La Secretaría de Prensa del presidente de Estados Unidos confirmó hoy lo que muchos observadores habían estado especulando desde hace varias semanas, que Barack Obama será el primer presidente de Estados Unidos que visitará el lugar de una de las cicatrices más desagradables en la conciencia de la humanidad: Hiroshima, la primera ciudad en experimentar la fuerza de una bomba nuclear.
La medida sigue a la visita en abril de John Kerry, su secretario de Estado, durante una reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G-7.
Por desgracia para los sobrevivientes y todos aquellos a favor de la paz y la reconciliación mundial, no va a haber ninguna disculpa por la destrucción que causó hasta 140.000 muertes, una cifra que sigue aumentando debido a que los sobrevivientes y sus descendientes sufren de enfermedades inducidas por la radiación.
El gobierno de Estados Unidos sostiene que la bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima era esencial para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, un argumento que es discutido por muchos historiadores, y de manera más elocuente por el autor estadounidense Ward, Wilson en su libro «Los cinco mitos de las armas nucleares «, en el que explica cómo la entrada de la URSS a la guerra es una explicación mucho más evidente y decisiva para la rendición de Japón.
El portavoz de Obama tuiteó que el Presidente, en su visita conjunta con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, «no revisará la decisión de utilizar la bomba atómica… En lugar de ello, ofrecerá una visión de futuro centrada en nuestro futuro compartido.»
Habrá que esperar para saber lo que esto significa, precisamente.
La negativa a aprender de la historia y reconocer el horror humanitario de las armas nucleares y de reconocer su inutilidad en las doctrinas de seguridad global, no está siendo bien recibida por los activistas anti-nucleares.
Por medio de la campaña Paz y Planeta, que ha reunido a decenas de grupos anti-nucleares y pro-medio ambiente de todo el mundo, se ha pedido al Presidente que se reúna con los sobrevivientes de la bomba y escuche sus experiencias en palabras propias. También piden que el Presidente no vaya con las manos vacías, sino con propuestas serias para llevar a cabo el desarme nuclear.
Es en este contexto que la hipocresía de los Estados Unidos se hace evidente porque mientras se hizo el anuncio de esta visita, docenas de naciones se reunían en Ginebra para avanzar en qué medidas legales se pueden tomar hacia el desarme nuclear. Esta reunión realizada por mandato de la Asamblea General de la ONU el año pasado, se ha enfrentado a una dura oposición por parte de los EE.UU. y otros estados con armas nucleares, en cada paso que se intentó dar.
La propuesta clave que deberá emerger de estas reuniones, que deben a terminar en agosto, es un tratado para prohibir el uso, posesión, transporte, financiación, etc., de las armas nucleares. A pesar de no tener ningún tipo de apoyo por parte de los estados con armas nucleares y sus aliados con el acuerdo de «compartir armas nucleares», tales como los países de la OTAN, esta medida parece haberse instalado en la imaginación de los estados no poseedores de armas nucleares, y todo indica que están decididos a seguir adelante con ese tratado.
Durante estas conversaciones sobre armas nucleares, un país tras otro va diciendo que 70 años es demasiado tiempo para esperar a que estas armas sean consideradas ilegales, y que el marco jurídico internacional existente no es lo suficientemente fuerte como para llevar a cabo el desarme. 127 países han respaldado una declaración de Austria, conocida como el Juramento Humanitario, llamando a los países a llenar este vacío legal y negociar un tratado de prohibición de armas nucleares.
Hace ocho años Obama trajo tanta esperanza al mundo. Su actitud de «Sí se puede» inspiró a millones, y su discurso en Praga buscando un final para las armas nucleares se vio como un acto de dar vuelta a una página de la historia. Esto incluso lo llevó a recibir su Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, ya hemos visto que las lindas palabras de Obama se han convertido en: aumento de la tensión con Rusia mientras la OTAN continúa su expansión y militarización de las fronteras de Europa del Este; un programa de modernización de armas nucleares que, según está previsto, costará 1 billón de dólares durante los próximos 30 años; una negativa a comprometerse con Rusia y China en un tratado de prohibición de armas en el espacio; una actitud beligerante en el Medio Oriente con matanzas indiscriminadas de miles de civiles a través del uso de drones no tripulados; una política exterior hacia Arabia Saudita que ha llevado a la creación del Estado Islámico; la guerra en Siria, y una crisis de refugiados en Europa que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial.
Por mucho que admiremos las palabras de Obama sobre asuntos raciales desde su posición moral como el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, así como podemos apreciar sus esfuerzos para proporcionar una asistencia de salud universal en ese país, y como también podemos apreciar sus movimientos para normalizar las relaciones con Cuba, la historia puede no ver con muy buenos ojos a este Presidente.
Habiéndose dicho en Praga, «como la única potencia nuclear que ha usado un arma nuclear, Estados Unidos tiene la responsabilidad moral de actuar”, la falta de acción en los últimos ocho años para avanzar en medidas importantes para el desarme nuclear mundial, deja una imagen decididamente inmoral de Obama.