De la conversación que tuve la semana pasada se nos quedaron muchas cosas en el tintero, particularmente las que conciernen al futuro. Pensé que no tendría ocasión de volver a conversar con Fidel. Por suerte, antes de regresar a Chile pude volver a verlo, en la casa donde reposa. Flanqueado por su personal de seguridad, a quien ordenó retirarse para que pudiésemos estar a solas, y así dialogar sin interferencias, con total libertad, me volvió a recibir afectuosamente.
RS: ¿Qué tal? Un gusto volver a verte, ¿cómo has estado?
FC: Tú comprenderás que con 90 años a cuestas las cosas se ponen cuesta arriba, pero así y todo no me puedo quejar. Mi preocupación actual es ese futuro en el que no alcanzaré a estar.
RS: ¿Qué es lo que te preocupa específicamente?
FC: Nos vanagloriamos del progreso, somos capaces de producir alimentos para todo el mundo, y sin embargo en este minuto, mientras conversamos, del orden de mil millones de personas no tienen qué comer.
RS: Pero ya no hay hambrunas.
FC: No te creas! Lo que pasa que los medios de comunicación no las visibilizan. Si bien han desaparecido las hambrunas mundiales persisten a nivel de algunos países, como es el caso de Somalia y Corea del Norte.
RS: Ahora nos fuimos al otro extremo, el exceso de comida, cuya consecuencia es la obesidad.
FC: Así es. La obesidad es resultado del consumo de comida chatarra, comida basura, que genera adicción y un tremendo negocio para los productores. Es todo un problema de salud pública, de calidad de vida.
RS: Pero se está mejor que en el pasado.
FC: Sin duda, podríamos estar peor, pero también podríamos estar mejor. Y mis observaciones apuntan en esta dirección. El tema es que hay alimentos suficientes para todos y sin embargo no llegan a todos. El problema hoy ya no está centrado en la cantidad que se produce, sino que en la distribución.
RS: ¿Por qué crees que se da?
FC: Por la desigualdad, la mala distribución del ingreso. Tu capacidad de consumo depende del tamaño de tu bolsillo.
RS: Está escrito en la Biblia que te ganarás el pan con el sudor de tu frente.
FC: Rodolfo, ¿tú te crees realmente ese cuento?
RS: En realidad no, pero es lo que nos cuentan.
FC: El capitalismo es muy cruel, a los que la trabajan les pagan migajas; a los que controlan que los de abajo trabajen, se les paga más; y los dueños del capital, los que definen qué hacer se hacen pagar bien. Tú que vives en Chile debes saberlo muy bien.
RS: Lamentablemente así es.
FC: Rodolfo ¿cuéntame como ves el futuro de los sistemas de pensión? Entiendo que allá tienen lo que llaman AFPs que pagan pensiones miserables mientras los dueños de ellas agarran a manos llenas.
RS: Uff … vaya pregunta!!! Tú sabes que históricamente las nuevas generaciones se han hecho responsables de las viejas generaciones, como consecuencia de una suerte de conducta natural, de solidaridad intrínseca, la que está siendo rota bajo el actual modelo de convivencia basado en la competencia, en que cada uno se rasque con sus propias uñas.
FC: Por eso insisto en que la clave reside en el tema de la distribución. Reconozco que el capitalismo resuelve el problema de la producción, pero lo ha hecho a costa de generar una desigualdad irritante que está agudizando los problemas. Una desigualdad que alimenta la corrupción y las migraciones que campean por doquier.
RS: ¿Es posible otro mundo?
FC: Sin duda!!!! De nosotros depende! Basta que el motor del desarrollo deje de ser el egoísmo, la desconfianza. En vez de educarnos para ser más competitivos, más egoístas, debemos educarnos para ser más solidarios. Este otro mundo es posible, basta que pongamos manos a la obra y te aseguro que otro gallo cantará.
RS: Eso habría intentado el comunismo, con un Estado todopoderoso, pero fue un desastre.
FC: Eso fue el comunismo real, no el que soñamos. En este plano tenemos que hacernos un mea culpa y darle un espacio al mercado, al que no se le puede dar la espalda, pero tampoco corresponde santificarlo, así como tampoco debemos demonizar ni santificar al Estado. Abordar la producción y distribución de bienes/servicios en términos humanos, sin violencia, sin odio, ese es el gran desafío que tenemos por delante. Lo tenemos todo para salir airosos.
RS: ¿Y qué hacemos con el Estado?
FC: El Estado tiene un rol central, particularmente en los países con mayor desigualdad. Los principales problemas de los países subdesarrollados, de distribución del ingreso, de educación, de salud, de vivienda, de previsión, no son de carácter técnico que se resuelven con filantropía. Son cuestiones políticas. Al Estado hay que restituirle el poder que le arrebató el neoliberalismo, la contrarrevolución de Reagan y Tatcher.
RS: Vaya batallas que nos quedan por delante.
FC: Rodolfo, la vida es una lucha incesante. Esa es la gracia, es lo que le da sentido.
RS: Ha sido un gusto Fidel, ¿algunas palabras finales?
FC: Hasta la victoria siempre!