“Si la izquierda toda, olvidémonos del signo que sea cada uno, se uniera por un segundo, al status quo solo le quedaría de vida ese mismo segundo.”
La idea de esta entrevista nació hace varios años en Kiev, capital de Ucrania. Un amigo periodista, Andrey Manchuk, había conocido a Camilo Guevara en un viaje a Cuba gracias a la ayuda del Instituto Cubano de Amistad de los Pueblos. Allí Camilo contó algunas anécdotas de sus estudios en la URSS, demostrando un notable manejo del léxico vulgar ruso, entre otras virtudes. Pensé en lo interesante que sería hacerle un par de preguntas sobre la perestroika y las causas de la caída de la Unión Soviética.
Jamás imaginamos, en esos días, que en nuestra Ucrania se instalaría la nefasta ultraderecha nacionalista; que conocidos y amigos morirían en el proceso; que los libros de Andrey serían prohibidos y él, como muchos ciudadanos honestos, sería amenazado y perseguido.
Entre tanta locura, varios ideólogos nacionalistas afirmaron que el Che Guevara es uno de sus héroes ya que, según ellos, admiraba a la guerrilla nacionalista ucraniana y hasta aprendió de ella. Sentí eso como un agravio personal. Tuve ganas de hablar urgente con alguien de la familia del Che para que respondiese a esa infamia.
Tiempo después, invitado a Cuba por unos amigos luchadores por la paz colombianos, me acordé de esto y escribí a Camilo. Luego, tras unos cafecitos en su trabajo, en el Centro de Estudios Che Guevara, pensé que seria bueno convertir esta conversación en una entrevista y abordar no sólo la situación ucraniana, sino la de la izquierda latinoamericana y mundial.
Así se gestó esta conversación realizada por email, la que seguramente será un testimonio más de este confuso momento histórico, tan distante todavía de nuestros sueños. Siento estas palabras no sólo como opiniones, sino también como posible material de construcción de puentes entre los tiempos y los mundos, hoy fragmentados por el neoliberalismo.
Ernesto Guevara, padre del entrevistado —y tal vez también de una generación entera de quienes supieron despertar, soñar despiertos y poner sus vidas y sus muertes por un mundo mejor, sin pedir nada a cambio— es una de esas pocas personas que, sin alcanzar muchos éxitos tangibles en su momento, han logrado alumbrar a la humanidad con una luz que nos queda para siempre.
José Martí dijo, en un artículo escrito en el exilio, que «patria es humanidad». La mirada de Camilo Guevara nos parece un importante aporte en la construcción o el rescate de esta patria, porque simplemente le tocó, además de ser hijo del Che, ser un hijo común de un pueblo tan especial como el cubano. Es común, porque muchos en esta isla siguen caminando en esta dirección y tal vez es lo único que realmente importa.
Camilo, viviste y estudiaste en la URSS. ¿Cuáles fueron los momentos y experiencias que más te marcaron durante esa estadía?
El primer encuentro con Moscú fue muy especial, nunca se me ha borrado, y mira que tengo mala memoria. También fue el primer viaje fuera de mi país, estaba un poco eufórico, aunque creo que no se notaba.
Lo que conocía hasta entonces de la Unión Soviética era por medio del testimonio de otros y la información obtenida en los medios, sumado a algo de la literatura soviética y pre soviética, principalmente rusa, y muchos filmes y documentales. Incluso, llegué a tener profesoras de ruso cuando estudiaba en los Camilitos. Todo esto era como un reflejo, algo etéreo. Nunca había estado en Rusia, y realmente tenía una imagen muy edulcorada e irreal de ese gran país.
Llegué a Moscú en septiembre del 81, con apenas diecinueve años. Tú sabes lo que eso implica. Estaba lleno de aspiraciones, algunas mundanas, otras más elevadas. Esa noche fue fresca, casi fría, y al respirar el aire de Moscú tuve una rarísima sensación. Tenía una idea cercana de cómo debían ser las cosas, esas que se pueden tocar y ver, pero me faltaba probar los olores, respirar el aire, sentir las estaciones. La llegada de nuestro grupo no fue para nada interesante. Más bien pasamos inadvertidos, sin bombos, ni platillos. Sin embargo para mí fue, como ya dije antes, muy especial.
Después tuve momentos muy gratos que recuerdo con calidez. Vivencias que marcan mucho. Un sinfín de cosas que si no las hubiera vivido seguro sería hoy otra persona.
Siento un gran afecto por aquel pueblo que fue tan hospitalario, solidario y cariñoso con los cubanos. Su historia, su literatura, su arte me son caros. Siento como míos sus fracasos y victorias. Los llegue a querer como a los propios.
La restauración del capitalismo en los países de la ex Unión Soviética ha sido una sorpresa para toda mi generación. No sabíamos que, ya a principios de los 60, el Che advertía sobre este riesgo. ¿Ha sido una sorpresa para ti lo que pasó?
Sí, porque los pronósticos, por muy bien fundados que estén, dependen del resultado de un millón de factores. Estamos hablando de una gran nación que desarrolló una revolución autóctona y épica contra viento y marea. Que venció a las hordas nazi fascistas a costa del sacrificio de su pueblo, haciéndole un favor impagable a la humanidad. Los soviéticos realizaron hazañas de diversa índole y en infinidad de campos. Soy de los que creen que ni los críticos o enemigos más objetivos o viscerales de la URSS se esperaban algo así. Siempre tuve la convicción de que no había fuerza capaz de destruir tan enorme obra. Subestimé la burocracia política, la acumulación de errores y la influencia capitalista en la mentalidad de algunos dirigentes.
Se precipitó una avalancha que estuvo acumulando energía por mucho tiempo. El descrédito creciente del proyecto socialista soviético y de un aletargado partido comunista, alimentó el escepticismo reinante y trajo, como consecuencia, una desidia suicida. Pienso, aunque no sirva de mucho, que en este caso en particular hubieran podido solucionarse ciertas cosas yendo por un camino diferente. Todo esto queda en la especulación. Aun así soy de la opinión de que, efectivamente, se podía y se debía transformar, pero sin caer en el caos.
El Che lo que advertía era que en la URSS ya se estaba conviviendo con el capitalismo. Ante todo, trataba de prevenir a los revolucionarios de esta situación, porque veía que ese estado de cosas podía hacer reversible el intento de crear una sociedad más justa y humana. Entendía el daño que esto podía traer para las fuerzas progresistas a nivel mundial. Al fin y al cabo, la Unión Soviética fue el gran referente ideológico para muchos por mucho tiempo.
¿Cuáles crees que fueron las principales debilidades o contradicciones del socialismo soviético que posibilitaron su derrumbe? Dentro de la izquierda post soviética se suele reducir la cuestión a la discusión entre el trotskismo, el estalinismo y la critica a éste último, pero, ¿existirá algo más de fondo?
Yo creo que todavía hay que hacer un análisis lo más científico posible. Es decir, despojado de cualquier atisbo de sentimentalismo o afinidad ideológica para llegar a un resultado más o menos preciso. No abogo porque se aborde este tema sin perspectivas militantes o de clase, eso es imposible, sólo pido que se vea como una experiencia que se debe desnudar, radiografiar, auscultar hasta el último e insignificante pedacito para descubrir las raíces de lo que estuvo mal o bien, porque esa experiencia es, quizás, en una versión mejorada, la única forma que existe de salvarnos como especie.
¿A quién le toca esa responsabilidad? Simple, a los que están convencidos de que el capitalismo es barbarie y que es un momento histórico que se debe superar.
Muchos pensaron que el socialismo era la solución pero, ¿cuál socialismo? No es el mismo el que empezaron los bolcheviques con Lenin, que el de los soviéticos con Stalin. O el vietnamita, el chino o el cubano. El socialismo se ha adaptado a las características de cada lugar ora mostrando deslumbrantes avances, ora desalentadores retrocesos, por tanto puedes encontrarte una gama muy amplia de opciones, tanto que sería licito preguntarse si alguno o, tal vez todos, nunca han llegado a ser tal, sino un pálido reflejo de lo que se pudiera obtener. Por lo tanto, encuentras una gama muy amplia de opciones que, probablemente, apenas constituyan un formidable esfuerzo que no llegó a florecer en su totalidad. Es decir, hay que depurar cada experiencia, sin temor. Deberíamos discernir qué estuvo bien y qué no, teniendo como base al humanismo revolucionario y los valores que nos hacen nobles. Tenemos el deber de convertir las nuevas experiencias en algo cien por ciento positivo, que es como podrían funcionar y perdurar en el tiempo.
Si todo se redujera a una simple discusión entre trotskistas y estalinistas, hallar la solución sería relativamente fácil. Me temo que el asunto es mucho más complejo. Pasa por solucionar un cúmulo inmenso de interrogantes económicas, psicosociales, políticas, en fin, de todo tipo, que amenazan el normal funcionamiento de una nueva sociedad, que para colmo, en sus profusos intentos de formación nunca pudo dormir en un colchón de pétalos, sino más bien de espinas, asediadas de un aluvión de dificultades y urgencias de muy compleja salida. Así y todo, de las experiencias en cuestión, hay mucho de lo que se puede estar orgulloso.
No obstante los evidentes reveses, debo decirte que no hemos sido testigos del fin. Se desarticularon ciertas experiencias porque se alejaron de la esencia. Pero se darán nuevas revoluciones. Algunas repetirán errores, otras serán mejores. Así, poco a poco, llegaran las verdaderas. Creo, sinceramente, que las respuestas pueden encontrarse por diferentes caminos, porque cada caso será peculiar, aunque deberán cumplir algunos parámetros imprescindibles, como ser alternativa al capitalismo, tener espíritu de comunidad, ser profundamente humano, ser solidario, noble y justo, ser racionales, etc.
La ultraderecha nacionalista ucraniana, que tomó el poder en Kiev, en múltiples publicaciones y en su discurso oficial ha asegurado que el Che fue un admirador de la guerrilla anticomunista del Ejercito Insurgente Ucraniano (UPA), aprendió de ellos la táctica, en la batalla por Santa Clara fue asesorado por ellos y hasta invitó a su líder Stepán Bandera para participar en la lucha contra Batista. Creo que sería importante que lo comentaras.
Eso es absolutamente improbable y burdo. Claro que no es ingenuo. Se trata de utilizar el poder de convocatoria del símbolo que representa el Che en beneficio para la reacción. Lamentablemente hay mucha gente crédula dispuesta a creer cualquier estupidez sin detenerse ni un segundo a pensar. Esto lo saben muy bien los reaccionarios y se aprovechan de ello.
Esto no es casual ni aislado. Me contaron una vez que en una manifestación neo fascista, en Italia, aparecieron pancartas con la imagen del Che. Yo, creyendo que era cosa de la izquierda para enfrentar dicha manifestación, le pregunté a mi interlocutor «Se formó tremenda bronca, ¿no?» Él me sacó del error diciéndome que los fascistas habían llevado las pancartas como parte de su identidad, de su liturgia. Eso en parte es fruto del constante intento de separar la historia y el pensamiento del Che de su imagen, la que ha tenido una divulgación muy peculiar y universal.
Es frecuente este tipo de maniobra táctica. Confundir es una herramienta muy eficaz para acercar a su orilla a las masas, que son las que determinan el curso de los acontecimientos. Suelen ser inescrupulosos y burdos, el fin justifica los medios. Con el pasar del tiempo es posible, logren o no sus objetivos, que aclaren cínicamente que la mentira era necesaria por un bien mayor. Y probablemente ese bien mayor y común termine esclavo en las manos, como es costumbre, del pequeño grupo de privilegiados.
No critico el sentimiento genuino de alguien por su tierra. Es algo que, a ésta altura del desarrollo de la civilización, es natural. Los cubanos conocemos muy bien esto. También hemos visto «patriotas» que, con tal de enfrentar el supuesto mal que acecha a la patria, se entregan en cuerpo y alma al primero que les prometa villas y castillas. Y, de ser necesario, entregan a la patria también.
Siempre hemos sido muy celosos de nuestra soberanía e independencia. Son cosas sagradas por la que murieron muchos cubanos a través de los siglos. Esto nos hace ser lo que somos hoy. Un insigne del siglo XIX fue el querido General mambí Antonio Maceo, conocido como el Titán de Bronce. Lo traigo a colación porque imagino que su entereza y sapiencia pueden ser útiles para los ucranianos, a pesar de las grandes diferencias que nos separan. Maceo dijo, ante la posibilidad de que Estados Unidos nos «ayudara» en la lucha contra la Metrópoli española, que era contra quien combatían los cubanos en aquellos momentos: «todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos, mejor es subir o caer sin su ayuda, que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso». A la OTAN no le importan la independencia ucraniana ni los ucranianos. Están expectantes porque necesitan esa plaza por sus riquezas y posición geográfica, y si se las dejan en las manos, verán qué difícil será sacarlos de allí. O saldrán cuando la dejen en tan mal estado que sea imposible reconstruirla en corto plazo, lo que traería muchos males al pueblo ucraniano. Ojalá aprendan de Irak, Libia y Siria.
Me impresiona y conmueve el cariño que todavía, y a pesar de la traición de los líderes de la Perestroika, tienen los cubanos hacia nuestros pueblos, que para Uds. siguen siendo el pueblo soviético. ¿Cómo ves los últimos acontecimientos y la actual guerra en Ucrania? ¿Cómo ha sido posible?
Siento a veces una gran impotencia viendo cómo se manipulan los sentimientos de una nación en beneficio de los imperios. Es evidente que la guerra en Ucrania es contra Rusia. Puede ser muy molesto para un patriota verlo o que otros lo vean así, pero es la verdad. Al menos es como yo lo percibo.
Toda esa zona que ahora puede estar dividida por fronteras fue la cuna de las tres naciones eslavas que, en su época, se unieron a las repúblicas soviéticas. Sus relaciones datan de mucho antes de constituir, según el caso, un imperio o un país. Sus sangres y culturas están mezcladas. Han sido mucho más tiempo aliados, hermanos, que oponentes o adversarios. Por esto y otros factores políticos e históricos, no puedo entender cómo permiten que intereses foráneos los contrapongan.
Hubo un instante post soviético donde existió un equilibrio frágil, pero equilibrio al fin, entre fuerzas que veían la solución a sus problemas en puntos cardinales opuestos. Haciendo una labor de zapa, el occidente, llamémosle así aunque no es exacto el epíteto, fue confabulándose con sus acólitos regionales para cambiar el estado de cosas y dar un golpe de estado. Inmediatamente empezaron a intentar aplastar la posible reacción con terror, con propaganda nacionalista, racista, campañas al estilo fascista. Como resultado estalló la caldera, y con ello se dieron las diferentes propuestas de las poblaciones en estos territorios en pugna. Incluso se proclamó la independencia de algunos.
El llamado nacionalismo es un extremismo dañino que alimenta las más bajas pasiones. No es casual que fueran aliados de los alemanes en la Segunda Guerra mundial, ni que sus discursos y propagandas sean tan retrógradas. No tienen nada que aportar a los valores positivos que han sido reconocidos universalmente.
Rosa Luxemburgo, pienso que injustamente, culpaba a Lenin por haber creado el nacionalismo ucraniano. Es evidente que llegaron a constituir gobierno por la independencia que le llegó a Ucrania, dada la expresa voluntad de los revolucionarios bolcheviques encabezados por Lenin. Ella, una voz autorizada por ser polaca, revolucionaria y una muy lúcida intelectual (vivió y fue asesinada en Alemania), decía, en otras palabras, que los ucranianos nunca habían tenido un estado propio y que era innecesario crearlo artificialmente. Mejor era aprovechar la circunstancia para sumar ese territorio, en el que convivía una nación de origen étnico e idiosincrasia eslava, a Rusia que, como se sabe, estaba en revolución. Lenin no aceptó la idea porque una revolución no puede pasar por alto la voluntad de un pueblo, de una nación. Si esto sucedía tenía que ser notoriamente democrático. Y fíjate que Ucrania era tan importante para los revolucionarios rusos que Lenin aseguraba que no podían crearse las condiciones propicias para fundar el socialismo sin la cuenca de Donetsk, y se conoce bien el papel estratégico que jugaba toda Ucrania en las guerras desatadas contra Rusia. Aun así decidieron darle la independencia.
Más allá de cualquier otro análisis, el hecho cierto es que hoy son un estado por aquella circunstancia, y no se ve la menor señal de que los rusos puedan cambiarlo o de que estén interesados. De lo que menos precisan los rusos es de tierras. Sí seguridad, y eso se resuelve con pactos, con buena voluntad. Por lo tanto, no entiendo como un verdadero patriota puede apoyar este conflicto torpe que, además, puede generar incalculables consecuencias para toda la zona. ¿No sería más beneficioso tratar de llegar a acuerdos sensatos, con el fin de distender los ánimos? Estoy seguro que toda la comunidad internacional, la rusa y gran parte de la nación ucraniana lo verían con buenos ojos. Me refiero, sustancialmente, a los pueblos, ya que es conocido el interés de ciertos poderes y de sus representantes locales por acercar la guerra a las fronteras rusas.
Este tipo de problemas no se resuelven fácilmente. Se necesitan tino y paciencia. Hay que llamar a la cordura. Hay que estar dispuesto a abrazar con las manos limpias, sin dagas escondidas. Cuando se desatan las pasiones más insanas se cometen tantos errores y crímenes que importará poco quién tuvo o no la razón. El daño ya estará hecho, y las principales víctimas serán el pueblo ucraniano y el ruso. Nunca se debe olvidar algo que en Cuba se le dice mucho a los niños: «el que empuja no se da golpes».
Los medios de comunicación, auto-asignándose el rol de ojos del mundo, durante por lo menos un par de décadas, han anunciado casi a diario la inminente caída del sistema cubano. ¿Por qué al socialismo cubano no le pasó lo mismo que a los «socialismos reales» de Europa, que desaparecieron tras la caída de la URSS?
No afirmo que mi respuesta sea la más correcta, pero intuyo que se trata de que nuestra joven nación tiene un intenso deseo de existir como tal. El proceso de colonización dio origen a una nación no homogénea en lo étnico y en lo religioso. Sin embargo si lo es en lo cultural, aunque es una cultura que admite las influencias, sin dogmas que fundamenten un único modo de ser. Esto es lo que mayor peso aporta a nuestra identidad. Aquí incluimos el idioma que, como sabes, es el mismo para todos los cubanos. Somos un pueblo unido en la adversidad. Nuestra existencia está amenazada porque nuestro segundo colonizador (EUA) no acepta la idea de la independencia y soberanía en un país tan cercano y pequeño que, además, se le ha enfrentado con éxito demasiado tiempo. Eso nos hace estar a la defensiva. Y, cuando nos relajamos, el imperio nos recuerda con cualquier acto, por muy insignificante, que eso es fatal. Por otro lado nuestra historia nos llevó a enfrentarnos a la disyuntiva de ser, en el mejor caso, un protectorado, o algo similar, sujeto a los caprichos de alguna «gran» nación, o ser una república de hombres y mujeres libres que tienen y defienden sus propios intereses. Los burgueses en Cuba existieron. Incluso algunos fueron exitosos en los términos en que ellos lo comprenden. Es decir, tenían propiedades, recursos financieros, etc., pero no eran una burguesía con un proyecto nación. Sus intereses estaban estrechamente ligados a los de terceros, casi siempre a los de los yanquis, que por ser mil veces más poderosos y por añadidura el referente ideólógico, los relegaba a ser una especie de sucursal.
Esto puso a preclaros cubanos a pensar, y decidieron hacer algo que nos llevara a puerto seguro, sin traicionar los ideales fundacionales de nuestros antepasados independentistas. Por eso auténticos revolucionarios (algunos antes de que Fidel naciera) ya veían como camino coherente a seguir el del socialismo y la revolución armada para darle un porvenir a la nación y deponer el status quo imperante en ella.
Eso explica por qué al caer la URSS y en general el campo socialista, Cuba siguió luchando por esos ideales. Ellos eran un referente, pero no fueron la razón única por lo que nosotros queríamos y queremos seguir intentándolo. Las condiciones son realmente difíciles y pueden empeorar pero, aún si se diera la más pesimista variante y no fuéramos capaces de lograrlo, eso no significa que otros no lo harán en el futuro. Aunque no lo acepten los enemigos del socialismo, es imposible frenar el cambio. El capitalismo no puede aliviar sus contradicciones eternamente, y entre más tiempo se posponga el salto, más difícil será restablecer el equilibrio y más amenazada estará la existencia del ser humano.
El socialismo como experiencia práctica es un bisoño. Raro sería que desde un inicio fuera totalmente exitoso. Toda la historia de la humanidad nos dice que así no se dan las cosas. Para alcanzar el conocimiento hay que experimentar, y esto admite, implícitamente, el error y el próximo ensayo, hasta que se alcance la meta. Y cuando se alcance tendremos nuevos retos y habrá que darles solución.
Desde sus enormes logros y numerosos problemas sin resolver, ¿cuáles crees que son los principales riesgos y desafíos del pueblo cubano en este momento?
Lo primero es sostener y desarrollar exitosamente el proyecto nación del que ya hablé anteriormente, lo que es sumamente arduo porque las condiciones no son las propicias. Esto implica subsistir como nación, lo que, a mi juicio, solo puede ser dado en un proyecto económico, político y social, alternativo al capitalismo, como lo dicta nuestra historia.
A ello se le añaden las renovadas relaciones diplomáticas con EUA que son un desafío inédito para ambos. Es primera vez que, como país independiente, tenemos este tipo de relaciones con ellos. Han sido bastante sinceros al admitir que no han cambiado de objetivos respecto a la Cuba revolucionaria. Solo están evolucionado, probando nuevos métodos para conseguir el ansiado fin, que es borrarnos. No tengo muy claro que nos «empujó» a dar este paso. Supongo que es demostrar nuestra voluntad de diálogo. Se hizo un esfuerzo mundial para que ellos cambiaran su postura intolerante. En el acto quedaron aislados y en una maniobra política que no es vano calificar de inteligente, se presentan con una contrapropuesta. Consiguientemente, el que hayamos aceptado el reto debe tener algún peso en política y, naturalmente, alguna pretensión económica. En todo caso, me parece que tratar de alzar una relación constructiva, respetuosa entre iguales, mutuamente ventajosa, que en última instancia es el fin lógico de las mismas, constituirá una hazaña, si es que en algún momento se logra algo que tenga alcance.
Por nuestra parte hay muchos reclamos legítimos que ellos no están muy dispuestos a satisfacer, y como son un imperio también pretenden exigirnos otros de naturaleza absurda, para equilibrar la balanza. Así que nos encontramos en estos instantes en un tipo de limbo que no se cómo se va a resolver. Confío en nuestros diplomáticos y gobierno, que en circunstancias adversas han obtenido triunfos muy importantes. Espero que esta vez sea igual, a pesar de mis dudas.
Otra tarea urgente es la de ayudar a fortalecer la alianza caribe latinoamericana y la integración. Esto es aún más complicado, ya que hay fuerzas poderosas que hacen hasta lo imposible por sembrar la discordia en nuestro continente. Y como la correlación de fuerzas es cambiante y el camino que tome una u otra nación depende, a veces, de voluntades ajenas a las fuerzas progresistas en su conjunto, en ocasiones la alianza integracionista se debilita.
El imperio cuenta con aliados de clase e ideológicos en Latinoamérica y el Caribe y está volviendo a poner en su agenda, como prioridad, lo que han considerado como su patio desde que surgieron como nación y para eso se utiliza todo tipo de recursos. Ahora con más fuerza, porque pretenden desarrollar el bloque del Pacifico, argucia que le permitiría asegurar un gran mercado y aliados en detrimento de China y otros competidores o enemigos jurados. Con el estimulo que representa ese proyecto en potencia, hacen las delicias de sus acólitos en el área, y lanzan promesas al aire que más de un ingenuo escucha con atención.
Al mismo tiempo, veo imprescindible fortalecer las relaciones políticas y económicas con el resto del mundo. Desde lo político, veo que debemos jugar un papel activo en todos los foros internacionales defendiendo las causas más justas y loables. Se debe mantener e incrementar nuestro apoyo en la medida de lo posible a todos aquellos países que nadie más ayuda y en los que se encuentren nuestros médicos, maestros y técnicos, porque debemos defender el principio humanista de hacer el bien, sobre todo, a los más necesitados. Pero no como un acto politiquero, sino como un acto de entrega, de sacrificio por los demás, entendiendo que con ello crecemos, mejoramos. Si creemos que un mundo mejor es posible y que debemos alcanzarlo, entonces debemos predicar con el ejemplo y hasta ahora es lo que hemos hecho.
Mirando la historia como un proceso de aprendizaje constante, ¿qué cambios se necesitan hoy en Cuba para defender su opción socialista?
No sé si existen recetas o verdades absolutas en este sentido. Los cambios a realizar deben estudiarse casuísticamente con mucho cuidado y, a la vez, con audacia y sin caprichos. Debe prevalecer la lucidez en las distintas propuestas que se hagan. Deben tenerse en cuenta la sapiencia y la voluntad popular, y la de nuestros técnicos y profesionales en la materia.
Tomar decisiones en este sentido conlleva una enorme responsabilidad. Es muy delicado y peligroso si no se hacen las cosas de forma racional y con una gran dosis de prudencia. Por eso admiro a aquellos que, conscientes de esto, toman decisiones asumiendo el peso de la crítica y de las consecuencias.
Con independencia de esto, yo quisiera que se explore más en una dirección donde se le den oportunidades reales a la empresa socialista, comunitaria, despojándola de tecnicismos caducos. No se puede pensar en cambiar algo dejándolo prisionero de un traje que le queda pequeño, de mecanismos obsoletos y, al mismo tiempo, ponerlo a «competir» con una empresa privada a la que dejas las manos libres para que haga y deshaga a sus anchas. Se puede asegurar que el balance será a favor de los privados en detrimento de un potencial que la empresa pública no podrá demostrar. Deseo que se experimente sin miedo, haciendo al pueblo partícipe de esto sin dar falsas esperanzas. Que la gente sea consciente de que puede errarse y, si ese fuere el caso, que tendríamos como opción retomar las cosas desde el inicio para reintentarlo de otras maneras, sin abandonar nunca nuestros sueños y esperanzas.
A veces, ir a lo supuestamente seguro, como darle oportunidad a las relaciones de producción capitalistas, puede significar un retroceso irreversible que cree las bases para que nos convirtamos, una vez más, en un tipo de colonia yanqui. En esto veo un gran peligro. El otro es que se posponga el proyecto nación cubano, que tanta falta hace, como una propuesta más, al mundo.
Aquí en Latinoamérica vivimos un momento de grandes dificultades para los gobiernos llamados progresistas. Entendiendo que se trata de realidades y situaciones muy diferentes, ¿cuál te parece el problema más urgente que debería resolver la izquierda regional?
Sin proyecto alternativo, sin plataforma revolucionaria, ¿qué puedes proponer? Más de lo mismo. Es imprescindible, primero que todo, tener ese proyecto alternativo. En el caso de tenerlo, es primordial hacer un análisis crítico del mismo que permita descubrir las debilidades o inconsecuencias para transformarlo en algo realmente revolucionario. Una vez puesto en marcha se debe corregir constantemente el tiro, porque no hay empresa humana perfecta.
Las buenas obras se pueden hallar en muchas partes, pero un proyecto atinado y equilibrado es muy difícil de encontrar en la actualidad. Es necesario darle a esto continuidad, hacerlo eficiente, justo, racional, un ideal. Está claro que es relativamente fácil hablar de los defectos, propios o de otros. Lo difícil es concebir un plan de acción para superarlos.
Otra dificultad que enfrenta la izquierda, yo diría mundial, es el tema de la unidad. No por gusto Marx lanzó la consigna «Proletarios de todos los países del mundo, uníos». En la historia, todos los imperios han seguido la máxima del «divide e impera». La desunión carcome el potencial que resulta del hecho de que la explotación y la opresión son cada vez más globales y crean en cada instante, más y nuevas víctimas y, en contraposición, disminuyen los privilegiados.
Uno de los logros más impresionantes de la revolución cubana ha sido alcanzar la unidad de nuestro pueblo. La desunión fue el talón de Aquiles de todos los movimientos revolucionarios, incluidos los del siglo XIX, que precedieron a la revolución del 59, dirigida por Fidel, y el movimiento 26 de julio. Antes me preguntaste por las causas que hicieron posible nuestra sobrevivencia ante la desaparición del campo socialista. Bueno, una causa importante que olvidé subrayar es ésta, nuestra unidad como pueblo.
Si la izquierda toda, olvidémonos del signo que sea cada uno, se uniera por un segundo, al status quo solo le quedaría de vida ese mismo segundo.
Entre tanta izquierda renovada y arrepentida, que desde hace mucho dejó de ser izquierda y esa otra, que se ve atrapada en el dogmatismo de ayer, las nuevas generaciones buscan nuevos caminos. ¿Cuáles crees que serían las principales diferencias del socialismo de este siglo con respecto al del siglo XX?
La fundamental diferencia es que deben ser verdaderos. Si miramos atentamente los disímiles modos de producción que se han sucedido en la historia de la humanidad, veremos que surgieron unos dentro de los otros. Se supone que el socialismo rompe con esa regla. Es el puente en sí mismo. Es un periodo de transición para llegar a un fin que suponemos es el comunismo. Algo que nunca se ha logrado alcanzar, aunque algunos pensaran que lo vivieron en algún momento por haber suficiente para todos, distribuido con cierta justeza. Pero el comunismo es mucho más que una correcta distribución de las riquezas, una sociedad sin crisis y sin clases en una lucha perenne a muerte. El comunismo implicará una forma de vivir y ser diferentes, que retroalimente a una sociedad donde prevalezca una moral y ética guiadas por la solidaridad omnímoda entre los seres, donde la norma sea actuar dirigidos por principios y valores verdaderamente humanos, donde el trabajo no represente la carga de la subsistencia, sino goce espiritual. Sin esas cualidades ¿qué sería la nueva sociedad?. No podemos olvidarnos que la meta es el comunismo y no el socialismo. Este último representa una etapa que se debe superar para llegar a la ansiada cumbre.
Nadie ha dicho que esto cae como maná del cielo. Para lograrlo hay que luchar muchísimo y trabajar arduamente. Los poderosos no sufren arrebatos de conciencia. No cambian los órdenes establecidos por ellos porque murieren niños de miseria. Duermen plácidamente. Ellos son fruto y consecuencia de las relaciones de producción que los crea, y es su naturaleza de clase la que les indica cómo actuar. Son más o menos despiadados según el nivel de la resistencia, si están o no acorralados, si son más o menos maduros como clase. Significa esto que dejan de ser clase en sí, para convertirse en clase para sí, esa que detenta el poder e intenta perpetuarse en la subjetividad ideológica. Tienen a sus filósofos de la opresión, subordinan el aparato del estado y los gobiernos para suprimir todo lo que le sea contrario y adverso. Sin embargo tienen una gran debilidad: a diferencia de nosotros, no les está permitido vivir sin su enemigo de clase ya que es el verdadero sostén de su existencia. Sin plusvalía no hay capitalismo. Por lo tanto, hay que arrebatarles el poder, destruir sus formas de sustento económico (plusvalía) e ideológico, aplastar sus ejércitos, los mecanismos generadores del orden establecido, etc.
Se cree que en algún caso esto podría lograrse en relativa paz, pero yo pienso que, en la medida que las revoluciones se radicalizan, maduran y realizan acciones efectivas para desarticular el sistema anterior, se hace evidente que las convulsiones y pataleos de un moribundo pueden ser letales. O vence la clase que representas o se da, inmediata o lentamente, la restauración del opresor depuesto, con todo y lo que esto implica. Esta es la etapa de la reacción más violenta.
Una última cosa al respecto, todas o casi todas las revoluciones auténticas han tenido un periodo de florecimiento, después de haber superado grandes obstáculos, que permitía pensar que todo iba a marchar en esa misma dirección, y después han tenido que vivir realidades, por causas internas, externas o ambas, que las obligan a cambiar de rumbo. Soy optimista, por lo que creo que las más genuinas, que han sido el resultado de una verdadera necesidad del pueblo, son las que están en mejores condiciones para sobrevivir. La cubana es una de ellas.
Para mi lo más revolucionario en el pensamiento del Che es su idea del hombre nuevo. Siento que si no se sueña y construye este hombre nuevo: coherente, solidario, sin miedos ni dobles estándares, libre de las pequeñeces que nos inculca el sistema capitalista todos los días, ningún cambio económico tiene sentido. Tal vez el fracaso del modelo soviético es la prueba más contundente de eso. ¿Desde dónde crees que nace o se construye este hombre nuevo?
Antes y después de nuestra era, incluyendo a Cristo en la selección, han brillado muchos hombres y mujeres que han descollado en su tiempo por virtudes excepcionales que los separan del resto y los convierten en ejemplo a seguir. Eventualmente fueron heraldos de nuevos tiempos, de nuevos valores, de actitudes más humanas, esperanzadoras, que sus contemporáneos hubieran querido ver más extendidas. Es natural que se creyera que la proliferación mecánica de sus virtudes en la sociedad era una posible solución a los males de la misma.
Por otra parte, estos paradigmas eran un testimonio excepcional de que es posible llegar a ser diferente, aun cuando las condiciones no fueran las idóneas. Estaba presente la voluntad del ser humano de enfrentar el medio. Quizás estos modelos de vida han sido la génesis, pero el concepto del hombre nuevo que manejó el Che, tiene un origen más actual y científico. Muchos revolucionarios y entre ellos figuran, con preeminencia, los clásicos del marxismo, le dieron un peso específico a la labor transformadora del ser en la sociedad. Se veía como un diálogo fluido e intenso entre el individuo y el todo, ya que la sociedad no es una entelequia conceptual. Es el conjunto de las voluntades conviviendo en comunidad, y en una socialista se supone que la retroalimentación debe ser más armónica.
Los soviéticos también otorgaron espacio al sueño de un hombre nuevo en las primeras etapas de la revolución, pero este quedó maniatado en las madejas del stalinismo. Al menos eso afirman algunos. Lo que tengo entendido, sin estar muy seguro, es que hasta el Che nadie amasó tanto la idea, ni fue tan consecuente con la misma desde el plano teórico y práctico, de tal forma que no solo soñó con lo que es más o menos obvio para los que tengan fe en el mejoramiento humano y entiendan que no podemos quedarnos estancados en lo que somos hoy, sino que intentó construirle un hábitat, una sociedad y economía que fueran capaces de reproducirlo. También actuó de manera consciente en la conformación de la subjetividad de ese individuo y su educación. Lamentablemente le faltó tiempo para indagar más, para amasar mejor la idea.
Este concepto de «hombre nuevo» sólo tiene sentido en una sociedad socialista o comunista. Hay una dependencia insalvable que los constriñe a una simbiosis. La sociedad «obligaría» a actuar según un albedrío cultivado, consciente de las necesidades. Las posibilidades se harían más amplias en la medida que se desarrollara la sociedad como resultado, a la vez, de la acción del individuo. Para el Che todo este acto, sin una ética humanista y solidaria estaría inconcluso, no sería una feliz concepción y hacía hincapié en ello. Obviamente, en tanto se fuera consolidando la sociedad comunista, muchas de estas exigencias se harían innecesarias, ya que la armonía resultante traería «automáticamente» a la vida al hombre nuevo.
Es decir por una parte una sociedad justa, armónica, humana, y por otra el individuo, centro y fruto de esta, con capacidad para auto perfeccionarse y rectificar lo mal hecho, lo contradictorio. El curso si fuere necesario. Es algo que podría parecer muy utópico o teórico y, sin embargo, él y otros compañeros intentaron construirlo. Hoy todavía hay destellos de ese hombre nuevo, reflejo vigoroso del actuar de la revolución en el espíritu del individuo. Los ves, por sólo citar un ejemplo, en los muchos médicos que hacen misiones internacionalistas en lugares remotos del continente africano, de América Latina o de cualquier otra parte del mundo, que arriesgan su vida cada día, por salvar la ajena.
¿Cuáles son los posibles puntos de encuentro y aporte mutuo entre el Centro de Estudios Che Guevara cubano y los movimientos y organizaciones sociales de otros países?
Nosotros somos un centro de estudios modesto que tiene vínculos con muchas entidades en el país y en el mundo, que no pretende abarcar más de lo que puede. Hacemos un esfuerzo para aportar con el fruto de nuestra labor a la profundización del estudio y divulgación del pensamiento y la obra del Che, para que sea conocida en toda su extensión y magnitud. Realizamos un trabajo académico que abordamos con objetividad y rigor científico. Somos parte del proyecto de la UNESCO «Memoria del Mundo» por tanto nuestro acervo es un patrimonio de reconocida importancia que puede ser útil a muchos. En fin somos una institución que quiere aportar su granito de arena en la transformación del mundo hacia uno mejor. Si eso nos hace afines y compañeros de lucha de los movimientos y organizaciones sociales es un privilegio, y estamos dispuestos a compartir con ellos este patrimonio enriquecedor.