Uno de los grandes aportes de Silo[1] a la humanidad, si no el mayor en mi opinión, ha sido la horizontalización del acceso a lo Profundo y la internalización de las referencias.

Esto implica, por primera vez en la historia humana, una espiritualidad sin sacerdotes ni jerarquías, un ceremonial que puede ser practicado – y oficiado – por cualquier persona, sin preparación ni formación previa, por sólo contar con el texto de la ceremonia y realizarla con el mejor corazón. Así como la prescindibilidad de todo maestro físico, externo, reemplazado por el guía interno, configurado o develado por el propio trabajo personal, incluso para el propósito supremo del contacto con lo Sagrado, lo Innombrable.

A lo largo de las civilizaciones y las épocas han cumplido estas funciones distintas entidades. El chamán reunía en sí todas las funciones: sacerdote, brujo, curandero, consejero, educador, para la familia, tribu o pueblo al que servía.

A medida que se fue complejificando la organización social estas funciones se fueron distribuyendo entre diferentes personas. Aún cuando, en el caso de la medicina, siempre ha estado íntimamente ligada a la religión en las cosmogonías más importantes: la religión védica y la medicina ayurveda, el taoísmo y la medicina china, el budismo y la medicina tibetana, la espiritualidad tiahuanaco y los kallawallas andinos, etc.

Con el avance del positivismo, la ciencia se fue apartando aceleradamente de la espiritualidad, surgiendo la dialéctica ciencia-religión tan propia de la civilización occidental de los dos últimos siglos. Fenómeno que también afectó a la medicina, avanzando hacia una creciente especialización en compartimentos estancos, perdiéndose la cualidad de integralidad y también el vínculo con lo psicológico, lo afectivo y lo espiritual, subordinados a la supremacía de la tecnología y el “criterio de verdad” dictado por los laboratorios farmacológicos multinacionales.

Pero ya en las últimas décadas de nuestro tiempo, en la medida que una creciente necesidad de renovación espiritual comienza a hacerse sentir en las personas y la generalización de internet y las redes sociales pone a la mano de grandes conjuntos el acceso a la memoria colectiva de todas las épocas y culturas, esta situación comienza a modificarse. El “enfermo” puede ahora disponer de los conocimientos y experiencias de muchos que han pasado por su misma situación y de gran cantidad de opciones entre las cuales elegir para afrontar su disfunción y superar el dolor que experimenta. Al mismo tiempo que va emergiendo nuevamente la certeza vivencial, respaldada por innumerables testimonios personales, de que “todo está relacionado”: el cuerpo y la mente, los afectos y las dolencias, la enfermedad y la energía que se bloquea o acumula.

En este contexto irrumpe el Mensaje de Silo, con su horizontalización del acceso a lo Profundo e internalización de las referencias. Con la curación del sufrimiento; un camino de superación del dolor y el sufrimiento en uno mismo, en el prójimo y en la sociedad humana. Con su amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu[2]. Y su concepción psicológica de una conciencia activa, intencional, constructora de realidades dignas de ser amadas[3].

En esta nueva atmósfera espiritual es ahora posible intuir un nuevo concepto de curación intencional, de autocuración; en la que el rol activo de quien sufre una disfunción física, su intención de superar el dolor y el sufrimiento a él ligado, adquieren un protagonismo decisivo. Sin negar el beneficio que pueda aportarle en esa tarea el avance de la ciencia y la tecnología, la persona está ahora en condiciones de elegir entre diferentes opciones de curación y tomar el timón de su propio proceso, asistida por médicos y otros trabajadores de la salud que lo ayuden a lograr su objetivo.

En esta nueva atmósfera espiritual es también enormemente significativo el apoyo y acompañamiento de otros, seres queridos, que tanto como él quieran su curación. El ámbito ceremonial del Mensaje resulta de lo más propicio para clarificar y fortalecer, tanto el propio propósito como el sostén afectivo-energético de su medio inmediato.

 

Hugo Novotny. Investigador del Parque de Estudio y Reflexión «Carcarañá», Argentina. Miembro de la Comunidad del Mensaje de Silo. Mail: hugonov@gmail.com / Web: www.parquecarcarana.org

[1]    Silo: seudónimo literario del pensador, escritor y guía espiritual Mario Luis Rodríguez Cobos (Mendoza, Argentina, 1938-2010) www.silo.net

[2]    El Mensaje de Silo  www.silo.net/es/message/index

[3]    Silo. Apuntes de Psicología www.silo.net/es/collected_works/psychology_notes