Fue un salto frustrado. La madrugada el pasado sábado las fuerzas marroquíes abortaban las intenciones de un numeroso grupo de migrantes dispuestos a franquear la valla de Benzú para acceder a España.
La imagen de jóvenes africanos encaramados al cercado fronterizo se ha convertido en un referente icónico de los fenómenos migratorios de los que son escenario las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Aunque ya no parece ser un método eficaz para acceder a territorio nacional español.
El pasado 23 de abril se registró la última tentativa masiva de entrada a la ciudad a través de la valla fronteriza. Un número indeterminado de migrantes subsaharianos retaba a las fuerzas policiales españolas y marroquíes y llegaba hasta la cerca de Benzú. 101 de ellos lograba su propósito, aunque 40 de los que consiguieron entrar precisaron de asistencia médica a causa de las heridas que se infligieron en el intento.
Desde aquella fecha, han sido contados los casos en los que la escena se ha repetido. El pasado 4 de junio un grupo de 150 migrantes avanza desde Beliones hacia la valla, pero sólo nueve consiguen trepar por ella. Tras siete horas encaramados a lo más alto, los jóvenes son aceptados por la Guardia Civil y conducidos al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI).
Hasta el pasado sábado, la valla había perdido protagonismo como estampa de la migración, aunque los intentos no han cesado de repetirse. Sin embargo, desde abril, la mayoría de los acercamientos a la valla han sido aventuras individuales o de grupos muy reducidos.
El 7 de junio, un chadiano de 25 años entra en territorio español después de permanecer varias horas aferrado a un tramo de la valla ubicado en una zona cercana a Finca Berrocal. Seis días más tarde, otros dos jóvenes resultan heridos tras caer desde lo alto del cercado.
El caso más llamativo, sin embargo, se produjo el 24 de junio cuando cuatro jóvenes logran burlar la vigilancia policial y se hacen fuertes en un tramo de valla situado en el entorno de Fuerte Anyera. Poco a poco, las fuerzas les abandonan. Uno tras otro, son devueltos a territorio marroquí. El último de ellos perseveró durante 30 horas, una actitud que se reveló inútil. Los guardias también lo expulsaron al país vecino.
La vía marítima ha sido, desde entonces, el método más profusamente utilizado por los migrantes que aguardan su oportunidad al otro lado de la frontera. Los traficantes, incluso, han recuperado viejos hábitos. En los dos últimos meses, la Guardia Civil ha interceptado dos motos acuáticas que intentaban introducir clandestinamente en el país a sus pasajeros. El pasado día 10, en la playa de El Tarajal, fue detenido un piloto que acababa de desembarcar a dos guineanos, uno de ellos una mujer embarazada.
Los “motores humanos” también han vuelto a hacer acto de presencia en la costa. El pasador arrastra a su “cliente”, asegurado en una balsa neumática o en un flotador, mientras tira de él nadando hasta la costa.
El número de migrantes que han conseguido entrar clandestinamente en la ciudad desde junio, y cuya presencia ha sido rastreada por las fuerzas de seguridad, asciende a 120.