escuela de organización, un modelo (por utilizar un concepto muy neoliberal) que demuestra que otro mundo es posible. Lo declaran ellos mismos porque estaban conscientes de ello. No fue casual este sueño, pues su origen es muy antiguo, y estaba recuperando fuerza en la sociedad chilena al consolidarse en el programa y posterior gobierno de Salvador Allende. La voz de un mundo mejor, con un hombre nuevo (o una humanidad nueva, para respetar la universalidad de género) como actor y constructor de este sueño.
Estos contenidos son poderosos y demuestran que trabajando en perfecta armonía, producen una fuerza enorme que es muy difícil de destruir. La unión, la comunión de almas, mentes, manos, corazones, emociones e ideas, actúan como un todo armónico cuyo objetivo central era el bien común, el bien colectivo, el valor de todos y para todos. Alejándose totalmente del egoísmo, de la egolatría terrorífica que imperaba en todo el entorno nacional, la ACU propone una fuerza de equilibrio, y lo más notable, es que esa misma fuerza se estaba generando en muchos sitios. En este sentido la ACU es un referente entre muchos otros, que se produjeron espontánea y simultáneamente en otros ámbitos, la ACU fue el más fuerte en el ámbito universitario, la Agrupación Cultural Chile, el taller 666, Taller Sol, que nace en 1977, igual que la ACU, y muchos otros en todo el país. Fue una fuerza natural, una capacidad humana de inteligencia colectiva. Una estrategia pacífica que ahora es totalmente necesaria recuperar y poner en acción.
Contenidos como la fuerza de paz por sobre la violencia (que la Dictadura Cívico Militar expresó en su absoluto extremo), la inteligencia creativa frente a la torpeza e ignorancia brutal de las Fuerzas Armadas gobernantes, la capacidad de resiliencia para transmutar la energía oscura y putrefacta del terror y la destrucción de todo el entorno, en definitiva, una verdadera isla social en medio de la más feroz, oscura e interminable tormenta.
Esa es la importancia histórica de la ACU y la vigencia de su aporte enorme y necesario en este proceso histórico que estamos viviendo en Chile y en el mundo.
La memoria amenazada
Un aspecto fundamental que se sumó como objetivo al proyecto, es el rescate de memoria, concepto muy utilizado actualmente, y me gusta la fuerza que está tomando. Soy partidario y partícipe de este rescate, y todos debemos serlo en la medida de las posibilidades de cada uno. Si queremos consolidar nuestra cultura, no podemos abandonar la memoria, pues es la base del aprendizaje. Hay que tener cuidado con esas frases populares que terminan convirtiéndose en paradigmas negativos, como “no te quedes en el pasado”, o per aun, “no vuelvas a ser niño”, descalificando el valor fundamental que tiene la vida, su pasado, su origen, el origen de su origen. ¿Acaso el pasado es innecesario, es una mala época o un montón de recuerdos anecdóticos?, ¿es la historia, nuestra historia una mera novela?, ¿la niñez es un estado menor que debe olvidarse?, ¡por favor!, ojalá la mitad de los seres humanos recuperaran estados de la niñez con frecuencia durante toda su vida, ojalá mantuviéramos la energía y el atrevimiento lúdico de la juventud, todo eso y cada pequeña situación de nuestra vida, de nuestra historia es de utilidad, el problema es que no sabemos recurrir a esos estados para aprovecharlos. No obstante esta debilidad no es casual sino una estrategia muy antigua (tanto como esos dichos) que ha ido instalando en nosotros esa desvalorización de nuestra memoria, no sólo en nuestra educación, sino que en todos los sentidos, destruyen nuestro patrimonio arquitectónico, destruyen los símbolos, borran y distorsionan los hechos, queman los libros, desconocen los derechos adquiridos, demuelen los centros culturales y los remodelan en el vacío, carentes del sentido original, o carentes de todo sentido, y repitiendo hasta el cansancio que hay que dar vuelta la página y concentrarse en el futuro, una dimensión que aun no está, y que cuando esté no tendrá sustento, porque no sabremos desde dónde construimos ese futuro. Es en definitiva, la enajenación de la sociedad de su propia vida, su propia historia. Nuestra memoria está amenazada y con eso nuestro desarrollo como sociedad libre. La base de nuestra libertad es nuestra memoria. Si te borran la memoria, tu vida, tu pasado, tu historia será la que ellos decidan programarte. La acción del ACU se sustentó en la conservación de esa memoria, en el rescate de nuestra cultura que estaba siendo destruida con armas de fuego, con balas, bombas y tanques. Había que hacer algo, había que moverse, había que mover algo, dice Rosita, una de las entrevistadas en el documental.
La construcción del documental
La realización completa del documental desde que concebí la idea hasta su estreno, duró 10 años exactamente. Una historia semejante es compleja y encontrar una forma de relato audiovisual que mantuviese en equilibrio el testimonio y la verdad colectiva, no era trivial. El testimonio representa la experiencia individual de cada entrevistado, y éstos a su vez representan las voces de los miles de integrantes del movimiento que no pueden dar su propio testimonio, porque sería imposible, y por su parte la historia debía desprenderse de los personalismos y contener el valor colectivo que un movimiento como la ACU, tan inmenso y tal íntegro, construyó como principal pilar. Entonces el montaje que estructuraría el relato tenía la misión de velar por este equilibrio.
Dentro de las cosas que más me gusta hacer en la realización audiovisual es trabajar sin guión, pues constituye una experiencia muy liberadora desde el punto de vista creativo. Si bien comienzo estructurando un guión temático general muy grueso (luego de considerar que tengo los principales antecedentes o hitos de la historia), no desarrollo un guion específico que describa toda la estructura de la película, ni para el rodaje ni para el montaje. Prefiero que la misma historia vaya diciéndome cómo debo contarla. Sabiendo que no había registros audiovisuales de la época de la ACU (más que el documental del Taller de Cine Universitario (TECU) sobre el 4° Festival del Cantar Universitario de 1980) y que por otra parte su historia había sido registrada en cientos de fotografías de diferentes autores, la base del relato del documental serían las entrevistas a sus participantes, y por lo tanto cada entrevistado me iba a ir marcando la ruta a seguir. Por otra parte, siempre tuve claro que no incorporaría a ningún personaje externo a la historia (incluyéndome), para no involucrar discursos interpretativos o analíticos, ajenos al espíritu del relato central, el cual iba a ser exclusivamente testimonial. Descarté a los especialistas, investigadores, analistas y expertos.
De esta forma, al avanzar con las entrevistas fui construyendo mentalmente el documental completo, no obstante, los últimos dos años antes de comenzar el montaje (que duró dos más), los destiné principalmente meditar sobre cómo debía ser la película. Cada rato libre que pude o luego de cada descubrimiento de material que tenía relación con la ACU, lo destiné a ir creando los fragmentos de la historia, mentalmente. Fue un trabajo alucinante en el sentido de desafío creativo, pues además de los objetivos de relato que menciono anteriormente, el documental tenía que cumplir todos los demás. Entonces pasé dos años respondiéndome muchas preguntas, es decir, ¿cómo contar una historia que además de significar un rescate de memoria, tuviese la capacidad de significar también, un referente válido para generaciones posteriores e incluso muy lejanas en el tiempo?, o ¿cómo sostener aquellos aspectos relevantes del contexto histórico social que afectaron las vidas de los protagonistas durante toda la existencia del Movimiento, sin caer en la morbosidad pero dejando en evidencia su naturaleza, magnitud e importancia?, o ¿cómo respetar la objetividad y sostenerla durante toda la película y cómo lograr además, reflejar fielmente la amplitud social que caracterizó a la Agrupación Cultural Universitaria? No se trata de preguntas fáciles de responder.
El valor de los elementos gráficos
La enorme cantidad de material fotográfico de las actividades de la ACU, fruto del trabajo de muchos integrantes del movimiento de los diferentes talleres de fotografía que había en las facultades, facilitó la tarea de ilustrar el contenido oral con imágenes que completan fielmente las atmósferas, la acción, las emociones, los colores (aunque todas son en blanco y negro y a pesar de eso, hay colores), los aromas, los sonidos. Además se trata de fotografías espontáneas, testimoniales en esencia, que capturan los momentos con total responsabilidad y frescura. Esto aportó al documental, una dimensión espacio temporal muy potente y de natural conexión con el testimonio oral de los entrevistados. Así como la historia oral se fue construyendo sola, el relato fotográfico se vinculó a éste como una pareja de tango.
Junto con esto, el material de prensa de diferentes medios y de archivos gráficos como el de Taller Sol por dar un ejemplo y gracias a la colaboración de Antonio Kadima, contribuyó a reconstruir un entorno social muy rico en discurso y acción. En primer lugar era fundamental que el documental dejara en evidencia que una parte muy importante de la sociedad chilena, estaba trabajando en la resistencia a la Dictadura Cívico Militar, conformando un proceso global en donde la ACU era un participante más. Luego del Golpe de Estado, en diferentes lugares de Chile la cultura fue el principal canal de resistencia que se podía utilizar, porque era la mejor manera de mantener los valores, el mensaje, la conciencia, las relaciones humanas, en definitiva, la vida. Esa fuerza vital tenía que estar claramente evidenciada en la película, aunque fuera sólo enunciada, dado que cada una de esas historias debiesen ser un documental en sí mismas. En segundo lugar era necesario dejar en evidencia los principales conceptos con que el oficialismo, estaba transformando nuestra sociedad en esos años, inmediatamente después de atroz Golpe de Estado. La distorsión de la realidad, la manipulación mediática, la deconstrucción de los valores, la deformación de la cultura, la destrucción de la educación, la eliminación de la justicia, el crimen descarado e impune, la fuerza bruta, la ignorancia, la vulgaridad, la irracionalidad, y por supuesto la amoralidad espiritual. Todo ese caldo nauseabundo debía ser descrito de manera adecuada, precisa pero simple, directa pero completa, de tal manera que no se transformara en un protagonista inmundo que contaminara la hermosa historia que fue la ACU. Precisamente mi objetivo en este sentido, era evidenciar el contraste extremo entre estas dos culturas, la ACU y el Estado, pero sin caer en lo grotesco. Así entonces decidí escoger fragmentos de archivos audiovisuales que fueran representativos de este caldo y que a su vez dejaran en evidencia el desequilibrio moral entre la ACU y el Estado, el desequilibrio intelectual entre universitarios y militares, la construcción de cultura contra la destrucción de cultura y por supuesto, la desesperada y torpe acción de la Dictadura por destruir a la ACU.
El fundamento detrás de los recursos utilizados en el documental
El ojo frente al televisor: ¿Cómo interpretar a una sociedad entera de una sola vez que es protagonista y testigo de un proceso? Bueno, una gran disyuntiva si no hay un relato en off, y además si se debe hacer en poco tiempo, y contextualizar el comienzo de la historia. El ojo frente al televisor (aunque a comienzos de los ’70 la televisión en Chile era exclusiva y recién estaba entrando en los hogares de clase media), me pareció un recurso potente porque lograba el objetivo de manera muy expresiva y completa. Elegí el ojo de una mujer con el objetivo de otorgar un valor más emocional y a la vez con actitud. El ojo debía proyectar fuerza también, y nunca se quiebra, sino que se cubre de sangre, de la sangre del crimen.
Los referentes culturales del contexto histórico: Chile estaba viviendo un proceso de gran creación ya desde comienzos de los años ’60, pero consolidándose a comienzos de los ’70, donde nombres como Violeta Parra, Pablo Neruda, Gracia Barros, José Balmes, Nicanor Parra, Victor Jara, y muchos otros, eran íconos culturales en todo el mundo y orgullos nacionales. El gobierno de Salvador Allende aporta a este proceso popularizando la cultura, y llevando la literatura a todos los bolsillos, trasladando todas las expresiones del arte a las salas de los barrios y los pueblos, abriendo los centros culturales y generando espacios públicos de expresión artística en un fomento de Estado nunca visto. La representación respetuosa de todo eso, y la destrucción total que provoca el quiebre, debían ser muy bien mostradas, en breve tiempo y marcar claramente un antes y un después.
El rol de la música: La brillante y aplicada conservación de los archivos de la ACU (cuyas historias podrían ser un documental en sí mismo), que asumieron espontáneamente más de alguno de sus integrantes, aportó también una enorme cantidad de material musical. Todas las versiones de los festivales de la canción “La Universidad canta por la vida y por la paz”, están en archivo digital y eso significó para mí un material exquisito e inesperado. Inicialmente consideré como siempre, componer la música para el documental, pero cuando llegó a mis manos este material, desistí inmediatamente de ello. Una oportunidad para desaparecer más aun del documental y dejarlo tranquilo. Evidentemente que si componía la música, estaría omnipresente en la película y generaría una intervención interpretativa que quería evitar a toda costa. La música de estos festivales contaba con todos los ingredientes para contribuir a cerrar cada historia, a sustentarla, a complementarla, dando carácter al documental, reafirmando los estados emocionales y refrescando el ritmo. Revisé cerca de 8 horas de música y encontré piezas para cada parte donde era necesario. Todo estaba ahí. Gran material e inédito además en muchos casos, porque hay canciones de grupos ahora famosos y consolidados, que fueron interpretadas por primera vez, como es el caso de “El viaje” de Schwenke y Nilo, por nombrar una.
La gráfica de la ACU: Otro elemento fundamental para la película, en la complementación del discurso especialmente de contenido político y de contribución de ideas, fue la gráfica de la ACU, que debido a los limitados recursos de la época, se transformó en un canal de expresión muy potente y representativo, de las ideas que estructuraban el movimiento y fundamentaban su existencia y acción y por lo tanto fue de gran producción. Había que hacer circular las ideas y el discurso, y el dibujo y el diseño gráfico comunicaban esto con inteligencia, claridad, solidez y por supuesto mucho humor, ingrediente este último, con el cual se distendía la mente y permitía que el mensaje llegara amable y armónico. Nada era impuesto. ¿Se dan cuenta de lo poderoso que es esto para construir relaciones de bien común? En este sentido la gráfica de la ACU está presente en toda la película como lo estuvo en la historia de la ACU, y aporta contenidos muy poderosos conceptualmente y llenos de intención.
Los denominadores comunes: Otro desafío importante en la construcción de la historia en el montaje, fue lograr que aquello que estuvo presente en toda la existencia de la ACU, es decir aquello que acompañó diariamente al movimiento y que a su vez fuera determinante en definir el camino de acción, estuviese muy bien representado en este sentido de continuidad y permanencia, pero sin caer en la morbosidad, y sin importar que fuese redundante, pues era redundante en la historia de la ACU. Uno de estos elementos, y el más importante fue el horror. Por esta razón decidí incorporar varios testimonios que mencionan al horror como una amenaza constante asociada a diferentes episodios de la historia. El horror estuvo cada día en la vida de la ACU. Otros elementos constantes en la película son el humor, por su valor como herramienta de comunicación, la alegría como elemento de equilibrio al contexto histórico (“sobrevivimos a un mundo de mierda, siendo felices”, declara Jorge Rozas, primer presidente de la ACU), las relaciones humanas basadas en el amor, y por supuesto la contradicción moral, cultural, política e intelectual, de las Fuerzas Armadas y la Derecha gobernantes. Todos estos elementos son redundantes por decisión de montaje.
Lo que sigue al documental
El objetivo de trascendencia del documental es que logre instalar esta historia como un referente social importante para muchas generaciones de personas de todo el mundo. Puede ser un objetivo ambicioso, pero considero que el peso de esta historia tiene suficientes méritos en este sentido para llegar a alcanzar este lugar. Una experiencia como esta, de resistencia pacífica que logra mantener vivo el espíritu de la universidad y constituye las bases para que se restablezca la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), es un ejemplo de organización digno de imitar. La ACU es una experiencia social que estará vigente siempre.
Presentaciones del documental:
- Miércoles 16 de Noviembre 2016, 19:00 horas, Salón Ricardo Donoso del Archivo Nacional, Miraflores 50, Santiago.
- Jueves 17 de Noviembre 2016, 19:00 horas, Sala de Cine VIME, Universidad de Santiago, Avenida Las Sophoras 175, Estación Central. Santiago.
- Martes 22 de Noviembre 2016, 17:30 horas, Aula Magna, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Avenida José Pedro Alessandri 774, Ñuñoa, Santiago.
- Miércoles 7 de Diciembre 2016, 18:00 horas, Auditorio, Universidad de Concepción, Víctor Lamas 1290, Concepción.
- Martes 27 de Diciembre 2016, 19:00 horas, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Avenida Matucana 501, Santiago.