«Creer o reventar. Pues entonces reventar» Isidoro Blaisten
No hubiese querido escribir este textículo, pero debo hacerlo.
Como algunos y algunas saben presenté mi nuevo libro («Escritos de pie», Bruma, 2016). Alrededor de seiscientas personas rebalsaron el salón en la tarde del sábado 13 de agosto pasado. Claro, también presentaba el suyo el enorme periodista Víctor Hugo Morales. Su cátedra profesional y ética en tiempos de «Mentir a diario» (Colihue, 2016), como se titula la obra, explican el fervor y los abrazos de esa jornada. Hubo música, intercambio de inteligencias con el público y, sobre todo, esa mezcla necesaria de respeto y esperanzas.
Lo digo para poder intentar explicar el papelón que sigue.
Entre el 9 y el 25 de setiembre se va a desarrollar una nueva edición de la Feria del Libro de Mendoza. En esta oportunidad dedicada, con justicia, a Rodolfo Braceli, ese mendocino imprescindible y ya universal.
El coordinador del asunto es Alejandro «Canito» Frías, responsable del Área Letras de la Secretaría de Cultura provincial, llama por teléfono a los editores de mi libro, Carolina Suárez y Jorge Córdoba, para que les envíen la lista de autores y obras que proponen para asignarles una fecha en el programa de actividades. Son, somos, siete.
Cuando los brumarios se reúnen con Frías para tomar nota del asunto sólo reciben seis fechas. ¿Adivinen cuál falta? Corrrrecto, graznaría Susana Giménez. Mi nombre está prohibido, censurado, en un claro ejercicio de lo que, con el cinismo made in Lombardi de moda, se llama la presencia de «todas las voces».
Ante el estupor de Carolina y Jorge, el Coordinador Frías argumenta cierto temor a que se arme «quilombo» que pondría en riesgo su puesto de trabajo. Y, además, que pido la renuncia del equipo de Cultura todos los días.
Ambas acusaciones son falaces. La primera, porque no hubo ningún quilombo el 13 de agosto, al contrario. Que en la presentación de un libro se cante Vamos a volver», ponele, no es quilombo ni amenaza. Augurio, tal vez. Y la segunda, porque no soy tan poderoso ni tan soberbie como para solicitar tamaña decisión. En realidad, me duele ver a gente que quiere colaborar con la gestión de un gobierno local inmoral, discriminatorio y censor, pero cada uno sabe dónde le aprieta el zapato o cómo se le ven las enaguas, como decía mi vieja. Allá ellos.
Están anunciadas las presencias de varios de mis amigos, cosecha de más de treinta años de lecturas y difusión literaria. Vienen Vicente Battista, Juan Sasturain, el mismo Braceli y Miguel Repiso, Rep. También viene Ricardo Bochini, ya de pantalones largos y bien empilchado, supongo. Y, para la náusea sartreana de quien les escribe, el nazisionista escritor cordobés y radical Marcos Aguinis.
Creo conocer (o creía) a Canito y quiero creer que el julepe al quilombo y a perder su laburo viene de la mano de su jefe, Diego Gareca, Secretario de Cultura de la provincia. Gareca hizo su carrera política en el municipio de Godoy Cruz. Mientras el supuesto gobierno nacional y popular peornista (Verbitsky dixit) deambulaba en el limbo cultural Gareca traía a Godoy Cruz a Juan Gelman, Daniel Viglietti, Liliana Herrero y Teresa Parodi, por ejemplo, y se vestía de guerrillero cubano. Puro espejismo. Hoy aprieta a los actores y bailarines de la Fiesta de la Vendimia, censura a Ernesto Espeche, académico y periodista marxista y, finalmente, se desenmascara cada día un poco más.
En síntesis, Frías es Gareca. Gareca es Cornejo y Cornejo es Macri. Hasta el año pasado el portavoz de la censura me agradecía de maneera pública mis aportes a la literatura mendocina y, es más, ya adquirió el ejemplar del libro que le mandaron a censurar. Una pena, un dolor y una nueva desilusión.
Y Macri no quiere quilombo. Pero lo tendrá, tarde o temprano.