Por: Beatrice Quintana

Frecuentemente ausente del miedoso y excitado tratamiento que hacen los medios oficialistas en relación al Estado Islámico y los recientes atentados terroristas en Niza y París, yacen las menos conocidas razones detrás de la creciente violencia en Francia y el resto de Europa. Fuera de la irresponsable política exterior, incluyendo centurias de dominación colonial y, más recientemente, la serie de torpes intervenciones en el oriente medio, la política de integración de Francia debe ser examinada. Después de todo, los perpetradores de los recientes ataques fueron inmigrantes de primera y segunda generación de algunos de los más miserables “banlieues” de Francia. Tal como expreso recientemente Noam Chomsky en una entrevista para Truth-Out:

“Yo creo que debemos ser cautelosos al interpretar las reclamaciones de responsabilidad por parte de ISIS por ataques terroristas. Akbar Ahmed, uno de los más cuidadosos y entendidos analistas del Islam radical concluye que “la realidad es que aunque ISIS puede influenciar a estos musulmanes en términos generales, su ´animus´ proviene de su situación de inmigrantes no deseados en Europa, especialmente en Francia, donde aún no son tratados como franceses, aun habiendo nacido allí. La comunidad en su conjunto posee una desproporcionada población de jóvenes desempleados, con una pobre educación y vivienda, y es constantemente el objeto de humillación cultural. No es una comunidad integrada”.[1]

Mientras los violentos levantamientos que ocurrieron en los 1980 y 1990 en los suburbios de Lyon y París, y en 2005 en Clichy-sous-Bois fueron un claro indicador del resentimiento que fermentaba entre los jóvenes del banlieue, las respuestas del gobierno y de la prensa oficialista fueron inadecuadas y solo sirvieron para alienar aún más a aquellos que vivían en los márgenes de la sociedad francesa. En lugar de ver al desorden como respuesta a una marginalización de profundas raíces, la discriminación sistemática por parte de la policía y el fracaso del gobierno en responder al desempleo y la falta de oportunidades en las cités (viviendas populares), Sarkozy calificó a los instigadores de los desórdenes “des racailles” (basura) y prometió “lavar el lugar con una manguera”.[2] No solo fueron estos los más serios disturbios civiles vistos en Francia en casi cuarenta años, sino que apuntaban directamente al fracaso del llamado modèle d’intégration républicain (modelo de integración republicana).

En contraste con los modelos multiculturales anglosajón y norteamericano, que han permitido la expresión de distintas comunidades culturales y religiosas en la esfera pública, el modelo de integración francés ha acogido a los inmigrantes con la condición de que abandonen sus características culturales y lingüísticas distintivas, y que abracen una identidad y cultura francesa monolítica, basada en los principios universales de laïcité (laicismo), igualdad, y la separación de las esferas pública y privada.[3]

Sin embargo, debemos preguntar en qué medida la ciudadanía republicana incorpora el universalismo opuestamente a una articulación particularista e intolerante de valores nacionales. Un examen del trato que da Francia a diferentes grupos de inmigrantes, y aun de ciudadanos franceses de segunda generación, deja al descubierto la brecha entre la retórica de “aceptación al seno de la nación sin mirar el color”, y el tratamiento real que se da de los diferentes grupos de minorías étnicas. La naturaleza contradictoria de estos principios se hace aún más evidente a la luz de la reciente saga del ‘burkini’, durante la cual el Primer Ministro Manuel Valls proclamo que el atuendo era incompatible con los “valores de Francia y de la Republica”. Paralelos pueden también establecerse con el conflicto sobre el uso del velo, que comenzó en 1989 y culminó en la ley de 2004 prohibiendo la prenda en los colegios del estado francés. Mientras el yarmulke judío ha sido usado libremente durante décadas en los colegios franceses, el uso del velo era en cierto modo “ostentoso”, y las mujeres que lo usaban eran presentadas como víctimas de la opresión musulmana.[4]

Más aun, y sin profundizar más en las restricciones existentes para impedir toda forma de seguimiento étnico, las políticas en contra de la discriminación en Francia han sido extremadamente lentas en efectivizarse. A pesar de los numerosos informes del Alto Consejo de Integración durante los 1990 y comienzo de los 2000, que señalan claramente la desigualdad de oportunidades y la discriminación de las minorías étnicas, ningún cambio sustancial de política se realizó durante este periodo ni por los gobiernos de la derecha ni por los socialistas. Fue solo en 2005 que una directiva de la Unión Europea ordenó al presidente Chirac establecer la Alta Autoridad de lucha contra las discriminaciones y por la legalidad, un cuerpo independiente para tratar los problemas de la discriminación.

Tal vez es tiempo de reconsiderar los principios anticuados y tradicionalistas del republicanismo y de la pertenencia a la nación, que sirven para incluir a algunos mientras se excluye a otros. En lugar de crear alarmismo es de vital importancia reflexionar más profundamente en los eventos actuales siguiéndolos hasta sus raíces, y encontrar modos sustanciales de reparar el resentimiento y la rabia profundamente enraizado. El gobierno de Francia debe encontrar medios pacíficos de reducir toda futura violencia extremista, rectificando la que ha sido fundamentalmente una política de integración intolerante, indiferente a la discriminación experimentada por inmigrantes y resistente a adaptarse a la realidad multicultural de la sociedad francesa el día de hoy.


Beatrice Quintana se graduó recientemente en la Universidad de Manchester con un BA(Hons) en historia. Extractos de su tesis acerca de la política de integración en Francia y de la respuesta cultural desde el banlieue frente a la exclusión, han sido usados en este artículo. Ana creció en varios países (Inglaterra, Francia y Argentina) y posee una gran curiosidad por asuntos mundiales. Con una perspectiva humanista, busca llevar a la luz pública injusticias del pasado y el presente, particularmente aquellas perpetradas por los países occidentales, que Ana considera no han sido reconocidas suficientemente por la prensa oficialista.

[1] http://www.truth-out.org/news/item/37242-global-struggles-for-dominance-noam-chomsky-on-isis-nato-and-russia.

[2] Sarkozy et les banlieues, 19/20 Édition nationale, France 3, 31 Octobre, 2005. http://www.ina.fr/video/2954175001011/sarkozy-et-les-banlieues-video.html, [accessed 2 March, 2016].

[3] Charles Tshimanga, ‘Let the Music Play: The African Diaspora, Popular Culture, and National Identity in Contemporary France’, in Frenchness and the African Diaspora, ed. by Charles Tshimanga and Didier Gondola, (Bloomington: Indiana University Press, 2009), p. 264.

[4] Alec G. Hargreaves, Multi-Ethnic France: Immigration, Politics, Culture and Society, (Oxon: Routledge, 2007).