Para las periodistas, la violencia y la intimidación no son solo problemas que aparecen en zonas de conflicto, son una experiencia cotidiana en todas partes del mundo que les impide el correcto desempeño de su profesión y atenta contra la libertad de expresión.
“Ya no tienes que estar en zona de conflicto para que te violen”, se lamentó el último miércoles de abril la periodista del diario The New York Times, autora de The Taliban Shuffle: Strange Days in Afghanistan and Pakistan (La confusión Talibán: Días extraños en Afganistán y Pakistán), Kim Barker, en el marco del lanzamiento de un nuevo libro que documenta los abusos y el acoso cotidianos que experimentan las reporteras en el ejercicio de su profesión.
Tras escribir un editorial en el que contó su experiencia de acoso sexual en el terreno, Barker relató que una persona que lo comentó en Internet la llamó “gorda” y “poco atractiva” y le dijo que “nadie querría violarla”.
El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, en inglés), con sede en Nueva York, decidió enfocar la edición de este año de su serie de “Ataques contra la prensa” en el acoso basado en cuestiones de género, de violencia sexual y de agresión física que sufren las periodistas por las consecuencias que el tema tiene para la libertad de prensa.
“En sociedades en las que las mujeres tienen que luchar por tener el control sobre sus propios cuerpos, tienen que luchar para reafirmar sus derechos en el espacio público, ser una periodista es casi una forma de activismo”, explicó la reportera de televisión egipcia Rawya Rageh, en el lanzamiento del libro.
La mayor parte del abuso se da en Internet, donde los agresores se esconden detrás del anonimato del espacio para comentarios.
Según el Centro de Investigación Pew, 40 por ciento de los usuarios de Internet han experimentado algún tipo de acoso en ese espacio. Los hombres también soportan agresiones, pero el abuso hacia las mujeres tiende a ser más severo, incluso el acoso sexual y las amenazas de violencia.
Por ejemplo, una periodista informó a la Fundación Internacional de Medios de Comunicación de Mujeres (IWMF) que un trol la había amenazado con “cazar su carne humana”.
Alessandria Masi, corresponsal del International Business Times en Medio Oriente, recordó los comentarios que recibió por un ensayo en un libro de CPJ: “Me agredió el Ejército Electrónico Sirio por escribir un artículo que criticaba al presidente Bashar al Assad y me preguntó con cuántas personas había tenido que mantener relaciones sexuales para que me lo publicaran”.
El abuso en Internet es un síntoma del arraigado sexismo que está generalizado, coincidieron muchas de las participantes.
La profesora de derecho de la Universidad de Maryland y autora de “Hate Crimes in Cyberspace” (Crímenes de odio en el ciberespacio), Danielle Keats Citron, señaló que el acoso por cuestiones de género “refuerza los estereotipos de género”, que percibe a los hombres como dominantes en el ámbito laboral, mientras que las mujeres son objetos sexuales que no tienen lugar en los espacios de Internet.
Pero las amenazas no se quedan en Internet, también se manifiestan en el mundo real.
La subeditora del diario colombiano El Tiempo, Jineth Bedoya Lima fue secuestrada y violada en 2000 tras destapar una red clandestina de tráfico de armas en el país.
En 2012, tras escribir sobre los peligros de la mutilación genital femenina, la periodista liberiana Mae Azongo, recibió amenazas de muerte, incluso le dijeron que la agarrarían y la cortarían si no “se callaba”; tuvo que pasar a la clandestinidad con su hija de nueve años.
Un año después, la periodista libia Jawlija al-Amami recibió un disparo de un hombre que se acercó a su automóvil. Si bien sobrevivió, luego recibió un mensaje de texto amenazándola con que moriría si no “dejaba el periodismo”.
Los y las periodistas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) soportan peligros similares, añadió CPJ.
Este año, Xulhaz Mannan, editor de una revista sobre cuestiones LGBT de Bangladesh, fue atacado hasta morir en su propia casa.
Pero muchas víctimas de acoso y abusos no denuncian las agresiones.
“Era como uno de esos sucios secretitos de los que no hablas porque tienes que simular que eres una más entre los hombres”, explicó Barker; y se refirió al caso de Lara Logan como uno de los puntos de inflexión.
Mientas cubría la revuelta en Egipto para la cadena estadounidense CBS, en el marco de la Primavera Árabe en febrero de 2011, Logan fue atacada y violada por un grupo de hombres. Durante una entrevista para el programa de televisión “60 minutos”, relató cómo la separaron de sus compañeros, le arrancaron la ropa, la golpearon con palos y la violaron.
Cuando le preguntaron por qué decidió hablar públicamente, Logan dijo que quería romper el silencio “sobre algo que todas hemos experimentado, pero sobre lo que nunca hablamos”.
Una de las razones por las cuales muchos y muchas periodistas no denuncian es porque temen no poder seguir trabajando por su orientación sexual o de género.
“Es una trampa”, subrayó Rageh a los participantes. “No quiero reforzar esa idea de que quién soy o qué soy limitará mi capacidad para cubrir una historia, pero por supuesto que hay un asunto que atender”, prosiguió.
La vicepresidenta de CPJ y editora ejecutiva de Associated Press (AP), Kathleen Carroll, dijo que hace tiempo que la amenaza de la violencia sexual mantiene a las mujeres fuera del periodismo. Pero hay formas de hacer frente a las amenazas que no implican que se excluyan, opinó.
Carroll señaló que hay que proporcionar a las periodistas y también a los hombres buenas herramientas y capacitación. IWMF creó una formación en seguridad con un perfil de género específico para preparar a las mujeres para ambientes hostiles. Eso incluye escenarios de dramatización, evaluación de riesgos y planes de comunicación.
También se necesitan líderes efectivos, informados y comprensivos en las agencias de noticias para ayudar al personal a minimizar los riesgos, añadió Carroll.
Las panelistas coincidieron en la urgencia de que haya una reforma por la necesidad de mujeres en el terreno.
“Cuantas más mujeres hayan cubriendo esas historias, más se hablará de ellas”, apuntó Barker.
En un artículo, Lima reflexionó sobre la importancia de la voz femenina: “nuestras palabras, nuestras letras, nuestra voluntad pueden prevenir que se vulnere la libertad de expresión, que se viole a más mujeres, que se silencie a quienes son la voz de otros. Nuestras palabras pueden avivar una lucha o sepultar por siempre el cambio”.
Traducido por Verónica Firme