El periodista y escritor que vivió su juventud en Cipolletti, dio su primera charla en Neuquén, organizada por el sindicato de prensa. Describió la complejidad del periodismo digital, al que ubicó dentro de un organismo vivo.
Por Carlos Marcel
Cristian Alarcón ofreció una charla sobre crónicas, ensayos y relatos, tomando como eje la experiencia de la revista digital “Anfibia”, una página web nacida en el seno de la Universidad de San Martín, en la que confluyen académicos y periodistas en ensayos y crónicas sobre hechos urgentes de la realidad argentina.
“La empatía es algo que viene con uno”, afirmó, para explicar la relación entre el periodista y los protagonistas de las historias que narra. “Cuando las personas son buenas me pasa más. Y cuando son malas, que he entrevistado muchas y hasta me he ido especializando en ellas con el paso del tiempo; es un ejercicio consciente. Debo empatizar para poder habilitarlo al otro, para que sea capaz de contarme lo que tiene para decir sabiendo que no voy a prejuiciar”. “En definitiva la empatía no es más que una herramienta para derribar el prejuicio”, que, aseguró, tenemos todos.
Confió, sin embargo, que debió debilitar esa empatía “porque es algo espantoso” y que el proyecto Anfibia fue clave en ese proceso. “No se puede empatizar con todo el mundo, hay que empatizar con algunos, no vale la pena andar así por la vida”.
Explicó que Anfibia es “un procedimiento de racionalización de todo eso otro emocional que uno trae como condición casi natural” y que le permite desarticular teóricamente los temas a tratar para lograr salir de la fascinación con el otro cultural, porque “además esa experiencia con el otro, al lado del otro, te hace olvidar de lo propio, no hay nada más fascinante que vivir la vida de otro”.
La influencia de las redes sociales en la construcción del lector y de la escritura periodística lo sustrajo en una de las respuestas a las que más tiempo le dedicó. Precisó que “uno de los temas de los últimos diez años más interesantes, polémicos y ya gastados es el de las escrituras del yo. ¿Cuánto debe estar presente el autor? ¿Por qué en esta época de reality show la presencia de la primera persona se ha vuelto casi hegemónica en términos de estilo y de elección a la hora de buscar un punto de vista?” se preguntó.
Juzgó que la transmisión de lo experiencial atraviesa las formas de la comunicación que “la experiencia está sobrevaluada porque cada vez estamos más mediados. Entonces alguien que tiene una experiencia real es muy valorado. Si yo leo y puedo contactarme con la experiencia del otro, de alguna manera suplo la falta de la propia experiencia. Estoy mediado por la televisión, estoy mediado por las redes sociales, hasta por las instituciones, todo está entre el mundo y nosotros. No estamos en contacto con el mundo, hay alguien que nos traduce, que nos interpreta, que nos ofrece como una oferta de mercado y eso no es experimentado, es consumido. De manera que yo creo que hay algo de esto, donde la estrategia de la primera persona es una herramienta de seducción infalible, que es saber de boca del protagonista lo que ha pasado”.
“Es la crónica de un malentendido enorme”, afirmó y aseguró que en Anfibia está prohibida la primera persona, salvo “cuando el narrador es protagonista de la historia, o algo tiene que ver con esa historia que sin su mirada no la comprenderíamos”.
Anfibia, según Cristian Alarcón, está leída por una comunidad de 400 mil personas que consumen una zona de la cultura y que tiene características erráticas. Que lee desde el celular en diferentes momentos del día y que los obliga a mutar en forma constante. Esa característica le parece “maravillosa” porque esa es su propia lógica.
“Estas en mutación permanente, estéticamente y desde el punto de vista del contenido, porque los comportamientos, los gustos y los deseos de las audiencias (el periodismo analógico lo ocultaba) son erráticos”, enfatizó, y describió que esto es algo que se mide todo el tiempo desde la edición de un medio digital.
Confesó que lo que más lo contradice con Anfibia es la condición progre del público, “porque la progresía es complicada, ¡si es peronista peor! El progreperonismo es imposible de saciar”, ironizó.
“¿Estamos de acuerdo con todo? ¿No estamos de acuerdo con todo?, nos hacemos muchas preguntas en este instante, como mucha gente y por lo tanto nuestras adhesiones, que antes estaban cohesionadas, ahora no lo están y eso es interesantísimo para la escena en la que se construye la agenda”.
Dijo que la independencia, (“esa palabra que se robó Lanata y que tenemos que recuperar”), antes de esta lógica binaria “entre lo independiente versus periodismo ultra K”, tenía un sentido.
Aseguró que “lo que está pasando ahora es que algo de eso se juega en el debate acerca “¿de qué hablamos?”.
“Hace pocos días debatíamos la cobertura de la marcha de San Cayetano y un colaborador insistía en cubrir la presencia de Cristina en la Universidad y elegimos no cubrirlo”, recordó. “¿Porque no me importa Cristina? No, no era eso, en la grilla de Anfibia en este momento el equilibrio es otro. No somos un espejo de los discursos políticos, ni de Cristina, ni de Macri ni de nadie. Y la cena de la ex presidenta, con gente que la ama, no sé si me da tanto indicio del comportamiento de la sociedad”.
Propuso que Anfibia intenta ser “una especie de prisma que refleja las transformaciones sociales, las transformaciones culturales, los puntos de clivaje de lo social y lo político, donde algo de lo que está ocurriendo en la calle, de lo que está ocurriendo allá afuera, es interesante de ser narrado e interpretado”.
Se mostró orgulloso de participar de “un colectivo de editores diverso, en una Universidad nacional, del conurbano, que vuelve a insistir en que el periodismo es herramienta de conocimiento, el periodismo no es sólo comunicación”.
Considera que practica un periodismo que está en disputa por el lenguaje y que esa “es una disputa política, es una tarea fundamental”.