El año pasado dudé de la legitimidad de las manifestaciones por corrupción y lo expuse abiertamente en mis artículos, sin embargo como muchos también las apoyé porque más allá de la clase media clasista y racista que infestaba las plazas, y que solo se escama cuando le tocan el bolsillo también estaba el pueblo real. Levanté mi voz desde el extranjero uniéndola a la de los parias que sin posar estaban ahí, como han estado siempre sin que los arreen y sin pedir a cambio reverencias.
Mucho se ha dicho de esas manifestaciones, fueron tantos los que se colgaron del momento para beneficio personal. Entre estudiantes, docentes, empresas oligárquicas, dirigentes sindicales. Artistas, deportistas y candidatos a la presidencia. Tal es el caso de Jimmy Morales que aprovechó para subirse a la ola y es hoy en día el mamarracho que desde la poltrona simula ser el presidente.
Que nadie se equivoque, no fue la masa de clase media que infestaba las plazas la que logró derrocar a Otto Pérez Molina, lo que sí es cierto es que fue utilizada por la embajada de Estados Unidos y la oligarquía guatemalteca para sacudirse al ladronzuelo que entre otras virtudes es genocida y así colocar a otro igual (o peor por solapador) de lacayo. Y no lo digo yo, los resultados de esas manifestaciones están a la vista y hoy por hoy Guatemala sigue cayendo en un abismo sin fondo.
Fue en tiempos de “democracia” claro está, a la clase media no hay que obligarla, solo hay que decirle que hay beneficios para los marginados del sistema y vota en contra.
Fue más la bulla de los clase medieros, de la burguesía y del estudiantado que de pronto se sintió digno y se disfrazó de revolucionario para acaparar las cámaras de televisión de los medios internacionales y salir en primera plana. Aprendieron frases, versos y pintaron consignas de mártires guatemaltecos. No faltaron quienes entraron en trance y hablaban en lenguas y trababan los ojos, y se devanaban en el suelo con tal de una foto o una entrevista. Algunos se autoproclamaron nietos de Árbenz. Y no faltó quien se creyera heredo del Che Guevara.
Estudiantes de universidades privadas de pronto se disfrazaron de pueblo para recibir aplausos. Universitarios San Carlistas que dijeron “USAC es Pueblo” pero que en el Juicio Sepur Zarco dejaron solas a las mujeres indígenas que denunciaron haber sido esclavas sexuales por parte del ejército en tiempos del Conflicto Armado Interno. Mismos que en la Huelga de Dolores le pedían a gritos a Jimmy Morales que firmara la ley de la Pena de Muerte. ¡Habráse visto…! Entonces, ¿cuál reestructuración del país?
Y no digamos periodistas que en las manifestaciones se maquillaron de dignidad pero que en tiempos de Jimmy solapan con su manipulación mediática toda injerencia estadounidense y todo asalto oligárquico. Y desde el pedacito de país lanzan pestes a los gobiernos progresistas de Suramérica y aplauden el avance neoliberal.
A un año de aquella farsa, viene la Marcha por el Agua. Más allá, lejos de la mediocridad, de la avaricia y del oportunismo están los pueblos indígenas y los campesinos que realizaron una marcha de 11 días en los que caminaron más de 260 kilómetros, exigiendo una regulación del agua, que liberen los ríos que están en propiedad del sector empresarial, exigen que los diputados legislen al respecto. Fueron miles de campesinos los que caminaron bajo el sol y en el calor abrumador del verano guatemalteco. Mujeres cargando a sus niños en sus espaldas, amamantándolos mientras caminaban kilómetros y kilómetros. Pidiendo lo que por derecho les corresponde. Siempre leales, siempre honestos, siempre peleando los derechos para todos. ¿Qué clase media los fue a acompañar? ¿Qué masa amorfa caminó con ellos? ¿Qué estudiantado universitario marchó con ellos?
Los dejaron solos, como siempre. Cuando el año pasado fueron miles los campesinos que perdieron días de trabajo viajando desde los departamentos a la capital solventando sus gastos, para acompañar a la horda clase mediera en las manifestaciones por corrupción, porque ellos saben que la unión hace la fuera. Ellos siempre están pase lo que pase.
En la Marcha por el Agua llegaron a la capital con sus pies reventados de ampollas, (muchos de ellos no tienen zapatos) con hambre y sed, sumamente cansados. Y unos que para la foto fueron a recibirlos a la entrada a la capital, les ofrecieron refrigerantes y realizaron ceremonias mayas. Les echaron porras y ahí murió la flor. Esa fue su participación y con eso sintieron que hicieron más que suficiente. Y les llamaban compañeros, hipócritamente.
Otros llegaron a la Plaza Central con cámara en mano y se tomaron fotografías que publicaron en las redes sociales, justo cuando les entregaban bolsas de agua y un pan con frijoles. Se sintieron dignos y le agregan frases de revolucionarios asesinados por el ejército. Qué lejos estamos los guatemaltecos de la conciencia, de la humanidad y de la solidaridad. Lejos de hacer las cosas por consecuencia política y sin robar cámara. Lejos de valorar las luchas de los otros que deben ser las nuestras porque nos involucran a todos.
No faltaron quienes yendo a manifestar el año pasado por corrupción, lanzaron insultos a través de las redes sociales a los pueblos indígenas que marcharon por el agua, acusándolos de haraganes y mantenidos. Culpándolos por el tráfico en la ciudad.
¿Reestructurar Guatemala? ¿Cuándo y cómo? ¿Con esa horda de hipócritas, con esa masa incongruente políticamente? ¿Con esas mentes colonizadas, con esas actitudes clasistas y con el racismo a flor de piel? ¿Con ese odio a los pueblos campesinos?
Lejos está Guatemala de florecer y que no insulten la lucha de los dignos diciendo que el país lleva un año de primavera. Que digan misa y que publiquen documentales, estudios y foto reportajes, las marchas por corrupción fueron a morir con el voto a Morales. Contra eso no hay excusa que valga.
No hay que buscar en ningún portafolio de clase media, de estudiantes universitarios, de líderes sindicales y oportunistas capitalinos; los rostros de la Marcha por el Agua están en ese pueblo marginado del que el guatemalteco capitalino y clasista se avergüenza. Que se cuelguen de ellos los que quieran, pero aunque intenten de todo no tendrán nunca la dignidad, el coraje, la identidad y la entrega de los que actúan sin posar desde la invisibilidad de la alcantarilla.
¿Otra Guatemala es posible con esa horda de oportunistas? Parece chiste pierde amigos de los que cuenta el Moralejo a la prensa internacional en butaca de la ONU.