El Día Internacional de los Trabajadores y las Trabajadoras, el Primero de Mayo, puede llevarnos a reflexionar acerca de cómo queremos que sea el trabajo, el modo de producción, las relaciones de producción, para un ser humano libre, no violento, que allá en el futuro nos anima como imagen posible. Un trabajo humanizador, un trabajo dignificante, un trabajo liberador.
Es hoy más necesario que nunca repensar el tipo de trabajo propio de un nuevo sistema económico, social, de un nuevo mundo, que vendrá luego de la crisis terminal del sistema capitalista. Ese trabajo de la próxima sociedad verdaderamente humana será de modo en que cada uno pueda producir de acuerdo a su posibilidad, y recibir de acuerdo a su necesidad, como bien proclamara aquella declaración del Poder Joven, “Quererse libre”.
Será una forma de producción en la cual se pueda desarrollar la vocación, aquello que uno hace con afecto, con creatividad y, además, le sale bien porque tiene que ver con las mejores aptitudes de uno y por eso mismo ayuda a otros, colabora con el avance de la sociedad.
Hoy existen los medios tecnológicos para que cada ser humano pueda desarrollar un trabajo creativo-vocacional, y para que el trabajo forzoso, imbecilizante, pueda reemplazarse con tecnologías diversas hoy claramente al alcance de la humanidad pero injustamente distribuídas. Esto será posible, pero siempre asegurando que todo ser humano por el sólo hecho de nacer, cuente con el acceso a lo que necesite para una vida digna: el alimento, la vivienda, la vestimenta, la salud y la educación para crecer y desarrollarse dignamente como ser humano.
La injusta relación entre capital y trabajo también deberá ser replanteada, porque el capital, sobretodo en este mundo de capitalismo financiero exacerbado, ambiciona con la mayor rentabilidad en términos estrictamente económicos, para lo cual necesita la máxima explotación del trabajador, donde vemos numerosos oficios que se sostienen gracias al sacrificio del trabajador, extendiendo a doce, o catorce horas la jornada laboral, en un trabajo muchas veces repetitivo o en pésimas condiciones. Y, si al capital especulativo no lo le sirve el trabajador, simplemente no lo utiliza más, lo despide, se deshace de él, como sobran ejemplos a diario que generan una desocupación que cunde por doquier, contribuyendo a la incertidumbre, la inestabilidad, la imposibilidad de contar con las condiciones materiales básicas para el desarrollo de un proyecto digno de vida.
Las nuevas formas de producción creo que tienen que ir orientadas hacia la Propiedad Participada de los Trabajadores, donde el conjunto de quienes ponen su fuerza de trabajo puedan decidir acerca de la ganancia de la empresa, puedan reorientarla hacia la producción y no hacia la especulación financiera. Que puedan decidir en conjunto para el bien del conjunto, y no para la concentración y riqueza de unos pocos. Pensar de este modo entonces en aquello que es bueno para la fábrica, para el emprendimiento cooperativo, para la asociación económica en la que se participe poniendo lo mejor de la fuerza de trabajo propia.
La economía popular, las redes económicas, las cooperativas, las fábricas recuperadas por sus obreros, son ejemplos de una forma de trabajo que no sin esfuerzo se convierte poco a poco en digno, en humanizador, siempre que se orienten pensando en los intereses de un conjunto de trabajadores.
Todo lo que ayude a la desconcentración del capital, de las riquezas y de la posesión de los medios de producción, es una dirección interesante en línea de la humanización creciente del trabajo. El trabajo en red, permitido y potenciado hoy también gracias al desarrollo de las tecnologías, donde cada uno aporta su conocimiento, se complementa, colabora con un equipo de trabajo interdisciplinario, es una posibilidad hoy claramente a la mano de toda la sociedad.
Tenemos detrás nuestro una larga historia de conquistas, de logros, pero también de sufrimientos, de trabajadores que perdieron la vida luchando por mejores condiciones. La historia se continúa, avanza con tropiezos, pero cuando se retoma la dirección de creciente superación del sufrimiento, en el ser humano se abre una posibilidad futura, al alcance primero como imagen dentro de sí, que luego motorizará las mejores causas.
Pensar en este Primero de Mayo en esa posibilidad de un trabajo liberador, para un ser humano libre de dolor y sufrimiento, nos llevará a darle más fuerzas a las luchas del presente, nos direccionará hacia un ideal posible, en nuestra generación o en las venideras. Sin ideal, sin imagen futura, las luchas por los derechos de los trabajadores pierden su cause y su potencia futura. Hoy podemos darnos la posibilidad de pensar en un nuevo tipo de trabajo, un nuevo tipo de sociedad donde la vida humana digna de cada trabajador sea el punto más alto de una nueva escala de valores.