Cientos de miles de personas están recorriendo las calles de nuestro continente. Algunos reclaman por la restitución de la democracia y poner freno al golpe de estado legislativo llevado adelante en contra de Dilma Rousseff, pero también se salió a defender el proceso democrático venezolano. Frente a una fuerte movilización exigiendo que se realice el referendo revocatorio contra Nicolás Maduro, los militantes de la Revolución Bolivariana regaron las calles con sus casacas rojas, en una proporción de 10 a 1 y de esta manera se logró evitar que volviera a instalarse la violencia en las calles venezolanas. También nuestro país está movilizado con la Marcha Federal y hoy confluirán en Plaza de Mayo las distintas columnas que vienen marchando contra los despidos, los tarifazos y el ajuste.
Joao Stedile, líder del MST, grabó un mensaje para la militancia, explicando las razones por las cuales estaba sucediendo en Brasil este golpe de estado. Decía que las élites económicas necesitaban sacarse del medio al gobierno de Dilma, que era un impedimento para eliminar los impuestos a las exportaciones de materias primas, que dificultaba la apropiación de los recursos naturales y que además derivaba demasiados fondos públicos a la educación, salud pública y contingencias sociales. Las élites querían tener el control total de todos los recursos públicos y del Estado, para así poder privatizar las empresas públicas, de manera tal de mantener este control más allá del tiempo que puedan estar en el poder político. Al mismo tiempo, con estas medidas y la recesión lograrían adoctrinar a los trabajadores, que aceptarían cobrar menos y asumir que estaban viviendo por encima de sus posibilidades.
O sea, lo mismo que están haciendo en la Argentina, que es lo que hace el neoliberalismo en todas partes cuando manejan los países. Stedile lamentó que no se pudieron construir correlaciones de fuerza lo suficientemente fuertes como para poder evitar estos desembarcos neoliberales, lamentó que sean, todavía, los medios hegemónicos de comunicación los que le dicen cómo y qué pensar a las mayorías. Pero, a la vez, convoca a todos los pueblos de NuestrAmérica a salir del letargo y profundizar la organización anticapitalista.
No hay tiempo para figuras, para apellidos salvadores, para nombres rimbombantes. Porque además de este vaciamiento de la democracia que se ha llevado a cabo, restringiendo la participación popular a convocatorias de elecciones cada equis tiempo, estamos afrontando la crisis civilizatoria más grande de todos los tiempos. Una crisis económica descomunal, una verdadera dictadura del capital financiero que aumenta las desigualdades, una crisis social sin precedentes, porque si cada vez hay más ricos, cada vez hay más y más pobres, con guerras que desbordan las fronteras y una distribución de recursos inadecuada. Y, finalmente, una crisis ecológica gravísima, que pone en riesgo la supervivencia de la especie, dejando clara la deriva de valores y prioridades que estamos sosteniendo.
Así que las urgencias del momento son claras y suficientes para descartar cualquier pensamiento que sostenga que la solución a los propios problemas puede ser individual o que cada uno debe ocuparse de los suyos. Los nuestros, son todos o no es ninguno.
Lamento ponerme tan melodramático o vehemente, pero a la vista está la vehemencia y depredación que está del otro lado, del lado de los neocaníbales, de los antihumanistas. Así que celebro y agradezco a cada una de esas cientos de miles de personas que ponen su cuerpo a disposición de la lucha colectiva y entregan su esfuerzo, su tiempo y su energía, en lo único que tiene sentido en estos momentos: la unión de los pueblos en contra del corporativismo asesino.