Por: MsC. Yarimar Marrero Rodríguez
Recientemente tuve el honor de participar del Foro Latinoamericano y Caribeño de Comunicación Popular y Comunitaria – II Congreso Internacional sobre Comunicología del Sur, convocado por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL), la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO – Quito) y el Foro de Comunicación para la Integración de Nuestra América (FCINA), que se llevó a cabo en Quito, Ecuador durante los días 28, 29 y 30 de Junio de este año.
El evento convocó a comunicadores populares, organizaciones sociales, comunicadores indígenas, investigadores, actores políticos y ciudadanía en general, con el fin de “poner en marcha un diálogo de saberes que contribuyera a construir plataformas, políticas y procesos emancipadores, de acuerdo a la tradición que ha distinguido estas prácticas en la región”.
En un contexto de integración Latinoamérica, donde se hace cada vez más vibrante el sueño de Bolívar cuando hablaba de La Patria Grande, de José Martí, cuando escribió sobre Nuestra América y del propio padre de la patria puertorriqueña Betances, cuando hacía referencia a la Confederación Antillana, en este encuentro se puso de relieve el papel transcendental de la comunicación democrática, de la participación ciudadana y de la solidaridad internacional para superar los golpes de Estado mediáticos, las crisis económicas, la desigualdad social y tantos problemas que nos aquejan como región. Que siempre ha tenido que lidiar con el neoliberalismo y la injusta relación con los grandes centros de poder marcada por el centro y periferia.
En el conversatorio, Sally Burch fue muy clara cuando dijo “la comunicación popular está al servicio de los pueblos y no del poder económico”. “Las respuestas no pueden seguir siendo fragmentadas” aportó el ecuatoriano Osvaldo León, para luego agregar “los medios hegemónicos son los pilares de la ofensiva contra los pueblos”. El uruguayo Aram Aharonian también hizo su aporte recordando que “el poder no regala nada”, “que la construcción se hace desde abajo, ladrillo por ladrillo, codo con codo” y que “el Estado tiene la obligación de fomentar y garantizar la existencia de medios populares” (Mariano Quiroga, tomado de Pressenza, 2016).
Además del aporte de los académicos e investigadores, más vinculados con la praxis comunicacional fueron los testimonios de Sandra Cossio, mujer indígena boliviana que se desempeña como comunicadora popular y rural en el CCCI de Bolivia y el caso de la joven Margarita Gómez representante de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina), ambas asumiendo la comunicación popular y
comunitaria como un arma de acción y empoderamiento que desde sus vivencias ha significado la dignificación como mujeres y la inserción en los procesos sociales y políticos de sus respectivos países.
En medio de estas discusiones y dialogo de saberes colectivo, como puertorriqueña, era evidente hacerme la pregunta, a propósito de la cercanía del día de la prensa en nuestro país ¿hacia dónde se enrumban los medios de comunicación en nuestro país? ¿Cuál es el papel de los comunicadores, como actores sociales, dentro del proceso de cambio comunicacional e integración regional en América Latina?
Los empresarios puertorriqueños a cargo de los medios de comunicación, siguen teniendo como máxima que “la mejor ley de comunicación es la que no existe”, alegando que un proceso de libre mercado y de “sana competencia” es lo más beneficioso para todas las partes. En nuestra isla contamos con la Ley de Telecomunicaciones de Puerto Rico (1996) que en su artículo 2 punto (a) dice: “reconocer el servicio de telecomunicaciones como uno cuya prestación persigue un fin de alto interés público dentro de un mercado competitivo”. Los procesos comunicacionales en América Latina nos han demostrado que la falta de legislaciones en materia de comunicación a los únicos que benefician son a los grandes monopolios mediáticos y empresarios con intereses vinculados a sus productos. Para revertir esta creencia, los países más progresistas de América Latina han adoptado una máxima muy diferente, que “sin democratización de la comunicación no hay democratización misma del Estado”. Ejemplo de esto son todos los procesos de democratización de la comunicación que se han concretado en políticas públicas en nuestra región, que en sí mismos han sido procesos democráticos al ser el resultado de reclamos desde los movimientos sociales y populares, veedurías ciudadanas, propuestas desde la academia y los comunicadores, resultando en una consciencia masiva de que la democratización de la comunicación es parte fundamental de la democracia, el acceso y la participación de los pueblos.
Algunos de los países que han logrado estos adelantos son: Argentina con su Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual N˚ 26.522 (2009), Ecuador con la Ley Orgánica de Comunicación (2013), la Ley N˚ 164 aprobada en Bolivia en 2011 Ley General de Telecomunicaciones, la Ley N˚ 18232 de Servicio de Radiodifusión Comunitaria de Uruguay (2007) y la Ley de Responsabilidad social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos de Venezuela (2004). El punto principal de estas leyes es que redistribuye el espectro radioeléctrico otorgando un tercio de las frecuencias a los llamados medios privados, un tercio a los medios públicos y un tercio, en ocasiones más del tercio de las frecuencias a los llamados medios comunitarios alternativos y populares; dándoles un espacio equitativo de participación dentro del mercado de las comunicaciones y reconociéndolos como medios ya no desde la otredad sino desde la función legitima de comunicar, informar y educar que igualmente realizan.
Pero para que en Puerto Rico se den procesos como este hacen falta dos cosas primordiales, voluntad política para hacer valer los reclamos del pueblo y una comunidad reeducada y consiente de sus derechos y obligaciones dentro del entramado comunicacional. Todo esto ligado a la ineludible situación colonial que nos impide nuestra libre determinación como nación soberana. Atado a este tema, también la situación colonial de Puerto Rico le impide al país la afiliación a las organizaciones de Integración y empoderamiento latinoamericano como el ALBA-TCP, UNASUR, MERCOSUR y CELAC. Recientemente en la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizada en la Habana, Cuba, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro expreso: “jamás saquemos de nuestro corazón bolivariano la causa de la independencia de Puerto Rico” (2014), y nos exhortó a que tomemos el camino de América Latina.
En medio de este panorama regional Latinoamericano, donde se asume el concepto del SUR como un concepto geopolítico de empoderamiento y emancipación en rechazo a las constantes amenazas del neocolonialismo norteamericano, tengo más preguntas que respuestas. ¿Dónde están los medios verdaderamente comunitarios y alternativos con articulaciones y redes concretas que le den voz a las poblaciones más marginadas y oprimidas del país? ¿Dónde están las propuestas de políticas públicas desde diferentes sectores que busquen democratizar la comunicación y asegurar el acceso y la participación de las mayorías? ¿Desde qué plataformas públicas los comunicadores sociales podemos hacer uso pleno de nuestra libertad de expresión, que no sea desde las trincheras del ciber-activismo y la autogestión? ¿Cuándo será que Puerto Rico se asumirá como parte de América Latina, más allá del tema musical, cultural y deportivo y se identificará como tal de forma política y territorial? La historia nos reafirma plenamente Latinoamericanos, más allá de lo que los años de colonialismo nos han querido borrar de la memoria, es tiempo de asumirnos, identificarnos, solidarizarnos, empoderarnos como nación e intentar otros caminos; es la única solución coherente en este momento de impasse.