La crisis alienta la desprotección.

Ana Belén Ahmed Pitarch fue despedida de su empresa dos veces en 25 días por solicitar una reducción de jornada para el cuidado de su hija de un año. El caso de Ana Belén ilustra la desprotección que, alimentada por la crisis, enfrentan las trabajadoras a la hora de exigir los derechos que la ley les reconoce para conciliar su vida laboral con sus reponsabilidades familiares. Porque la lucha por la conciliación sigue siendo, pese a todo, una cuestión de mujeres. 

Ana Belén Ahmed Pitarch no podía imaginar las consecuencias que le acarrearía su decisión de solicitar a la dirección de su empresa, Magratex Ceuta, una reducción de la jornada laboral para el cuidado de su hija de un año. Seis días después de formalizar su petición, sus patronos le comunicaban su despido.

La conciliación laboral continúa siendo en España un asunto de mujeres. Ellas son, por abrumadora mayoría, las que reclaman a sus empresas los beneficios que la ley otorga a los trabajadores para compatibilizar las responsabilidades profesionales con la atención a las cargas familiares.

Un estudio presentado el pasado septiembre por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), confeccionado sobre 1.348 sentencias relativas al ejercicio de derechos de conciliación, revelaba que sólo el 5,6% de estas resoluciones versaba sobre permisos de paternidad. Según las conclusiones de este trabajo, el 84% de los demandantes eran mujeres, porcentaje que se elevaba al 95,6% cuando se trataba de excedencias para el cuidado de los hijos.

“La relación con la empresa era fantástica –explica Ana Belén- Tras la baja de maternidad, la dirección me garantiza una jornada de mañana de lunes a sábado, pero después de un año, y a la vuelta de las vacaciones, me comunican que mi horario cambia y he de trabajar por las tardes. A partir de ahí nada fue igual”.

La discriminación salarial por sexo, uno de los lastres del mercado laboral español, alimenta, a su vez, la desigualdad cuando de lo que se trata es de elegir qué miembro de la pareja solicitará una excedencia o una reducción de jornada. Si el dilema consiste en discernir qué alternativa resulta menos onerosa para la economía familiar, la respuesta se revela inmediata: ella será la que pida la medida especial. Al fin y al cabo, ella es la que aporta el sueldo más bajo al hogar.

El problema se presenta cuando la empresa ejerce todo tipo de resistencias para conceder los derechos que la ley reconoce a los trabajadores. Un fenómeno que, además, ha resultado animado por una crisis argumento para una reforma laboral que ha dejado a los asalariados cada vez más desprotegidos en un contexto de empleos precarios y cicateramente pagados.

“Es muy común encontrar empresas que ponen todo tipo de trabas a la conciliación –explica la secretaria general de Igualdad del sindicato UGT, Toñi Escobar- Y ahí es donde nos encontramos con el miedo: en el sindicato atendemos muchas consultas, pero son pocas las mujeres que finalmente denuncian”.

 

Dos veces despedida

El 1 de septiembre de 2014 la dirección comunica verbalmente a Ana Belén su despido. En el acto de conciliación, que concluye sin avenencia, la representación de la empresa reconoce que la rescisión del contrato obedece al desacuerdo en torno a la reducción de jornada solicitada por la trabajadora. Días más tarde, Ana Belén presenta demanda por despido. “La empresa, entonces, asesorada por un abogado que había trabajado para los sindicatos, me envía un escrito en el que dice que mi despido queda anulado y que me readmite, pero que no podré incorporarme hasta que no me avisen. Y antes de que esto ocurriese, una semana después, me informan por escrito de que estoy nuevamente despedida, pero esta vez aducen circunstancias económicas y productivas”.

El procedimiento judicial concluye con una sentencia del Juzgado de lo Social de Ceuta favorable a la empresa.

“No es fácil enfrentarte como trabajadora a una empresa que puede contratar a abogados que conocen las artimañas que han de utilizar en los tribunales –continúa Ana Belén- Quedarse embarazada sigue siendo un problema en este país si lo que quieres es conservar tu trabajo. Al fin y al cabo tú lo que haces es pedir algo a lo que tienes derecho, pero en el proceso te hacen sentir mal, muy pequeña”.

La azarosa historia de Ana Belén y sus dos despidos ha tenido, sin embargo, un final feliz. La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dictaba el pasado 22 de septiembre una sentencia por la que se declaraba la nulidad del despido.

“Hay muchas historias de desamparo –reconoce la sindicalista Toñi Escobar- Existen todavía muchos aspectos legales que desarrollar en materia de igualdad y, además, para mal de los trabajadores, la negociación colectiva ha quedado muy debilitada. La conciliación se alcanza a través de medidas concretas que deberían quedar plasmadas en los convenios, pero, como digo, se ha perdido mucho del poder que se había conseguido en la negociación”.

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