El festival “Effet de CER” (Efecto de cine, ecología, resistencias) se desarrolló los días 20, 21 y 22 de mayo pasados en el establecimiento cultural y solidario “le 100” en París. Un formato vivo y participativo con la proyección de siete filmes seguidos por encuentros temáticos animados por los realizadores de las películas, los actores de la ecología social, periodistas, responsables de asociaciones y el público.
En la programación, el excelente filme de François Ruffin, Merci patron (Gracias patrón), alegró la sala con su espíritu irreverente y sus “actores” que a medida que pasan las imágenes se vuelven entrañables (sí claro, hasta el negociador enviado por LVMH una verdadera caricatura del agente secreto…).
Con este documental el director invita a una nueva forma de acción reflexiva pero alegre, jugando hábilmente con las reglas que, por lo general, establecen aquellos que detentan el poder.
Durante el debate que siguió, “El enfoque ciudadano: un contra-poder en la empresa”, se recordó con toda precisión que en la empresa, aun cuando la relación de fuerzas sea desigual ya que al asalariado teme perder su trabajo, mientras que la empresa puede fácilmente encontrar otro empleado, el CE (Comité de Empresa) y el CHSTC (Comité de Higiene, Seguridad y de las Condiciones de Trabajo) tienen un rol importante. El primero mediante el ejercicio de su derecho a la información y su estudio, para cuidar las malversaciones eventuales que pudieran conducir a desestimar los derechos de los asalariados (por ejemplo, transferir a los empleados a otra estructura durante una reventa de la empresa, haciéndoles de esta manera perder su antigüedad y después poder despedirlos a menor costo).
El segundo debe velar para que la salud de los empleados no se vea afectada, como suele suceder en caso de reducción de personal cuando la carga de trabajo suplementario recae en los que quedan.
Durante la jornada dedicada a la justicia ambiental, se propuso la proyección del filme También la lluvia, realizado en 2010 por Icíar Bollaín. En este largo metraje, un equipo de cine llega a Bolivia para rodar una película sobre la colonización de Cristóbal Colón y la servidumbre indígena y termina por encontrarse en el medio de la “guerra del agua”. Se trata de una lucha encarnizada que llevaron a cabo los habitantes de Cochabamba y que ganaron, en 2000, contra la privatización del acceso al agua corriente que las autoridades de turno querían establecer luego de un acuerdo con una multinacional estadounidense. Un paralelo mostrado con eficacia entre la colonización de América Latina en el siglo XVI y la colonización actual, este filme aborda los conflictos entre los pueblos y los poderes de los estados y los financistas en materia de bienes comunes.
Tras la proyección de la película se hizo un debate en que el economista Ricardo Petrella (uno de los expertos más importantes en política de aguas que también es columnista de Pressenza) esclareció las razones por las cuales no podemos decir que estamos al abrigo de guerras por los bienes comunes.
Desde hace alrededor de treinta años, el mundo está en una situación de gran violencia económica y política, caracterizada por una verdadera lucha de clases de ricos contra pobres. Tanto el agua como el aire, las semillas, la educación y la salud, están ahora oficialmente reconocidos como “bienes económicos” y no como bienes comunes y universales. Por lo tanto están sometidos a las leyes del mercado y son causa de conflicto. La gestión de dichos bienes se delega casi en su totalidad en empresas privadas y en el mercado, lo que ha reducido radicalmente el peso de los poderes públicos y democráticos y, por ende, el de los pueblos.
Los tratados como por ejemplo el TTIP-TAFTA ilustran muy bien este proceso. Según Ricardo Petrella, la única manera de reaccionar contra todo esto y de evitar la violencia ejercida sobre los seres humanos y la naturaleza es luchar por la recuperación de los bienes comunes y para controlar de manera colectiva los centros de decisión y los mercados financieros.
Gabriel Amard, cofundador de la coordinadora Eau Bien Commun France (Agua Bien Común Francia), insistió en esta necesidad mostrando de qué manera era posible, en varios casos en Francia, de volver a publicitar la gestión del agua y hacer que el acceso al agua sea universal y no limitado sobre la base de condiciones económicas.
Cabe destacar también la exposición de fotos del colectivo ŒIL, 3 fotografías de mirada benevolente y en posición solidaria con los que luchan, de la selva de Calais hasta el campo de refugiados de Stalingrad en París.
Por Domenico Musella y Marie-Laurence Chanut