Reseña crítica de Robert J. Burrowes
A veces me pregunto si no será que una de las maneras en las que se manifiesta el “excepcionalismo americano” es el hecho de que muchos estudiantes norteamericanos son incapaces de reflexionar sobre los aportes de aquellos que no son sus coterráneos. Muy seguido, por ejemplo, me encuentro con estudios sobre las experiencias noviolentas de Martin Luther King Jr. y sus compañeros de lucha (como el estratega James Lawson) mientras que, al mismo tiempo, los pensamientos en el mismo campo de Mohandas Karamchand Gandhi, mucho más profundos y de mayor alcance, son ampliamente ignorados por los estudiantes norteamericanos (aunque este no sea el caso del Profesor Mary E. King, por ejemplo, experto en el tema).
Hace muy poco leí otro libro que cae en la misma trampa: This is an Uprising: How Nonviolent Revolt is Shaping the Twenty-first Century, escrito por Mark Engler y Paul Engler.
En este libro, los autores se desesperan por hacer encajar el accionar noviolento en un esquema, diseñado por ellos mismos, que surge de la combinación de las ideas de un puñado de autores norteamericanos: Saul Alinsky, Frances Fox Piven y Gene Sharp, básicamente. Esto, con el objetivo de hacer un abordaje descriptivo del cambio social basado en la organización estructural, en el reconocimiento de los momentos de mayor o menor ímpetu para la rebelión y en la creación de comunidades prefigurativas. Luego, para ilustrar su argumento, apelan a casos concretos provenientes, todos, incluida la lucha por los derechos civiles norteamericanos, de los Estados Unidos. A modo de excepción, se menciona la lucha de Otpor! por expulsar al régimen de Milosevic en Serbia y la del Movimiento Juvenil 6 de Abril y sus aliados para terminar con el régimen de Mubarak en Egipto.
De manera que, como probablemente esperen ahora que señale, la debilidad fundamental de este libro, compartida, obviamente, por cada uno de los críticos norteamericanos que lo elogian, es que los autores no se detuvieron a analizar el pensamiento estratégico de Gandhi. Esto se vuelve muy evidente al leer el texto, y una rápida ojeada por las notas —que mencionan la Autobiografía de Gandhi pero no otros documentos escritos por él— también lo confirma. Como consecuencia, los profundos conocimientos de Gandhi en relación al desarrollo de individuos emancipados, a la aplicación de acciones noviolentas estratégicas y a la organización comunitaria (partiendo de pequeños pueblos hasta alcanzar escala nacional) son o bien ignorados o bien atribuidos a aquellos que lo copiaron (quizás inconscientemente), lo plagiaron o, en el mejor de los casos, reinventaron la rueda varias décadas después.
Extrañamente, sobre el final del libro los autores reconocen el mérito de Gandhi. “[…] Para mantenerse a lo largo de más de cincuenta años, Gandhi apeló a distintas estrategias de acción. Entre ellas, la organización estructural, la táctica basada en el reconocimiento de los momentos de mayor o menor ímpetu para la acción y la creación de comunidades prefigurativas. Sin embargo, uno de los aspectos más atractivos de su legado es su interés en la unificación de dichas estrategias”. Es una lástima que los autores no hayan estudiado a Gandhi en profundidad a fin de poder explicar en detalle la importancia vital de su papel, en vez de demorarse en las pálidas sombras de aquellos que, imperfectamente, lo siguieron.
La atribución incorrecta de las reflexiones de Gandhi a otros pensadores comienza en la página 3. Allí se atribuye a Gene Sharp la “epifanía de que la noviolencia no debe ser simplemente el código moral que rija la vida de un grupo de fieles”. Pero no se trata en este caso exclusivamente de un error de los autores, ya que el propio Sharp se atribuye este pensamiento. Los autores solo se limitan a citar sus palabras de una entrevista del año 2003.
Sin embargo, dado que Sharp comenzó sus investigaciones sobre la noviolencia tres décadas después de que Gandhi movilizara a millones de hindúes en enormes manifestaciones de resistencia noviolenta a la ocupación británica de la India, y cinco décadas después de que congregara a miles que se resistieron de manera noviolenta a las injusticias perpetradas en Sudáfrica contra los hindúes, período en el que el propio Gandhi advirtió y aceptó el hecho de que la mayoría de sus compañeros satyagrahas sólo entendían a la noviolencia como una política y no como un credo o código moral, Sharp comete un error evidente al atribuirse ese pensamiento. El propio Gandhi ya había dicho en un discurso de 1942: “Ahimsa [la noviolencia] es para mí un código moral, el aliento de mi vida. Pero no es bajo la forma de un código moral que la propongo a la India… La propongo ante el Congreso en tanto método a ser utilizado en la solución de problemas políticos”.
Teniendo en cuenta que Sharp estudió la trayectoria de Gandhi durante los primeros años de sus investigaciones, yo tiendo a pensar, por terrible que esto sea, que Sharp tiene una mala memoria sobre este punto, sobre todo porque se trata de uno de los núcleos de eterna discusión en el campo de la noviolencia. Por desgracia, los autores no se informaron lo suficiente como para detectar esta falsedad y fueron engañados por la atribución incorrecta de Sharp.
Pero el fracaso en el reconocimiento de los primeros pensamientos de Gandhi no termina allí. En el libro, David Moberg atribuye a Alinsky la idea de que la energía debe ser orientada a “objetivos concretos y alcanzables”. Además, los autores señalan que Rinku Sen afirma que fue Alinsky quien “estableció el antiguo principio” que indica que “la organización debe enfocarse en la obtención de cambios concretos e inmediatos” que alcancen los intereses de los afectados.
Bien puede ser que se trate de un principio o norma enunciado por Alinsky. Sucede sin embargo que Gandhi ya había formulado esto mismo en su Programa constructivo de 1941 —las demandas deben ser concretas, fáciles de entender y “dentro del campo de maniobra en el que el oponente pueda ceder”— y, por supuesto, había actuado siguiendo esos mandatos en muchas de sus primeras protestas. Esto es evidente, por ejemplo, en la lista de once demandas específicas que Gandhi confeccionó para la “Marcha de la sal” de 1930. Haciendo un comentario sobre la inteligencia de Gandhi, Sarvepalli Gopal hizo notar que estas demandas “habían sido astutamente elegidas para ganar la simpatía de todos los sectores sociales de la India”; (además, las demandas resaltaron la injusticia del imperialismo británico y constituyeron la clave de la independencia). Por otro lado, reconociendo la sabiduría de Gandhi, Narayan Desai también destacó que la gente se moviliza con más rapidez y efectividad cuando las demandas son específicas y concretas.
(Marginalmente, analizando el caso sudafricano, puede decirse que el Congreso del Pueblo que adoptó la Carta de la Libertad en 1955 fracasó en el reconocimiento de las demandas concretas y específicas de la gente común. Esto explica, en consecuencia, por qué las campañas del Congreso Nacional Africano no lograron movilizar la cantidad de gente necesaria para avanzar en la lucha por la independencia).
Otro ejemplo de atribución equivocada es la exposición de los autores acerca de cómo Sharp se “iluminó” y logró concluir que “la mayoría de la gente tiene concepciones inexactas sobre la naturaleza del poder político”, al que consideran monolítico. Sobre este punto, la deuda de Sharp con el filósofo francés Étienne de La Boétie es evidente, pero, una vez más, Gandhi ya había hecho la misma observación mucho antes que Sharp y sin gozar del conocimiento previo de la obra de La Boétie. Gandhi lo explicó en 1941: un estudio superficial de la historia ha llevado a concluir que el poder se propaga desde los parlamentos hacia el pueblo; sin embargo, la verdad es que el poder reside en el propio pueblo. En 1927 ya había asegurado que “gobernar a la gente sólo es posible en tanto la misma gente tolere, consciente o inconscientemente, ser gobernada” y en 1920 había argumentado que los gobiernos necesitan la cooperación de la gente y que, si esa cooperación se retirara, cualquier gobierno inevitablemente entraría en un callejón sin salida.
Uno de los problemas de este tipo de textos es que en general son escritos por académicos que no tienen experiencia en la acción noviolenta. Como consecuencia, muchas veces tienen apreciaciones equivocadas acerca de lo que es realmente importante para los activistas en la práctica. Por otro lado, habiendo dicho esto, tampoco hay garantías de que estas obras sean mínimamente sólidas desde un punto de vista teorético. Y esto, por supuesto, es un gran problema.
Dado que es uno de los cimientos a partir del cual se desarrolla el libro de Mark y Paul Engler, probablemente sea útil repetir brevemente los principales defectos estratégicos de la obra de Gene Sharp, identificados hace más de 20 años. En pocas palabras: no está basada en una teoría estratégica coherente; no hace ningún esfuerzo por definir el concepto de “voluntad” ni por identificar su importancia estratégica; está basada en la defectuosa teoría de “desarrollo de escenarios”; hace uso de una idea popular pero equivocada (difundida por Basil Liddell Hart pero también debido a una mala interpretación de la teoría guerrillera) que sostiene que el oponente tiene un punto débil (o varios) contra el que hay que concentrar los recursos; está basada en la concepción del poder de Étienne de la Boétie (inaplicable en las luchas modernas por la independencia, separadas epocalmente de los tiempos de la Boétie); fracasa en el reconocimiento y la explicación de la diferencia fundamental que existe entre el propósito político del oponente y sus objetivos estratégicos; tiene un enfoque pragmático del accionar noviolento hecho en términos de “ganancias y pérdidas” y arrastra una concepción negativa del oponente, cosas que son inconsistentes con la resolución de cualquier conflicto. Para una explicación en detalle de estos y otros defectos en la obra de Sharp véase The Strategy of Nonviolent Defense: A Gandhian Approach.
¿Cuáles son los méritos, entonces, del libro? Su fuerza radica en que los autores describen diferentes luchas noviolentas y logran transmitir con claridad el poder transformador de la noviolencia, al tiempo que resaltan algunas importantes enseñanzas aprendidas (aun cuando estas enseñanzas fueran aprendidas de manera diferente por activistas o incluso teóricos desconocedores de la literatura noviolenta). Esto hace que el libro sea estimulante, incluso para el lector general, al que le da la chance de entender los fundamentos teóricos de la noviolencia y de apreciar los frutos que se recogen cuando esta es llevada inteligentemente a la práctica.
Como se mencionó anteriormente, la debilidad principal del libro es su fracaso a la hora de identificar y luego explicar los orígenes de muchos de estos fundamentos teóricos. Por otro lado, tampoco hay que dejar de decir que el libro ofrece, de manera preocupante pero tal vez sin intención, una visión básica y distorsionada del concepto de estrategia.
Esto se debe a que la discusión sobre el accionar noviolento estratégico está reducida a unos pocos componentes de la estrategia. La mayoría de la atención se pone en los vínculos entre la organización estructural, la movilización de masas y la creación de comunidades alternativas, y otra parte considerable recae sobre el modo en el que se emplean ciertas tácticas. Entre ellas se incluyen aquellas que suponen disturbios e implican sacrificios, aquellas que plantean dilemas a las autoridades y a la policía y aquellas que polarizan e intensifican los debates. Hay también reiteraciones acerca de por qué la disciplina noviolenta es tan importante, por qué el enfoque de la “diversidad de tácticas” está mal concebido y por qué la violencia y el sabotaje son tan contraproducentes.
Sin embargo, muchos otros componentes y aspectos vitales de la estrategia noviolenta, demasiados como para intentar resumirlos aquí, son completamente ignorados en el libro. Incluso en el plano táctico, y a pesar de hacer comentarios al respecto en relación al bloqueo noviolento del Banco Mundial y de las reuniones del FMI en Washington DC en abril del 2000, el texto contiene el defecto de no distinguir claramente la diferencia entre el objetivo político y los propósitos estratégicos del accionar noviolento (cosa que, por otra parte, es para los activistas una fuente de tormento infinita). Véase al respecto ‘The Political Objective and Strategic Goal of Nonviolent Actions’.
Lamentablemente, sobre todo debido a que, como ya comenté en otro lugar, la noviolencia es tan poderosa que a veces puede funcionar más allá de una mala estrategia o incluso de una ausencia de estrategia, el libro en líneas generales se suma a los ya numerosos textos que ofrecen una pobre, y muchas veces incorrecta, guía para la lucha noviolenta. Sin duda no ofrece nada a aquellos —como por ejemplo los activistas de la China, Palestina, El Tíbet, Arabia Saudita o Estados Unidos— para quienes sólo una estrategia de liberación noviolenta sofisticada tiene chances concretas de triunfar.
No vamos a terminar con las guerras o a detener la catástrofe climática (dos imperativos críticos en este punto de la historia) o siquiera a hacer que la gente actúe como si las vidas negras importaran si nuestra estrategia no contempla todos los factores que impulsan estos problemas profundamente enraizados.
Mi recomendación es, básicamente, la siguiente: si quieren leer un texto inspiracional sobre el poder transformador de la lucha noviolenta, este libro es el indicado. Y si tienen interés en aprender a planear e implementar una estrategia noviolenta para sus propias luchas de liberación (e interiorizar todos los componentes estratégicos necesarios), pueden encontrar información al respecto en estas páginas web, recientemente creadas: Nonviolent Campaign Strategy y Nonviolent Defense/Liberation Strategy.
Si además desean formar parte de los movimientos mundiales para terminar con la violencia en todas sus formas, están invitados a firmar la petición online de ‘The People’s Charter to Create a Nonviolent World‘.
Como Mark y Paul Engler señalan en el subtítulo de su libro, la rebelión noviolenta está dándole forma al siglo XXI. Si esta rebelión, en todas sus formas, pretende tener un impacto contundente, la implementación inteligente de estrategias noviolentas abarcadoras, cuidadosamente diseñadas, será imprescindible.
Traducido del inglés por Mauro Haddad