Por José Fernando López Forero

La expresión modo de vida, dice todo pero puede decir nada, como pasa con muchas expresiones. Modo…Conjunto de características o circunstancias que distinguen cada realización de una acción. Esta precisión en una de las definiciones de Google, me sirve para la intención de esta reflexión. Algo que está realizado, fruto de acciones. Así es la vida, la vamos realizando día a día y en esa medida construimos diferentes modos de vivir.

Vida…Propiedad o cualidad esencial de los animales y las plantas, por la cual evolucionan, se adaptan al medio, se desarrollan y se reproducen. No nos menciona esta definición, también sacada del universo Google. Me refiero a los que tenemos la esencia humana que nos diferencia de otras especies: pensar, razonar, crear, producir saberes, conocimientos. Pero sí nos incluye el hecho de ser parte importante de la naturaleza en nuestra condición de animales.

Entonces, afirmar que la NO VIOLENCIA es un modo de vida, es aceptar que en todo lo que hagamos prioricemos: el buen trato, el respeto, la justicia, la equidad, la armonía, la solidaridad, el manejo no violento de los conflictos, la toma de decisiones colectivas, la participación activa y creativa, y el veto total al uso de LA VIOLENCIA, en los distintos escenarios en donde se toman decisiones. Decisiones que nos atañen como personas, como familias, grupos, comunidades y sociedades.
Este modo de vida NO VIOLENTO es un sueño que poco a poco se hace realidad de la misma forma como soñamos que otro mundo era posible.

La armonía, como paraguas del modo de vida NO VIOLENTO, se rompió cuando priorizamos como especie “superior”, el lado oscuro de la fuerza, de nuestra energía, de nuestro espíritu. Los avatares de la convivencia resueltos a partir de sentirnos superiores al resto de las especies, nos llevaron a acciones que dieron como resultado un modo de vida VIOLENTO.

El reto que enfrentamos en el fortalecimiento del modo de vida NO VIOLENTO, es el cambio radical en todos nuestros escenarios de existencia. Reconocernos como parte de la naturaleza, cambiar nuestras formas de relación violenta, cambiar nuestros hábitos de convivencia y consumo, cambiar formas de comprender y practicar la educación, la salud, la tecnología, la política, lo público, la comunicación, la cultura, la vida misma y un cambio que pareciera imposible: la economía con todo su sistema de mercado y producción industrial en masa, para el consumo desenfrenado.

Estas grandes empresas no son otra cosa que el soporte del modo de vida VIOLENTO, que se introduce a nuestra vida cotidiana a través de productos alimenticios, fármacos químicos, formas de curación que matan, educación que unifica el pensamiento, servicios públicos que discriminan e irrespetan a los usuarios, condiciones laborales que atentan contra la vida, uso de la tecnología aplicada a la fabricación de armas, y de necesidades creadas en el mundo de la comunicación, que incomunica, etc.
Cambiar todos estos escenarios del modo de vida VIOLENTO, implica también cambiar relaciones de convivencia: Unos que mandan y toman decisiones, cada vez más pocos y según algunas investigaciones 13 familias en el mundo; otros que administran las acciones para la realización del modo de vida VIOLENTO, otros que median las relaciones entre los dueños y los administradores, y las grandes masas empobrecidas del planeta.

Hay que cambiar también las formas de relación incorporadas por este modo de vida en las grandes masas empobrecidas, que han asumido en sus vida este modo de vida VIOLENTO, no solo por el violento empobrecimiento y la muerte, sino participando como carne de cañón en las guerras para el dominio del poder sobre los recursos que la tierra nos dio para vivir. La VIOLENCIA se ha naturalizado en este modo de vida.

En este escenario, son indispensables las acciones de respeto a los aportes de la multitud de experiencias de vida NO VIOLENTA. Las nacionalidades y comunidades originarias del planeta, han logrado mantener esos modos de vida que hoy dan sentido al BUEN VIVR o el SUMA KAUSAY.
Habría otros muchos escenarios de reflexión, dos significativos: el mundo del conocimiento, del saber y el mundo de la producción industrial universal. NO es posible seguir esperando de la estructura de poder mundial del conocimiento académico que en él se geste el modo de vida NO VIOLENTO. No mientras su esencia se fundamente en la creación de conocimientos, saberes y experiencias, al servicio y justificación de las grandes cadenas industriales de alimentos, de ropa, de objetos de consumo: autos, armas, tecnología, diversión, mafias de la información, la comunicación, la expresión, el sexo, las drogas, etc.

Tampoco se avanzará como queremos si no le damos vuelta gran poder industrial del mercado, avanzando hacia formas de intercambio y producción equitativos, justos y de intercambio realmente sano de productos que alimenten cuerpos, almas y espíritus.

El reto grande en la construcción del modo de vida NO VIOLENTO está en nuestras capacidades de razón y producción de conocimiento, saber, tecnología y experiencias para fortalecer las cadenas de producción cooperativa, solidaria y comunitaria en todos los ámbitos de la vida, que hoy avanzan en condiciones desventajosas y amenazantes. Cadenas sostenidas en relaciones no violentas, en relaciones humanizadoras.

Esto ya es una realidad. NO es un sueño. Mira no más a tu lado, mira no más a tu costado

. Cada vez existen más almas, espíritus, más luces que iluminan a esta madre tierra. Ella sabe que si no cambiamos, desapareceremos como especie.

Desde esta reflexión, se podría abrir la puerta para valorar estas últimas dos décadas de búsquedas y construcciones sociales de modos de vida diferentes en varios países de América Latina y Caribe y también en Europa.¿Qué aportes a la construcción de un modo de vida NO VIOLENTO han realizado estos procesos? Como dicen en mi linda Colombia: “cójame ese trompo en la uña”.