Por Alejandro Fierro
Los procesos de emancipación latinoamericanos se están viendo con grandes dificultades para seducir a los jóvenes. Los obstáculos son múltiples. El primero, indudablemente, es la situación económica actual del subcontinente, muy alejada de la bonanza de la primera década del siglo. Pero no es el único factor. También influyen el aumento de expectativas por parte de unos jóvenes con una capacitación muy superior a la de sus progenitores; su autopercepción como clase media; su elevada demanda de consumo, con todo el imaginario que conlleva; la naturalización de derechos que en épocas pasadas no existían; el cansancio ante opciones gobernantes que en algunos casos llevan en el poder más de tres lustros y, por tanto, son las únicas que muchos jóvenes han conocido.
Los motivos de la desafección juvenil a propuestas de izquierdas fueron analizados en profundidad en el artículo “Juventud y derecha en América Latina”, escrito junto a Ava Gómez y publicado el 17 de mayo de 2016 en la página web del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (http://www.celag.org/juventud-y-derecha-en-america-latina-por-alejandro-fierro-y-ava-gomez/).
Establecidas ya las causas, el objetivo de este artículo es dilucidar qué lleva a un sector de jóvenes no sólo a votar a ofertas de derechas y/o neoliberales, sino incluso a militar abiertamente en partidos de estos signos. Es pertinente recalcar que todas las militancias son por esencia minoritarias y esta no es una excepción. La mayoría de la población no interviene activamente en la vida política, más allá del ejercicio del voto. Pero en ciertos momentos históricos esa fracción militante tiene gran influencia en el conjunto de la sociedad.
El caso de Venezuela es revelador y muy en especial el de dos partidos de relativo nuevo cuño, Primero Justicia, fundado en el año 2000 y con el excandidato presidencial Henrique Capriles como una de sus caras más visibles, y Voluntad Popular, que data de 2009 y cuyo líder incontestado es Leopoldo López.
Ambas formaciones disputan el protagonismo de la derecha venezolana a las tradicionales Acción Democrática y Copei. En lo que respecta a la captación de la militancia más joven, no cabe duda de que han aventajado a la vieja socialdemocracia adeca -ya indisimuladamente socioliberal-y a los demócratas cristianos herederos de Caldera. Baste ver imágenes de unos y otros, ya sea de sus dirigentes o de las bases. En un lado prima la juventud, en el otro personas de mediana edad en adelante, incluso decididamente ancianas. Sus liderazgos son sintomáticos. Henrique Capriles y Leopoldo López tienen 44 y 45 años, respectivamente, mientras que el adeco Henry Ramos Allup, principal referencia de su partido y presidente de la Asamblea Nacional, sobrepasa los 70.
¿Cuáles son los motivos que llevan a esos jóvenes a alinearse con dos partidos descarnadamente neoliberales? ¿En qué se basa la capacidad de seducción de Primero Justicia y Voluntad Popular? A continuación se desgranan algunas intuiciones a partir de las cuales investigar este aspecto:
- Apariencia de modernidad. Ambos han sabido apropiarse del discurso de lo nuevo y todo lo que este concepto lleva aparejado: modernidad, progreso, desarrollo, avance… En su relato, adecos y copeianos son de otra época; por su parte, el chavismo siempre fue anacrónico, una anomalía que nunca debió haber sucedido. El discurso también es estético. Además de una vestimenta muy alejada del atuendo tradicional de las clases acomodadas y conservadoras, no es extraño ver en la militancia tatuajes, piercings o rastas. El diputado de Primero Justicia Miguel Pizarro, exmiembro de una banda de rock, con sus apenas 28 años y los brazos cubiertos de tatuajes, es prototípico de una apariencia que busca ir más allá de la clase social. Otro ejemplo es Tamara Adríán, primera diputada transexual en la historia de la Asamblea Nacional venezolana, que se presentó en las listas de Voluntad Popular (en este último caso habría que analizar por qué el chavismo se deja arrebatar banderas tradicionales de la izquierda, como la diversidad sexual). Se mueven con soltura en las redes sociales, donde son hegemónicos. Este imaginario, obviamente, mira hacia Estados Unidos y Europa occidental. Rompe así con la reivindicación latinoamericana del chavismo, retornando a la subordinación a las culturas colonizadoras.
- Depositarios de una misión histórica. El objetivo es derrocar al chavismo, caracterizado como una dictadura que sojuzga a Venezuela. Se apela a la épica. El país se encuentra en una encrucijada histórica y la militancia joven es la encargada de conducirlo hacia un difuso futuro cimentado en torno a conceptos genéricos como libertad, democracia y progreso. Se acentúa el sentimiento de pertenecer a una élite que se eleva por encima de una sociedad a la que consideran pasiva y conformista, cuando no clientelar y directamente manumitida.
- Acción directa. Esa misión histórica se va a lograr con la lucha en las calles, no con el juego institucional. Consideran estéril la dinámica política, al estar manipulada por el chavismo. Cabe aclarar que este punto es más aplicable a Voluntad Popular que a Primero Justicia. En efecto, los cachorros de Leopoldo López fueron la punta de lanza de las movilizaciones de 2014 que se saldaron con 43 personas asesinadas. Su actuación en aquellas fechas, lejos de ser espontánea, obedecía a una estrategia que incluía diversos grados de violencia. La utilización de escuadras organizadas que operan a través de la fuerza supone un punto de conexión con los fascismos europeos de entreguerras, si bien y como es obvio prefieren identificarse con movimientos contemporáneos como el ultranacionalista y ultraderechista grupo serbio Otpor! o el ucraniano Maidan. Las imágenes de las algaradas callejeras que protagonizan estos grupos son muy similares, hasta el punto de que en muchas ocasiones no se puede precisar si se trata de Kiev, Belgrado o Caracas. Priman indumentarias de guerrilla urbana post-moderna, en las que bajo una aparente variedad en realidad subyace una uniformización.
- La cuestión de clase. Más allá de indumentarias y modos que ya no pueden identificarse con los tradicionales usos de los sectores dominantes y los grupos que le son funcionales (franjas media y media-alta) lo cierto es que el fundamento de esta militancia es la defensa de sus intereses de clase. Este hecho era evidente en las revueltas de 2014. A pesar de que la artillería mediática neoliberal las presentó como una protesta de jóvenes y estudiantes, lo cierto es que las manifestaciones y barricadas no sobrepasaron las zonas de clase media-alta de las ciudades. Lo que caracterizaba a los manifestantes no era su edad o su condición académica, sino su extracción social. Sin embargo, esta franja minoritaria ha conseguido acrecentar su capacidad de seducción sobre las clases populares, recuperando parte de la influencia que perdió en la primera etapa del chavismo. Vuelven a ser una referencia para una parte de la juventud con menos recursos, que los ven como una aspiración deseable. Es, de nuevo, la batalla por la hegemonía, una tensión dinámica permanente que nunca concluye.