Ya no se trata de derechas e izquierdas, ni de conservadores o progresistas, en el escenario mundial actual se va perfilando cada vez con más claridad el posicionamiento del anti-humanismo y también – en la base social – del humanismo, sea cual sea el signo que este último vaya tomando. Porque los espacios del poder, de la concentración económica y mediática, armamentista y militar, sin duda están siendo ejercidos cada vez con mayor fuerza por quienes violentan, discriminan, marginan y expulsan cruelmente a grandes mayorías de seres humanos, prescindiendo de ellos como si se tratara de objetos desechables.
Tal es el caso de las propuestas con las que ha vencido dentro de su propio partido el candidato republicano Donald Trump: ha logrado destacar gracias a su fuerte discurso contra los inmigrantes, especialmente mexicanos y musulmanes, asegurando que mandará a construir un muro en la frontera de Estados Unidos con sus vecinos del sur o que no dejará entrar población árabe al país. Personifica el rechazo a la mundialización, y su propuesta del muro se ha vuelto un símbolo de este fenómeno.
¿Se dirá que aún no ha sido electo y que esas monstruosidades no llegarán a concretarse? ¡Es que el sólo hecho de que se las piense a los humanistas nos pone la piel de gallina! Vemos un momento histórico en el que se manifiesta crecientemente una dirección que se caracteriza por pensar muy mal de los demás; por sentimientos de xenofobia, recelo, odio y desconfianza, alimentando todas las distintas formas de violencia; se actúa aumentando la separatividad, la exclusión y la discriminación, apoyándose en controles mayores y armas más peligrosas.
El hecho que Donald Trump haya logrado conseguir los delegados necesarios para ganar las primarias republicanas y sea el candidato presidencial oficial del Partido Republicano en noviembre, para los humanistas es una señal muy evidente de la peligrosidad ante la cual nos encontramos. Incluso antes del resultado definitivo de las urnas, podemos tomar como un indicador de estos tiempos el que todos los rivales del excéntrico millonario declinaran sus candidaturas, al no considerarse capaces de ser una competencia real para él. Su candidatura suma ya 1.238 apoyos, lo que hace imposible cualquier otra alternativa.
Además, las últimas encuestas norteamericanas demuestran que Trump está cada vez más cerca de cualquiera sea la próxima candidatura demócrata, Sanders o Clinton, incluso algunos estudios muestran una diferencia que está dentro del margen de error.
Una encuesta realizada para el The Washington Post y la cadena ABC, publicada el domingo pasado, indica apenas una ligera ventaja de Clinton ante el republicano: 46% ante 44%.
En otro sondeo, esta vez del canal NBC y el periódico Wall Street Journal, la candidata demócrata mantiene una ventaja un poco mayor, 46% frente a 43% del magnate inmobiliario neoyorkino. Pero le falta todavía la recta final de la campaña en la que, como sabemos, se juega el todo por el todo.
Desgraciadamente, no es éste el único indicador del avance de esta fuerza voraz ni tampoco el primer país en el que se va consolidando. La vemos crecer e instalarse en muchos lugares y constatamos cómo ejerce su poder inescrupulosa y desalmadamente.
En este escenario, recordamos uno de los primeros párrafos del Documento del Movimiento Humanista: “Entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo”.