«Mienras la UE siga recurriendo a políticas disuasorias que violan los derechos humanos, todo el edificio europeo se verá pronto bajo una grave amenaza», dice el autor.
Por Stelios Kouloglou – Eurodiputado de Syriza
El cierre de fronteras de Estados miembros de la UE y la carta blanca que la Comisión y el Consejo europeos han dado a Turquía para gestionar la crisis de los refugiados es un gran y monumental fracaso del establishment europeo. Los líderes de la UE se están dejando llevar por el discurso de odio articulado por la extrema derecha, fortaleciendo gradualmente las voces antiinmigración. Al mismo tiempo, los líderes de la UE no pueden explicar de manera convincente por qué los refugiados representan una amenaza tan grande para Europa, porque Europa se ha partido en dos campos, y porque Turquía, que falla a la hora de aplicar los grandes tratados internacionales de protección de los derechos humanos, está asumiendo un ventajoso lugar como mediador, mientras Grecia afronta cargas enormes en términos de financiación y acogida de los refugiados.
Todos los tratados internacionales que protegen los derechos de los refugiados se han tirado a la basura. Para llegar a este infame punto, el papel de las fuerzas conservadoras en la UE ha sido definitivo. Pese a numerosos esfuerzos por parte de muchas fuerzas democráticas en el Parlamento Europeo y representativas figuras de la Unión para mantener las fronteras abiertas y seguras, lo que tenemos ahora es un acuerdo distorsionado y una Unión que no puede responder a un desafío mayúsculo ni comprender que es cuando menos ridículo para un continente con 500 millones de ciudadanos estar en desacuerdo con uno o dos millones de refugiados en su territorio, cuando estados mucho más pequeños en Oriente Medio como Líbano y Jordania albergan más de dos millones de refugiados.
Grecia es el único Estado miembro de la UE que, pese a la profunda crisis financiera que sufre, está haciendo todo lo posible, gastando cientos de millones de euros, mostrando solidaridad en todos los aspectos. En estas consideraciones, reconociendo los grandes y constantes esfuerzos de las comunidades locales y la sociedad civil, el grupo parlamentario GUE/NGL en Bruselas, por sugerencia mía, está organizando a primeros de junio una ceremonia para rendir homenaje a todas estas personas que han mostrado y siguen mostrando solidaridad con los refugiados. El acto es parte de nuestra campaña para impulsar la nominación de los ciudadanos griegos para el premio Nobel de la Paz, el cual creemos firmemente que el pueblo de Lesbos debería tener derecho a recibir.
Similar importancia reviste la provisión de educación y escuela a los niños. La Comisión Europa debería invertir en esta cuestión y darle prioridad, mejorando las posibilidades de que los refugiados reciban una educación apropiada y tengan acceso al mercado laboral en las mismas condiciones que los locales. Además, el Ministerio de Sanidad griego ha aprobado una legislación especial para refugiados e inmigrantes que les garantiza el libre acceso a los servicios de salud primaria, mientras que el Ministerio de Educación está redactando una nueva propuesta que incluirá a los refugiados en los planes de educación superior y formación profesional.
Todos estos esfuerzos surgen del mismo punto. Que los refugiados son gente como nosotros. Ellos sencillamente han tenido que huir de la guerra y sobrevivir. Mientras la UE no sea capaz de percibir adecuadamente esta realidad y siga recurriendo a políticas disuasorias que violan los derechos humanos, todo el edificio europeo se verá pronto bajo una grave amenaza.