Entrevista realizada en el programa de Pichincha Universal 95.3 fm de Ecuador por el equipo de Pressenza Internacional.
Fueron necesarios cuatro años para que el Gobierno colombiano y las FARC lograran cerrar el acuerdo con el que pusieron fin a más de cincuenta años de confrontación armada. No fue una agenda fácil y el acuerdo, que fue radicado en el Congreso, ayer, por el Presidente Juan Manuel Santos, cuanta con más de 200 páginas, que comprometen seis ejes: La política de desarrollo agrario, el acuerdo de participación política, la solución al problema de drogas, el tema de víctimas, la implementación y refrendación de acuerdos y el mismo fin del conflicto.
Para hablar, entonces, de esto, está aquí Iván Forero, activista de derechos humanos, miembro del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE.
Iván Forero: Yo creo que esto es importante para los 7 mil millones de habitantes del planeta. Saber que hay un país, en el que después de 60 largos años de guerra, se pueda declarar el final de la misma. Si bien es cierto que no es total aún, porque falta trecho, pero sí es un paso histórico y desde luego que estamos muy contentos, porque son muchos años en los que una gran cantidad de personas, tanto dentro del país, como fuera, hemos estado trabajando en esta perseguida solución política al conflicto y parece que por fin se van dando pasos seguros en esa dirección.
¿Cuál es la dimensión y la importancia de lo que se ha logrado finalmente en la Habana?
Pienso que es el reconocimiento a cuáles son las causas del conflicto. En primer lugar, no podría ser posible este acuerdo, si no hubiese un reconocimiento, por parte de todos los sectores, de que en Colombia había una guerra. Por mucho tiempo se negó. Y por lo tanto, de que era una guerra degradada y que debía enrutarse por el camino del derecho internacional humanitario, para la solución del mismo.
Creo que responde al hastío de la sociedad colombiana a tanta violencia política, lo que ha llevado a que, desde diversos sectores del país, la sociedad civil pusiera en el centro el tema de parar la guerra y, a partir de ahí, empezar a construir la paz. Es fundamental, no solamente para la realidad colombiana, sino para el contexto latinoamericano. Muchos amigos nos han preguntado por qué en Ecuador se han logrado los avances que se han llevado en la participación política de la gente, o en Venezuela, o en Bolivia…Y sin embargo en Colombia seguía siendo imposible alcanzar una vía distinta a la de no ser eliminado por ejercer los derechos políticos.
Y creo que este paso, realmente, logra abrir un torrente de esperanza, de energía, que va a posibilitar una mayor democracia en la región y que esto seguramente significará, que los derechos que históricamente han reclamado los campesinos, los indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los estudiantes, los trabajadores, los desplazados de guerra, los exiliados, los refugiados, los migrantes, podríamos decir: esta anhelada esperanza de que luchar por los derechos ahora es legítimo y por tanto nadie puede perder la vida, ni encarcelado injustamente, o llevado a tortura, o ser desaparecido por defender los derechos humanos.
Creo que es un gran paso, sabiendo que queda mucho por recorrer, entre otras, la implementación concreta de estos acuerdos y, sobre todo, hacer sentar al ELN y desmontar los mecanismos con el paramilitarismo, que ponen en serio riesgo la posibilidad de que se cumplan estos acuerdos.
Justamente a eso iba mi segunda pregunta, Iván. Los acuerdos tomados para cada uno de los ejes de negociación son muy complejos en su implementación… ¿Cómo analizas tú y cómo analizan el movimiento de víctimas de crímenes de Estado, ese proceso de implementación? ¿Dónde estarán los mayores desafíos? ¿Qué se puede prever en términos de ese proceso de implementación, en el momento en que comience a darse?
Creo que todos son grandes retos y cada uno de los seis puntos de la agenda es igual de complejo. Han sido cuatro años (un año por punto). Recordemos que esto no es solamente el proceso que se dio en la mesa de la Habana, sino que ha significado un proceso de transformación al interior de la dinámica de las FARC. Esto es muy complejo, que para que un grupo armado con todas las inercias que significan casi 60 años de guerra, pues den estos pasos, es realmente significativo. Y lo mismo le ha ocurrido al gobierno. Poder poner en cintura a toda la diversa expresión de la oligarquía, de los sectores económicos, de los militares mismos, que por tantos años han estado en una lógica de ponerse al margen de los intereses del país y solamente llegaron a convertirse en una organización criminal, gestora de los más graves crimines que ha habido en el país. Entonces, ha habido una transformación que hay que tenerla en cuenta. Pero no hubiera sido posible de no haber un enorme tejido social en cada vereda, ciudad, departamento, en las universidades, un complejo tejido de lucha por cada uno de estos acuerdos. Recordemos que, de la mano de Naciones Unidas, como de la Universidad Nacional y muchas de las organizaciones de derechos humanos y organizaciones por la paz, pues se ha posibilitado espacios de debate, de construcción de propuestas que fueron llegando a la Habana y que desde ahí volvían otra vez a la gente. Y que se ha dado un proceso que no comienza ahora, que ya ha venido desarrollándose y por eso la Habana va a sintetizar gran parte de las aspiraciones de los diversos movimientos, en cada uno de los temas.
Podríamos decir lo del tema agrario, que va a ser, sin lugar a dudas, un tema estratégico. Recordemos, pues, que Colombia es uno de los países con reparto de tierras más injusto. Pero que, además del tradicional manejo de los latifundistas y terratenientes, pues fue todavía más grave cuando se utilizó como política de estado, el desplazamiento político de personas. Colombia llegó a tener, según datos oficiales, 9 millones de desplazados de guerra. Y estamos hablando de un territorio de cerca de 12 millones de hectáreas de tierra.
El acuerdo sobre tierras dicen, que se va restituir las tierras a los campesinos. Y nosotros nos preguntamos si eso es viable, cuando mucho de esos territorios están en manos de transnacionales o de grandes grupos latifundistas, como los hijos de Álvaro Uribe, que se han dedicado a sembrar hoja de palma para la exportación, destruyendo patrimonio biológico y ecológico como en el caso del Chocó. Entonces, cuando los campesinos han intentado retomar esos territorios, muchos de ellos han sido asesinados. Hablamos de más de 170 dirigentes que han sido asesinados. Entonces uno se pregunta, ¿cuáles son las garantías reales para que esto se haga efectivo?
Exactamente, uno lee los acuerdos, lo que debe suceder en el país. Y, sin duda, el tema de las tierras, como punto número uno y no puede dejar de preguntarse ¿cómo va a ser esto posible? Falta un camino largo y es importante que lo sepamos. Y falta también, por supuesto, que el movimiento social sostenga la lucha, la presión ahora, ya con las garantías que están comprometidas.
Los acuerdos de la Habana tienen que ser sometidos a ratificación por parte del pueblo colombiano. Vamos a tener un referéndum el 2 de octubre. ¿Cuál es tu lectura de posibilidades y tendencias hacia el referéndum?
El pueblo colombiano está muy optimista. Creo que no cabe en la cabeza de ningún colombiano, o colombiana, votar a favor de que siga la guerra, a favor de que nos sigamos matando, a favor de las injustas políticas que han llevado al empobrecimiento de millones de colombianos y de colombianas. La gente quiere un país distinto. Y lo que está en juego, no es solamente el acuerdo de la Habana, lo que está en juego es la posibilidad de que las futuras generaciones puedan vivir en paz. Eso significaría que puedan construir un país al alcance de todas y todos.
Creo que, indudablemente, el plebiscito va a ser un mecanismo con el cual se tiene una serie de garantías, e incluso, así se perdiera el plebiscito, la mesa de negociaciones va a seguir. Entre otras cosas está abierta la mesa con el ELN, que es urgente exigir que siga. Entonces, no la van a parar. El plebiscito, lo que nos va a permitir es, aunque sea corto el tiempo, de aquí hasta octubre, y aunque ahora el gobierno por fin va a abrir la posibilidad de que inscribamos cédula a la gente que está en el exterior, y esto es muy importante, porque son 6 millones de personas. Así que hay que trabajar en esa dirección, en una dirección de pedagogía política, de entender y explicar lo que está en juego, como la posibilidad de, por primera vez, que un proceso de paz se cumpla.
Hay que hacer un reconocimiento especial a Enrique Santiago y su papel de ayudar a construir, entre las partes, realmente una vía de solución jurídica a la realidad de las víctimas. Es interesante ver el paso que se ha dado. Es decir, crear una jurisdicción especial para la paz va a ser un paso estratégico, para que no quede en la impunidad, ni de las FARC, ni de los militares, ni de los agentes políticos que se han beneficiado de todo esto. Habrá un sistema complejo que va a tener que ratificarse, no como imposición de La Habana, porque lo interesante de estos acuerdos, finalmente es que las FARC han reconocido que, tanto El Congreso de la República como la Corte Suprema de Justicia, tienen un rol para que este acuerdo avance.
Sí, tienen un rol fundamental. Es que a veces se va tu sonido.
Por ejemplo en el acuerdo de víctimas: Haber logrado que las víctimas estén al centro y que las garantías de libertad, justicia, reparación integral y de garantías de no repetición puedan llegar a feliz término, va a ser un proceso muy complejo, porque por allí van a pasar todos los responsables de estos crímenes, que tendrán que contar la verdad. Además tenemos entre medio, la construcción de una comisión de la verdad de la que se lleva hablando por lo menos 30 años. Llegó la hora de hacer llegar los casos documentados a las organizaciones de derechos humanos. Y hay una parte muy importante en todo lo que ha significado la solidaridad internacional, el papel de Cuba, que es fundamental para haber logrado este acuerdo, el papel de Venezuela, de Chile, Y particularmente de Noruega, que sin lugar a dudas ha sabido gestionar gran parte de las presiones, que la Unión Europea y los Estados Unidos han hecho y que han logrado convencer de que sí es posible una solución política al conflicto.
De hecho tenemos una nueva página en la historia que comienza a escribirse en Colombia. Tenemos el deber también de trabajar en estas pocas semanas que quedan antes de la votación del 2 de octubre, para que toda Colombia, ojalá, vote sí. Y para que no haya más trabas a este momento, sabiendo que habrá más desafíos en el camino que empezamos.
Se viene un proceso de democratización muy importante para la región. Y que aún existen desafíos en materia de ¿qué va a pasar con los exiliados y los refugiados? Pues es un momento clave llamar a la diáspora colombiana a que se vinculen a esta dinámica del sí, a que vayamos con toda esperanza a votar y a que pongamos en este proceso los derechos de los exiliados y los refugiados y la posibilidad de un entorno con garantías, seguridad, dignidad. Y que realmente podamos tener la libertad de poder escoger dónde uno quiere llevar sus pasos y finalmente volver a saborear los olores, los sabores y las músicas de la tierra.