Artículo de Pablo Rodríguez publicado en Diagonal Periódico bajo licencia CC-BY-SA. Fotos de Pablo Gabandé
6:18 de la mañana, extraña hora la de sentarse a describir una experiencia aún incipiente, a la que le queda un día y medio de viaje para llegar a destino y que sin embargo ya lleva tanto recorrido. Difícil forma de empezar a contar la “Caravana a Grecia. Abriendo fronteras”, entre el ronroneo de cuerpos esparcidos por el suelo, toallas colgando de cordeles, el incesante buen día de quienes van abriendo ojo y saliendo para las duchas que contrasta con quienes se resisten a huir de los encantos de Morfeo.
Quizá lo primero sea situarnos (y situarlos). Es domingo 17 de Julio, a las afueras de Milán, estamos en las entrañas de Rimaflow, Cittadella Dell’altra Economía, una antigua fábrica de tubos de escape para automóviles recuperada por sus obreros en febrero de 2013 cuando los dueños decidieron cerrarla. Hoy es un espacio común donde crean artistas plásticos, escultoras, personas ocupadas en la restauración de muebles, anticuarios, artesanas, y el “Fuorimercato”.
Y cuando uno habla de fábrica recuperada habla de capacidad de autogestión, de organización pese a las diferencias, de un objetivo común que exige trazar un camino con mínimos que unan, que impliquen a una mayoría movilizada bajo un paraguas de entendimiento discursivo y práctico que debe reverberar hacia adentro de la estructura, pero también que tenga la capacidad de reproducirse en la sociedad que le rodea, que le ampara.
El adentro y el afuera como un guiño que convierte el desafío en una realidad posible. Como síntesis del espíritu de esta Caravana a Grecia, una arriesgada apuesta colectiva de una legitimidad aplastante. ¿Quién puede negarle derechos a este heterogéneo grupo ciudadano de más de 20 ciudades del Estado español, que se ha decidido a recorrer el camino que los Gobiernos deberían haber andado hace ya mucho tiempo?
Porque de eso se trata. De dejar en evidencia las políticas europeas -y en particular españolas- que están convirtiendo la situación de las personas que llegan a Europa en busca de protección internacional en un auténtico calvario, con cada vez más muertes y vidas truncadas entre la desesperación y el olvido. Se trata de denunciar la especial situación de violencia que sufren mujeres y menores de edad, con el deseo de construir desde el apoyo mutuo y alejarse de visiones paternalistas, criminalizadoras o eurocéntricas que poco aportan y mucho obstaculizan.
Con la convicción de que ya no alcanza con hacer lo posible desde el humilde trabajo militante o voluntario en cada ciudad. Con la seguridad de que es necesario dar pasos, ir un poco más allá, sacudirse las vergüenzas y arrancarse de la perversa comodidad de quienes aseguran que no hacen más “porque los refugiados no llegan”. Hacer, hacer y hacer…o al menos intentarlo.
Y en ese hacer se van recorriendo caminos. Y cuando un atasco de dos horas obliga a parar entre autos en medio de la carretera llegando a la conmocionada Niza, la camaradería entre los buses se manifiesta con una gaita que Marietta baja de Euskadi y un hornazo que Oliver aporta desde el bus de Salamanca. Todas bailan, cantan y hacen palmas. Y ante la perplejidad de los demás coches detenidos (muchas familias haciendo turismo) el “ningún ser humano es ilegal” retumba en el caluroso mediodía.
Porque sí, porque ir concienciadas del valor político de la “Caravana a Grecia” no tiene por qué implicar viajar con gesto serio ni permitirse sonrisas. En el fondo, todas y todos somos conscientes de que ya vendrán los días para andar con el corazón estrujado.
Y ahora Milán y diversos colectivos nos esperan en la Stazione Centrale, un punto neurálgico a donde llegan las personas migrantes que deciden vivir en la ciudad de la moda. El recuerdo de los muertos en el mar, las máscaras blancas de la invisibilidad de tantas víctimas desaparecidas, se mezcla con ritmos afro, abrazos de reencuentro y gritos de lucha. Sí, el “No borders” no es cuestión de poca gente, pero tal vez esté haciendo falta mayor coordinación para librar una batalla más exitosa: la de concienciar a nuestras sociedades de que otro mundo ya no solo es posible, sino absolutamente necesario.
Por eso quizá, en el bus hay momentos para repasar posibles acciones, para debatir formas de abordaje, trabajo en red. O como hacen Eva y Javi, que repasan ayudados de un diccionario inglés árabe lecturas de textos en este último idioma. Todo sirve, todo suma para prepararse para mañana (hoy) en el primer contacto con el terreno.
Mientras los afines de prensa van compartiendo impresiones, mostrando equipos, probando, creando y armando vídeos que van relatando el día a día de la Caravana. Peleando cada mega de la red para poder enviar en tiempo y forma y difundir, en definitiva, esta Caravana que apoyan en cuerpo y alma.
Milán quedó atrás con la foto de despedida junto a los y las trabajadoras de “Rimaflou”, encargados de agasajar a la Caravana con un exquisito desayuno con productos de huerto ecológico, amenizado entre recorridos por las instalaciones de la fábrica. También han quedado atrás las 8 horas hasta Ancona, donde acaba de zarpar el ferry de 11 pisos.
Y esta crónica hecha de a retazos, tejida con los mimbres del día a día, no podía continuar mejor que en una Asamblea en la cubierta del barco. 300 personas “okupan” el estribor del “Minoan Lines” mientras el sol va tiñendo de rojo la caída de la tarde.
Primero toca hablar de los gastos de la caravana, que se solucionan sin mayor problema. Y se reafirma la convicción de que esta experiencia es apenas “un punto de partida”. Porque nadie olvida que allá, en nuestra frontera sur, los derechos humanos se vulneran cada día, con una violencia sistemática que a nadie hace dudar de la perversa planificación que tienen las políticas europeas de asilo e inmigración.
Las acciones en general se irán perfilando una vez se llegue a Tesalónica y se sume a la acampada No Borders, aunque hay coincidencia en tener un acercamiento con experiencias en los campos de refugiados, una acción de visibilización en ciudad y lugar a definir. La necesidad de un eje feminista que atraviese cada paso.
Cae la noche y la música en la cubierta va ganando los cuerpos cansados. Ritmos árabes y occidentales estrechan los ánimos viajeros de decenas de turistas con la lucha de la Caravana. Y de fondo banderas y pancartas que recuerdan que el “Refugees Welcome” más que una bandera, es una postura de vida. Hacer, hacer…y hacer. En eso estamos.