Este domingo los chilenos están invitados a votar en las elecciones municipales que tendrán lugar en más de 300 comunas en que se subdivide el país y en el marco de inscripción automática y voto voluntario.
Chile es un país en el que hasta hace poco, la inscripción era voluntaria y el voto obligatorio. En este contexto el país se vanagloriaba de ser uno de los países con más bajos niveles de abstención. Sin embargo la comparación solía hacerse con países con voto voluntario. En las elecciones efectuadas en los últimos años, bajo la nueva legislación –inscripción automática y voto voluntario- se ha producido una suerte de sinceramiento respecto de la participación, comprobándose un bajo involucramiento de la ciudadanía en el quehacer político.
Esta tendencia hacia una mayor abstención se ha visto reforzada por diversos factores, entre los que destaca el comportamiento de los distintos actores políticos y empresariales, muchos de ellos implicados en formalizaciones judiciales que dan cuenta de la construcción de trenzas por debajo de la mesa, a espaldas de la ciudadanía, que decepcionan, frustran, e invitan a la ciudadanía a refugiarse en su respectivo metro cuadrado, para finalmente no concurrir a votar.
Lo expuesto se ve reforzado por estar insertos bajo un neoliberalismo impuesto en dictadura y que se ha ido consolidando a lo largo de estas décadas, en una transición hacia la democracia que hoy está siendo cuestionada a la luz de las manifestaciones de malestar que a diario se observan. Un neoliberalismo que valora e incentiva el individualismo, la competencia en desmedro de lo colectivo, la solidaridad, la colaboración.
El no concurrir a votar es una suerte de consecuencia de una realidad que expresa una suerte de retraimiento de la sociedad. Desafortunadamente, al no votar lo que se logra es el efecto contrario al que se aspira. En efecto, se logra reforzar el individualismo, el neoliberalismo, y se sigue debilitando el tejido social. La decisión de no votar implica que cada vez menos personas deciden quienes han de representarnos, implica replegarse en uno mismo, irse para la casa, no dar pelea, colgar los guantes, bajar la guardia, no asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos que aspiramos vivir en democracia. No dejemos que otros decidan por nosotros.
Votando no resolveremos los problemas que nos acosan, pero es un paso mínimo necesario. El siguiente es votar bien, lo que obliga a evaluar seria y conscientemente las alternativas en carrera en base a distintos factores, y no dejarnos llevar por cantos de sirena. Estos factores variarán según nuestros propios intereses: vocación de servicio, conocimiento personal, ideología, transparencia, comportamiento y trayectoria, entre otros.
Ánimo en tiempos de cólera.