Por Mariano Castro/Diagonal
La diputada guatemalteca Sandra Morán explica en esta entrevista las circunstancias de la organización de las mujeres de pueblos originarios. Las mujeres mayas y xincas trabajan en la recuperación de su cultura y sus saberes tras el genocidio de los años de Ríos Montt.
Los colectivos guatemaltecos de mujeres llevan años luchando por la defensa del cuerpo y del territorio. En esa defensa, el saber sí ocupa lugar. «Las compañeras y los compañeros de los pueblos indígenas han planteado que, a partir de la colonización, se ha producido un epistemicidio, es decir, que se ha intentado matar la forma de creación de conocimiento y, por tanto, uno de los elementos fundamentales que nosotras hicimos hace varios años, en una asamblea feminista, fue reconocernos con capacidad epistémica», cuenta Sandrá Morán, de la Alianza Política Sector de Mujeres, que conforman 33 organizaciones sociales en Guatemala.
Para Morán, diputada en el Congreso de Guatemala dentro de la bancada de Convergencia, ese reconocimiento por parte de la asamblea feminista «es absolutamente político y liberador porque, hasta ese momento, las mujeres que no habían asistido a la escuela, que no tenían un título universitario, no se sentían capaces… Así nos vimos a nosotras mismas, independientemente de nuestra escolarización, con la capacidad de producir conocimiento y la necesidad de generar una metodología para hacerlo».
Guatemala es el país mesoamericano con mayor población indígena, más de la mitad de la población, y donde ésta es más diversa. Los pueblos originarios (mayas, xinca y garífuna) han sobrevivido a la invasión española y al genocidio maya encabezado por Efraín Ríos Montt en los años 80.
«Hay una estrategia política de los pueblos de recuperar los saberes ancestrales. Desde el Sector de Mujeres, para enfrentar el racismo que hay en nosotras, decidimos que las mujeres mayas y xincas generasen propuestas conjuntas para un desaprendizaje activo del racismo y hemos estado en ello varios años». Así, explica Morán, se está elaborando un libro de recuperación de saberes mayas y xincas, y también se visibilizan sus aportaciones al movimiento, «porque el acto político de la recuperaciones de saberes y la descolonización pasa por decisiones personales, colectivas, comunitarias, etc».
La diputada guatemalteca señala que han hecho «ejercicios para identificar dónde está en nosotras el patriarcado, el colonialismo, el mercantilismo y vimos cómo sería una persona, una comunidad sin patriarcado, sin consumo, sin colonialismo; y el puente, que es el desmontaje, porque el sistema nos ha codificado y tenemos que identificar esos códigos (hemos identificado los mecanismos, las instituciones) para descodificarnos. Ése es el proceso en el que estamos».
Recuperar su identidad
Desde esa asamblea a la que se refiere Morán, la Asociación de Mujeres Indígenas de Santa María Xalapán emprendió la labor de crear la comunidad epistémica del feminismo comunitario que hoy se sigue desarrollando en Guatemala. «Las compañeras, desde una mirada feminista, han ido recuperando su idioma, sus tradiciones. Han revisitado su cosmovisión», desarrolla Morán.
«Le han dado un significado distinto al color de las velas, al espacio simbólico que se crea, han aprendido el significado de las montañas, han recuperado los nombres de las ancianas y de las abuelas, la siembra, las raíces, etc», continúa.
De esta manera, explica la diputada, «se hace un proceso de creación de conocimiento y se recuperan las prácticas ancestrales. Hacen todo un ejercicio político de discusión entre ancianas, jóvenes y niñas para la recuperación de sus identidades. Incluso crean su propio traje, porque las mayas tienen muy presente su traje, pero las xincas no lo tenían, entonces lo recrean». Morán relata que, por ejemplo, un acto político que hicieron en una marcha del 8 de marzo fue salir por primera vez con su traje.
«Además, aportaron el reconocimiento del patriarcado, que no sólo vino con la colonia, sino que existía antes, como también se hizo en Bolivia. Eso es muy importante en Guatemala, donde hay una propuesta de recuperar conocimientos ancestrales sin reconocer la inequidad de poder que hay entre hombres y mujeres en esas formas originarias de organización».
Tutelaje institucional
El Acuerdo sobre la Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas es uno de los acuerdos de paz que firmaron la República de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) en 1996.
Con estos acuerdos se puso fin al conflicto armado que había durado más de 30 años, en el que se cuentan más de 200.000 asesinados y 45.000 desaparecidos, en su mayoría indígenas.
En el Acuerdo se incluían ciertos derechos de los pueblos originarios guatemaltecos, porque, según apunta Morán, «hay un reconocimiento de que uno de los problemas estructurales del país es el racismo y la exclusión de pueblos originarios». Así se aprobó la Ley de Idiomas Nacionales, que reconoce los 24 idiomas originarios y dispone su enseñanza, aunque en realidad no llega a aplicarse en muchas ocasiones, ya que faltan docentes capacitados.
Pero, como indica Morán, en la Constitución, los pueblos «están tutelados, no están reconocidos, están como etnias, hay que cambiarlo». Esta diputada explica que «nosotras en los acuerdos de paz hablábamos de lo multiétnico; ahora hablamos de lo plurinacional. Se discute si lo que necesitamos es refundar el Estado o fundar un nuevo Estado porque tenemos la conciencia de que la República guatemalteca está fundada sobre el racismo, entonces necesitamos fundar una nueva y una independencia real, porque la que se hizo de España no fue una independencia de los pueblos, sino de los criollos, que no querían pagar impuestos; y la hicieron para que los pueblos no la hicieran».
Morán afirman que necesitan «una auténtica independencia, que es la autodeterminación de los pueblos originarios con los otros pueblos que no somos originarios [ladinos o mestizos], pero que hoy convivimos en este territorio. Hoy existen muchas naciones y un Estado con una nación que no existe. Eso es lo queremos cambiar».
Saberes ancestrales
Esta identidad originaria rompe la colonialidad y se refuerza con la revalorización de los saberes ancestrales. «Somos un pueblo que tiene un calendario exacto, mucho más que el gregoriano. Se está volviendo a valorar la filosofía, la astronomía, la ciencia… Ya se están creando universidades (la ixil, la cakchiquel, etc.) porque durante muchos años se ha intentado tener una universidad reconocida por el Estado y no se ha logrado, entonces se está haciendo de facto», explica Morán.
«Desde el Sector de Mujeres hemos sido muy activas en el reconocimiento de conocimientos, con las plantas medicinales y la medicina ancestral, con las propias formas de organización política. Ahora hay un esfuerzo por garantizar la seguridad de los símbolos de los tejidos porque se los están robando y eso es una producción ancestral, que va de generación en generación».
Los diseños tradicionales de los tejidos, que responden a toda una cosmología y difieren de una cooperativa textil a otra, son el objeto de deseo de diseñadores y multinacionales, que, además de llevarse el trabajo de maquila a países vecinos con menos derechos laborales, se están apropiando de ellos e intentan patentarlos, mientras que las mujeres que llevan años portándolos se siguen enfrentando a comportamientos racistas por ello.
«Y otra cosa, estamos valorando la manera de aprender qué tenemos porque hemos sido y seguimos siendo excluidas de la escuela formal, pero hemos seguido aprendiendo y creando. Somos un pueblo que aprendemos viendo y por años nos sentimos mal porque no podíamos aprender como los otros. Y es un proceso, caminando», finaliza Morán.