Por José Fernando López Forero
Reconstruir una vida en Paz, luego de tantos años de guerra en Colombia, es una tarea integral que compromete a todas las generaciones que tenemos el privilegio de vivir esta nueva etapa de posconflicto. Las formas de convivencia, las relaciones de poder, las condiciones de vida, el conocimiento, la infraestructura física y social, el manejo de los recursos, los servicios básicos, el ejercicio de derechos en libertad y el funcionamiento general de la sociedad en la que vivimos, tiene que cambiar en muchos aspectos, mantenerse en otros o reconstruirse, aceptando que como pueblo colombiano, somos una mezcla de culturas con experiencias de vida muy diferentes frente al fenómeno de la guerra.
Reconstruir una vida en Paz, exige un gran esfuerzo articulador en ámbitos interpersonales, familiares, grupales y comunitarios que coordine saberes, conocimientos y actos de amor y alegría, sanadores de heridas de este cruento proceso de violencia física y psicológica incorporada durante décadas en nuestros tiempos cotidianos. Y esta es una tarea que compromete al sector educativo, al sector de salud, al sector de la acción social de cada municipio, de cada pueblo, de cada ciudad, y en particular a las estructuras organizadas de la sociedad civil: Iglesias, Organizaciones, Gremios y comunidades organizadas o no, entidades del Estado y del mundo privado dedicadas al trabajo de bienestar social.
Pero Reconstruir una vida en Paz, también compromete con cambios radicales a todo el aparato productivo de Colombia, a las empresas privadas, a las compañías de producción de alimentos, de generación de infraestructura física, de construcción de vivienda, de infraestructura vial, de infraestructura comercial, de manejo de la banca, de manejo del mercado en todas sus expresiones. Cambios que nos lleven a crear condiciones laborales y de trabajo más justas y equitativas, fortaleciendo la soberanía nacional en el manejo de nuestros recursos naturales, en el respeto a nuestros saberes y conocimiento y en el establecimiento respetuoso de relaciones con otros países en el mundo en todos los aspectos de la vida. Si Colombia cambia, sus relaciones con el mundo también cambiarán.
Y Reconstruir la vida en Paz, nos enfrenta también al gran reto de reorganizar los grandes acuerdos de convivencia plasmados en la Carta Magna, en el aparato legal y normativo y en la estructura del estado expresión de esos grandes acuerdos. No es el Estado Actual y su estructura política y militar tal y como es, tal y como funciona, el camino y la forma para garantizar las condiciones para convivir en Paz. Los acuerdos logrados, ratificados y blindados en el Congreso con la FARC, y los que se logren con los otros actores armados, son apenas el inicio de un proceso de transformación política en nuestras formas de ejercicio ciudadano de la democracia, de la gestión pública, del poder, de la toma de decisiones, del uso de las armas y de la participación ciudadana y comunitaria de cara al futuro. No es este, ni los anteriores escenarios descritos terrenos fértiles para esta hermosa construcción. Pero es este último el que constituye el eje más importante del posT conflicto, porque es en los acuerdos políticos que hemos vivido (en muchos de ellos sin tomar parte) las personas que hacemos parte del hermoso pueblo de Colombia, en donde históricamente se han creado las condiciones que generaron las desigualdades, las injusticias y las inequidades, caldos de cultivo de la guerra que queremos acabar. Si estos acuerdos no cambian, será mucho más difícil esta reconstrucción, pero que será, SERÁ.