Justo Fernández es uno de los autores del primer libro impulsado por la Fundación #siloshombreshablasen, titulado Hombres, padres y un hijo.
“La paternidad surge de un sentimiento de responsabilidad”.
“Tenemos la impresión de que no hemos estado presentes y que no nos hemos conectado a nuestros hijos”.
Por Ana Sánchez Borroy para eldiarioaragon.es
Justo Fernández (Santander, 1965) comenta orgulloso que la Fundación #siloshombreshablasen es la primera que plantea en sus estatutos el objetivo de revisar los paradigmas actuales de masculinidad y paternidad. Nació hace apenas dos años como un pequeño grupo de hombres que empezaron a reunirse para compartir sus sentimientos. Ahora ya hay en marcha siete grupos presenciales de trabajo que se reúnen quincenalmente en la Comunidad de Madrid. Pronto se creará también uno en Zaragoza.
El libro Hombres, padres y un hijo se plantea el objetivo de impulsar un nuevo modelo de paternidad. Es todo un reto…
Absolutamente, aunque desde un enfoque que requiere de humildad y honestidad. Nuestra vocación es revisar el modelo tradicional de masculinidad y de paternidad; fundamentalmente, porque no nos sentimos cómodos en él. Iniciamos el proceso y poco a poco, vemos ya otras formas de sentirnos hombres y de sentirnos padres. Lo importante aquí no es una visión credencial o ideológica de esta revisión, sino buscarla en nuestro interior. No queremos sustituir unos roles por otros, sino buscar nuestra propia naturalidad, nuestra propia humanidad, que, desgraciadamente, ha sido enterrada o castrada.
¿En qué consiste el modelo de paternidad que queréis superar?
Hay varios ángulos, aunque el eje troncal sería esa figura de macho alfa que tiene siempre un rol determinado en el que simula que es fuerte, simula que siempre tiene la razón, que tiene la obligación de proteger, de ser el proveedor de la familia… parece que no tienes alternativa, que estás obligado a cumplir esos estereotipos. En la relación con la mujer, no se nos permite explorar escenarios de sensibilidad; el amor parece que es algo residual frente a lo importante, que es ese objetivo de hombre que tiene una familia y tiene un lugar en la sociedad. En cuanto a la paternidad, tenemos la impresión de que no hemos estado suficientemente presentes y de que no nos hemos conectado a nuestros hijos. Buscamos precisamente esa conexión, esa sinceridad y el sentimiento de paternidad. De lo que estamos hablando es de no escuchar nuestras emociones, nuestros sentimientos y nuestra verdad, sustituyéndolo por algo que nos han dicho que tenemos que hacer. Quizás el elemento fundamental es la emoción, el sentimiento, la creatividad, la sensibilidad versus una estructura eficiente que hemos tenido que cumplir.
¿Creéis que es un modelo de paternidad vinculado al machismo?
Creo que los dos ejes que están profundamente relacionados son el machismo y el patriarcado. Son paradigmas que están muy metidos en nosotros, en la sociedad, en nuestra actitud y en nuestra forma de ver la vida. El machismo es una forma de ver a los demás, en particular, a la mujer. Cuando uno padece o ejerce el machismo, ve a la mujer como un ser incompleto, que le falta algo, un ser inferior. A veces, esa mirada se resuelve desde la superioridad repugnante de la violencia y del sometimiento y otras veces, desde una especie de paternalismo. Además, al machista no le interesa nada de la esencia de la feminidad; muchas veces dice cosas como que “no hay quien las entienda”. No explora y, por tanto, no suma. El hombre y la mujer deberían sumar, cada uno con su aportación a la vida; sin embargo, en el machismo hay una jerarquía. Nosotros estamos trabajando mucho en buscar esos condicionamientos y sacarlos de la ecuación, sobre todo, cuando tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos o, al menos, de compartir con ellos esa visión de la igualdad o la desigualdad. Nos sentimos muy responsables. El machismo se hereda, se transmite como un hechizo que pasa de generación a generación.
¿Cómo planteáis que debería ser realmente la paternidad?
Entendemos que la paternidad surge de un sentimiento, no de una idea de paternidad. Ese sentimiento es una responsabilidad. En las primeras etapas de la vida del niño, es la responsabilidad de acompañar a la mujer, porque ahí ella es absolutamente protagonista. Nosotros ahí nos posicionamos al servicio de ese proceso, con un respeto reverencial, absoluto, como se respeta a la vida, de apoyo y de acompañamiento y sintiendo lo que está ocurriendo. También hay unas responsabilidades como padres en la transmisión, en el compartir una sociedad y una forma de ver la vida con tus hijos que va más allá de lo que es la educación. Mi hijo, que tiene 12 años, mira muchas veces la vida tal y como la miro yo, es su referencia. Si yo la miro desde la soberbia, por ejemplo, desde la desigualdad, probablemente el niño también tenga la tentación de seguir a su padre. Cuando uno es consciente de esa responsabilidad, necesariamente la paternidad invita a la presencia, a la consciencia y al acompañamiento: a estar con tus hijos. Ahí surge la felicidad de ser padre, no es un padre autoritario, que dicta las normas o que se cree con ciertos derechos porque trae el dinero a casa. Es un padre que acompaña a sus hijos y que los quiere, los ama profundamente. Es un vínculo de paternidad que estamos descubriendo, un vínculo específico que corre en vía paralela al de la maternidad. Con ese vínculo, la prioridad es el respeto, el amor por nosotros mismos y por nuestro entorno. La prioridad es ese amor, ya no es el trabajo, la profesión, las economías, la política, el fútbol… de manera natural, en ti aparece un espacio que quieres transitar, es el espacio de la paternidad.
¿Cuánto tiempo creéis que puede llevarnos cambiar estos modelos de paternidad en nuestra sociedad?
No sé responder a esa pregunta, pero sí hay una cosa importante: si estamos a favor de ello o no, si nos resistimos al cambio o no. Nosotros sentimos que la sociedad y que nuestros hijos van a ir en esa dirección. Pongámonos en marcha, no importa cuánto tardemos, ojalá sea poco. Lo importante es sentirse caminando. Nuestra convicción es que, trabajando en un nuevo modelo de masculinidad y paternidad, nuestra sociedad será mejor, seremos mejores hombres, mejores mujeres, y sobre todo vamos a erradicar la violencia y el sometimiento de unas personas a otras. Hablo del sometimiento de la mujer, pero también del sometimiento de los niños, porque igual que vemos a la mujer como un ser incompleto, también vemos a los niños como seres incompletos. Les decimos que corran deprisa y que crezcan deprisa para ser un hombre responsable. Para ser subdirector de una empresa, ganar mucho dinero o ser un gran político. Y que se olviden de todo lo que tiene que ver con sus sentimientos o sus emociones, porque son estorbos para ascender por la pirámide. Eso es el patriarcado. Eso es una sociedad cristalizada, dividida; personas divididas en su interior, con la autoestima dependiente siempre de la valoración de los demás y de los resultados. Nosotros creemos sinceramente que uno de los elementos claves de la infelicidad tiene que ver con el machismo y el patriarcado.