Por Evelyn Jaramillo y Alberto Vargas
Foto: Evelyn Jaramillo
En esta cuarta entrega el equipo de Pressenza en Ecuador continúa con la serie de entrevistas denominada Vidas Dedicadas. El objetivo de este esfuerzo es recuperar y difundir la experiencia de 12 personas que, en nuestro país, han dedicado su vida a una lucha, una iniciativa, un quehacer que aporta a la construcción de un Ecuador no violento. Doce testimonios, doce ejemplos, doce señales de que el futuro está entre nosotros. Publicaremos estas entrevistas a lo largo del año y esperamos, a inicios del 2017, compartirlas en una publicación.
Esperanza Martínez: algo de su historia
‘‘Soy una ecologista comprometida con la naturaleza’’ Así se define Esperanza Martínez, reconocida activista y defensora de la vida.
Tengo una historia de vida que me ha ubicado siempre, desde que era muy joven, con los temas sociales. Cuando tenía 15 años trabajé muy de cerca con los grupos de solidaridad con la revolución de Nicaragua (para nuestra generación era todo un símbolo de la lucha por la justicia y por las libertades, que estaba cargada de un sentido de defensa, si se quiere, hasta poético. Hubo muchas referencias artísticas de Centroamérica en esa época). Yo empecé mi compromiso con los temas de la naturaleza, siempre desde la búsquedas de la justicia social. Y en eso anduve bastante tiempo –da dos suspiros entrecortados y sonríe- y sigo hasta ahora.
Esperanza reconoce que le resulta difícil elegir uno solo, como el momento exacto en el que el ecologismo empezó a ganar terreno en su vida, sin embargo decide contar…
Empecé estudiando medicina y duré dos años. Pensaba que era una manera de ser útil a la gente -recuerda que cuando era niña, su padre siempre le decía que lo primero en la vida era ser bueno, lo segundo era tener una herramienta para poder intervenir, para canalizar esa bondad y lo tercero era ser revolucionario-. Descubrí después que no me gustaba mucho la sangre –se ríe- y entonces me cambié a biología, que parecía ser algo menos útil, menos práctico, pero que de todas maneras yo sentía que me iba a permitir ponerme en contacto con la naturaleza –levanta su mano y señala, haciendo un círculo en el aire, a todos los árboles y aves que hay cerca de nosotros-. Supongo que a partir de ahí es que nació y se cultivó en mí, la capacidad de fascinarme por la naturaleza. Y que es algo que en mi vida ha sido siempre recurrente.
A los cincuenta años Esperanza empezó a estudiar derecho. Y aunque la biología le había ayudado íntimamente, no era la herramienta con la que podía hacer efectiva la defensa de la naturaleza y de los territorios. Riéndose comenta: “aún no estoy segura de que la herramienta sea el derecho”.
La capacidad de maravillarse por la naturaleza.
Uno nace teniéndola, la cuestión es que la va perdiendo. En todo caso, en ese encuentro entre el mundo de la naturaleza y las causas sociales, lo que queda en la mitad es a lo que yo le llamo “ecologismo”. El respeto a la naturaleza con la búsqueda de la justicia social y de condiciones de vida digna para la gente.
Para Esperanza, el terreno físico en el que aterriza el ecologismo no es otro, sino todo lugar donde hay poblaciones que viven ligadas a la naturaleza, que han sido, que son y que están siendo agredidas. Y es allí –nos dice- donde se cometen, probablemente, los actos de mayor injusticia.
Que le digan ecologista infantil, a Esperanza le llena de satisfacción. Siempre le he hecho mi declaración de amor y vocación a los niños, yo me siento bien. Ojalá todos tuviéramos esa parte porque ¿qué es lo infantil? Para mí no es sinónimo de lo inmaduro, sino la capacidad de maravillarse, la capacidad de fantasear, la capacidad de jugar, la capacidad de ver el sentido alegre a la vida y me parece fantástico, además-
La bondad implica revolución.
Si no empiezas con condiciones de bondad, con ganas de ser útil y de transformar, no vas a lograr nada. Acción Ecológica, por ejemplo, tiene treinta años de haberse fundado -yo soy una de sus fundadoras-. Nosotros siempre hemos querido ayudar. Y decidimos que queríamos ser un actor propio, construimos un colectivo de gente que defienda la naturaleza y los temas sociales.
Cuando nosotros empezamos con Acción Ecológica, una de las primeras cosas que hicimos fue trabajar, justamente, en el entorno del Yasuní. En ese entonces el tema era la defensa del territorio waorani. Y claro, de las primeras imágenes que yo tengo, tal vez una me marcó mucho más. En una de esas primeras reuniones que tuvimos con los pueblos indígenas, en el Puyo, territorio que estaba empezando a ser amenazado por petroleras me encontré con un cura, José Miguel Bordarás, y me contó sobre el intento de enseñar al pueblo la lengua española.
“Les mostrábamos una tarjeta con la imagen de una casa, o de un carro, o de una persona y el waorani respondía –Tapa- que después nos enteramos que quería decir –Lanza- porque la gente vivía y quería seguir viviendo desconectada del mundo occidental.
Entonces ese es un primer recuerdo, bien importante, un primer encuentro con una gente a la que tú quieres defender, pero que un poco no quiere tener contacto contigo…
El territorio waorani, un mundo ideal.
En general nosotros siempre fuimos recibidos con cariño, -dice- Después de esas primeras reuniones ya se nos permitió entrar en la zona misma.
Esperanza comenta algo que la marcaría de por vida. En el territorio waorani, no recuerdo una sola vez haber oído llorar un niño. Era impresionante la diferencia de las relaciones ahí. Tú veías a un hombre entrando a la cocina, cargando a los niños. Veías una especie de mundo ideal, hasta pensé en irme a vivir allá con mi hijo, porque las condiciones eran buenas y el ambiente saludable.
He vuelto varias veces a esas zonas después de la entrada de las petroleras y ya las cosas son por completo diferentes. Se oyen gritos, hay violencia, la gente bebe. Y entonces, solo entonces, uno se da cuenta de cómo el mundo occidental ocupó esos territorios y al ocuparlos los destrozó, y destrozó también esas primeras sensaciones, con las que yo dije “wow, es posible la vida feliz”
Pachamama y Sumak Kawsay.
El Sumak Kawsay es fundamental, porque lo que pretende hacer es una crítica a todas las formas de ver el desarrollo que han existido en el pasado.
En 2007 y 2008, en la Asamblea Constituyente de Montecristi, donde se construía la nueva Constitución del Ecuador, se empezó a reconocer a la naturaleza como sujeto de derechos. Es aquí donde Esperanza jugó un papel importante como asesora de la Presidencia de la Asamblea, al impulsar una nueva forma de entendimiento sobre lo que significa naturaleza.
Nos preguntábamos, ¿Qué es la naturaleza? ¿Cuál es el paradigma que queremos enfrentar cuando hablamos de la naturaleza? Porque hay un concepto que fue desarrollado por el mundo occidental y por muchas organizaciones de conservación, que ven a la naturaleza despojada de la gente. Las transnacionales de la conservación que no entienden que esa gente, los indígenas que viven en la naturaleza, han sido quienes lograron construir la biodiversidad que allí existe.
Lo primero era construir otra visión de naturaleza, La Pachamama; es decir, un concepto en el que estén incluidos los animales, las plantas, el mundo animado según la biología, y también las piedras, las personas, e inclusive los seres espirituales. Entonces dijimos, son los derechos de la Pachamama.
Para Esperanza, el país atraviesa una época en la que se está cargando de contenido al concepto de naturaleza y a sus derechos, pero también en la que se piensa cómo restaurarla, y en quiénes han sido los sujetos históricos que la han protegido, porque no se puede pensar en el Sumak Kawsay sin la naturaleza y la plurinacionalidad. Son tres pilares que no se pueden entender por separado para la construcción de país-
Batallas perdidas y resiliencia.
Hemos perdido muchas batallas –dice con la voz entristecida-. Por ejemplo, las firmas de contratos con petroleras han sida pérdidas trágicas para nosotros. Cuenta que cuando empezaron a trabajar con el pueblo waorani por la defensa del Yasuní, aún no había operaciones en el bloque 16, e hicieron de todo para impedirlo. Nos tomamos el Tribunal de Garantías Constitucionales, hicimos muchas marchas muy bonitas. Recuerdo una que fue en el centro de Quito, con bastoneras, banda de guerra, pusimos frente a Carondelet una pancarta gigante que decía “Este edificio será demolido, encontraron petróleo” con la idea de que la gente sienta lo que era ser desplazado a causa de la exploración petrolera. Pusimos acciones legales para intentar que no entren las primera petroleras al Yasuní. Pero perdimos, y así hemos perdido muchas.
Hay unas pocas que se han ganado, pero en general, la capacidad de imposición que tienen las grandes empresas es muy fuerte. Y en este camino del activismo, esas son pérdidas muy dolorosas. Sin embargo, el camino mismo de cada una de esas luchas es muy estimulante. Siempre te llena de energía y sacas fuerza de la misma acción de defensa, por más que a veces la derrota te golpee duro. Además, creo que los jóvenes de ahora pueden dar ese paso hacia un cambio muy notorio.
Cuando empecé con el activismo, el cambio climático no existía, la biodiversidad no existía, los pueblos indígenas no existían, nada de lo que hoy es visible existía. Es en esta generación en donde surgen estos temas. Los jóvenes saben sobre el cambio climático, Ahora ni se diga lo qué pasa con las generaciones nuevas. Yo creo que hay un proceso de reencuentro con algunos valores que implican el cuidado del medio ambiente, de la naturaleza misma. Soy optimista, creo que se están desarrollando nuevos sujetos que son comprometidos, interesados, con sensibilidades nuevas y yo de esto aprendí, y recuperé fuerzas.
Para Esperanza, el 15 de agosto de 2013 (cuando el Primer Mandatario del Ecuador cerró la Iniciativa Yasuní ITT y pidió intervenir sobre el 1% de la superficie del parque), fue una experiencia horrible. La gente lloraba.. No sabíamos qué hacer. Era un llanto colectivo, pero fu muy chévere lo que pasó después.
La gente empezó a reunirse, dice. Empezaron a venir a esta oficina preguntando ¿Bueno, y ahora qué hacemos? Es decir, la capacidad de resiliencia. Yo pocas veces he visto tanta creatividad y tanto compromiso como en esa época. Nosotros siempre destacamos que esta, sobre todo, fue una lucha juvenil, porque hay una carga social bien fuerte contra los jóvenes. Se cree que son vagos. Pero no. Yo lo que veía era unos jóvenes súper comprometidos, conscientes, inteligentes y con una sensibilidad diferente.
Perspectivas de los ‘‘ahoras’’.
Tenemos varios ahoras. El ahora ahorita y el ahora futuro. Sin embargo creo que es momento de reflexionar, sobre todo, en cómo trabajar en los temas de la naturaleza. Y aquí hay tres sujetos a los que ponerles especial atención: uno, por supuesto es la naturaleza, si es sujeto y estamos convencidos de eso tenemos que mirar qué le pasa y las dinámicas que tiene. Como dice Galeano <<la naturaleza no es muda>> te da unas señales terribles cuando alteras un sistema.
Luego, hay un actor que ha surgido sobre todo en la última época, donde hay más agresividad en los territorios indígenas, que son las mujeres. Se vienen procesos bien interesantes que develan al capitalismo funcionando sobre la base de destruir la naturaleza y de apropiarse de su trabajo. Porque cuando la petrolera entra en las comunidades tiene necesidad de mano de obra y se lleva a los hombres. Pero ¿quién sostiene a la familia?, ¿quién da de comer?, ¿quién cuida a los hijos? Las mujeres, en un trabajo esclavo, van a sostener la reproducción de la vida. Y son esas mismas mujeres, las que están empezando a intervenir ahora con mucha fuerza.
Otro actor fundamental son los niños, que es más difícil verles porque están siempre sometidos no solo por el capitalismo sino por la propia dinámica familiar. Pero que por las nuevas sensibilidades que construyen, van a jugar un papel fundamental en la construcción de un futuro, que es posible, pero toca pelearle, porque está muy instalada la idea de debacle.
Esperanza admite que han sido los mismos ecologistas los que han contribuido a crear esta imagen, porque hemos sido los agoreros de la mala suerte. O sea decimos: “Entra la petrolera y se va a destruir al Yasuní”. Tratamos de conmover a la gente con estas imágenes fuertes, pero el capitalismo y la industria han cimentado sobre esa misma idea de desastre, su propia solución, Han construido su propia ciencia y tecnociencia, y han entrado en disputa por esos sentidos futuros.
Además en las cumbres sobre la biodiversidad, lo que se quiere lograr, es patentar formas de vida, tomar decisiones sobre la estrategia de explotación de las áreas privadas de conservación. Ahora lo que se está peleando es que haya el 10% de ecosistemas conservados en manos de las industrias de la conservación y tener derecho a destruir todo lo demás.
¿Cómo contribuye el trabajo de Acción Ecológica y el posicionamiento de Esperanza Martínez a construir un mundo más humano?
Esperanza está segura de que Acción Ecológica, a lo largo del tiempo, ha jugado un papel muy importante en la historia del país en términos ambientales -Le hemos dado una visión más política a la lucha por la naturaleza. Hicimos visibles los abusos y los atropellos que tienen que ver con la destrucción ambiental, e hicimos visibles también, las relaciones de los distintos actores que intervienen en esta destrucción-
Cada uno ha puesto su granito de arena. Porque debemos volver a pensarnos en plural. Solamente desarrollando muchas destrezas, desde muchos frentes, con muchas organizaciones, vamos a poder hacer realmente un cambio…
Cada uno hace lo que puede y siempre un poquito más.