La chilena Francisca Silva Bravo, protestó en tierra indígena contra la extracción del uranio con el que producen las bombas atómicas.
La activista del Movimiento Humanista caminó durante un mes por el desierto de Australia, para protestar de forma no violenta contra la construcción de una mina de uranio y un depósito de residuos radioactivos en tierra aborigen.
Junto la organización australiana Walkatjurra Walkabout – Walking for Country, los dueños tradicionales de esas tierras y activistas de todo el mundo, la periodista chilena recorrió alrededor de 300 kilómetros para comprender las desventajas de la energía nuclear y el problema hasta ahora no resuelto de sus residuos radioactivos, que ya han causado daños humanos y medioambientales irreversibles.
«Nos dicen que la energía nuclear es el futuro, pero no nos dicen que para producirla tienen que destruir la tierra de los pueblos indígenas, y menos que después no saben qué hacer con sus residuos radioactivos. Entonces hacer esta caminata, actividad propia del ser humano, me ha permitido comprender la lucha de los aborígenes, como también la importancia de frenar la industria nuclear en el mundo», aseguró Silva.
Según cuenta la activista humanista, Australia es un país que históricamente ha estado envuelto en la red nuclear del planeta y agrega: «en este país ya se han hecho tres pruebas de bombas nucleares destruyendo comunidades, flora y fauna de manera irreparable».
A pesar de que hoy cuenta con sólo una planta nuclear en operación, Silva sostiene que «actualmente Australia participa activamente del negocio de las armas nucleares vendiendo a países como Rusia, China, Reino Unido, Francia o Estados Unidos el uranio con que ellos luego producen armamento», y asegura que «son esos mismos países los que están presionando al gobierno australiano para que ahora construya un depósito de sus residuos radioactivos, en tierra aborigen».
Asimismo, destaca que existen muchas similitudes entre la situación australiana y la de Chile cuando se habla de la extracción de recursos naturales y el maltrato a los pueblos indigenas. «Caminé con la bandera del Pueblo Mapuche porque ellos llevan muchísimos años defendiendo su tierra y su tradición del Estado chileno, el que ha permitido la irrupción de las forestales extranjeras y, junto con ello, la sequedad de nuestros ríos y la destrucción irreversible de nuestro bosque nativo», sostiene.
Finalmente, concluye: «esta inolvidable experiencia me ha servido para reflexionar en torno a un futuro realmente sustentable para las nuevas generaciones, sin energía nuclear. Conectar con esta tierra, que ha sido protegida por más de 50.000 años por el pueblo aborigen, me ha llevado a una comprensión muy profunda respecto a una lucha mayor, la del fin del colonialismo y su violencia histórica en Australia, en Chile y el resto del mundo».