Por Daniel Raventós
Hasta los años 60 del siglo pasado, lo que tanto en la academia como en la calle se consideraba “trabajo” era, exclusivamente, trabajo asalariado o remunerado en el mercado. En otras palabras, trabajo relacionado con la producción de mercancías y servicios. Existen razones poderosas para considerar otros dos tipos de trabajo: el doméstico y el voluntario, aunque ambos reciben otras denominaciones. Actualmente solamente el primero, si es legal, incrementa el PIB. Una de las irracionalidades más de la forma de entender por parte de la teoría económica mainstream y ridículamente ignorante de cómo funciona el mundo.
Gran parte del trabajo remunerado, más comúnmente conocido por “empleo”, será robotizado-mecanizado en los muy próximos años.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que se han destruido alrededor de 61 millones de puestos de trabajo desde 2008, y, en 2019, más de 212 millones de personas carecerán de empleo. Más directamente, el estudio publicado en 2013 por Carl Benedikt Frey y Michael A Osborne, de la Universidad de Oxford, subraya el impacto de la informatización sobre el empleo y prevé que alrededor del 47% del total de puestos de trabajo en EE.UU. están en riesgo de desaparecer por la robotización en los inmediatos años. Los efectos sociales –la pobreza y todo lo que lleva aparejado- para quienes no pertenecen al «Club de los 62» del informe de Oxfam son evidentes y debatidos con frecuencia. Una persona desempleada carece de libertad (condición necesaria de los otros dos principios), y padece el estigma asociado a cualquier clase de subsidio que pudiera percibir, llegado el caso (en el Reino de España, casi siete de cada diez trabajadores desempleados no perciben ayudas de ningún tipo). Ante una realidad tan rápidamente bosquejada, se considera por parte de muchos académicos y por aún más políticos que no son capaces de ver más allá de sus narices, que la “solución” es la misma que hace 3, 4 o 5 décadas: subsidios condicionados para paliar el paro y la pobreza. Como si pudiera ser una opción retroceder en el tiempo… Digámoslo claro: los subsidios condicionados son mejor que nada, claro, pero muy insuficientes, ineficaces y pobres respecto a lo que la realidad demanda.
Afortunadamente, son cada vez más las personas y movimientos sociales (“nuit debout” es uno de los últimos ejemplos) que proponen la Renta Básica (una asignación monetaria incondicional a toda la población) para garantizar la existencia material de toda la ciudadanía. Es desde hace tiempo materia de debate social. Este 1 de mayo de 2016 es buen momento para recordarlo. Porque lo que dignifica no es el trabajo, lo que realmente dignifica es tener la existencia material garantizada.
A veces se hace esta pregunta: ¿y cómo no lo ven los gobernantes y muchísimos académicos? Como dejó escrito Upton Sinclair, es muy difícil que alguien vea la verdad cuando se cobra para no verla. Garantizar la existencia material a toda la población supondría unos aires de libertad para la población que es perfectamente previsible que merezca la oposición de quienes tienen muchos intereses materiales en que la realidad no sea así.
Daniel Raventós es profesor de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de SinPermiso y presidente de la Red Renta Básica, además de miembro del comité científico de ATTAC.