La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nació en 1945. Fue el resultado de negociaciones al final de la segunda guerra mundial. En sus comienzos eran 51 países miembros. Como suele suceder, los “vencedores” impusieron sus condiciones y eso se reflejó en la organización naciente.
Sus objetivos iniciales eran loables en sus enunciados. Algunos de ellos decían:
…”mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar la amistad entre las naciones basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de libre determinación de los pueblos”.
En un mundo inundado de conflictos bélicos y con la amenaza permanente del “desastre nuclear”, la ONU estaba llamada a ser una herramienta fundamental para el logro de la Paz, la No-violencia y el desarrollo de los pueblos. Sin embargo, esto no ocurrió, ni ocurre. Ha habido logros importantes, pero son mínimos si los comparamos con sus posibilidades. La Declaración Internacional de los Derechos Humanos (1948) ha sido uno de los más significativos. Muchos países han firmado su adhesión, muy pocos lo cumplen.
En las Naciones Unidas abundan buenas intenciones, estudios inteligentes y propuestas humanizadoras. Pero, mucho o casi todo, queda en las “palabras y papeles”. Muy poco, o casi nada, avanza hacia la plena ejecución.
El problema principal, entre muchos otros, es su organización interna y su funcionamiento. Allí reina la contradicción y la desigualdad.
¿Cómo habría de bregar y ser eficaz en la lucha por la Paz, la igualdad y la justicia una organización cuyo funcionamiento interno es esencialmente autoritario, desigual y elitista?
¿O no es elitista y desigual que un reducido grupo de 5 países (Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña y Francia) tengan el poder de veto sobre cualquier iniciativa, por muy loable que esta sea?
Cientos de resoluciones direccionadas a la reducción de armamentos nucleares y al establecimiento de Misiones de Paz han sido anuladas por el veto de estos cinco “dueños” de la ONU. Lo mismo ocurre con resoluciones para el cuidado ambiental y para reducir la contaminación industrial. Lo mismo ocurre en las resoluciones para superar las crisis de los refugiados o para el retiro de tropas en los territorios ocupados.
En la ONU, compuesta hoy por 193 países, sólo 5 de ellos tienen un “poder especial” por sobre los demás. Esos cinco imponen su veto e imponen sus intereses. Son los mismos que exportan guerras y armamentos, y ocupan territorios. ¡Qué mayor contradicción! ¿Dónde está la igualdad y dónde la justicia?
Enumeramos unos pocos ejemplos de los últimos tiempos: las invasiones a Irak y Afganistán, la intervención militar en Libia, el no cumplimiento de las Resoluciones en los “Territorios Ocupados”, el manejo inhumano de las crisis de los refugiados en Europa, África y Asia…. Todas estos dramas fueron generados o apoyados por algunos o parte de los cinco “dueños” de las Naciones Unidas.
Esta situación está descripta magistralmente en el en el libro “Carta a mis Amigos” de Silo. En la novena carta y refiriéndose a la ONU y a la vigencia de los Derechos Humanos afirma:
… “Es de observar que como consecuencia del proceso de mundialización, Naciones Unidas está jugando un rol militar creciente que entraña no pocos peligros. Una vez más se está comprometiendo la soberanía y autodeterminación de los pueblos mediante la manipulación de los conceptos de paz y de solidaridad internacional.” i
Sintetizando. La organización actual de las naciones Unidas responde básicamente a intereses de unos pocos países. Estos cinco miembros con poder de veto actúan como los “gendarmes” del mundo. Este hecho confirma la contradicción y desigualdad en la ONU. Fue impulsada y creada al finalizar la segunda guerra mundial para cuidar los intereses de un mundo que hoy, ya no existe. Su transformación es una imperiosa necesidad de los tiempos actuales. Sus contradicciones y desigualdades deben ser superadas… Su transformación ayudará al nacimiento de una nueva unión de naciones superadora de la anterior. Una nueva organización que rescate lo mejor de la ONU y transforme aquello que genera desigualdades e injusticias.
Una nueva unión de naciones basadas verdaderamente en la igualdad de derechos de todos los países. Sin países de primera y de segunda. Sin poderosos con derechos especiales de veto. Veto para todos los países, o veto para ninguno. Esto es igualdad de derechos y oportunidades.
Una nueva unión de naciones que no se convierta en instrumento ni brazo militar de las grandes potencias. Que no justifique la guerra o la ocupación de territorios. Que pase de la “declaración de derechos humanos” a la plena “ejecución de derechos humanos”. Que impulse con decisión el desarme nuclear total y la reducción del armamento convencional. Que acoja y asegure el bienestar de aquellos que son golpeados por el drama de la guerra y de las catástrofes de cualquier tipo.
Una unión de naciones que impulse una nueva sociedad humana y que señale el camino para el establecimiento de una Nación Humana Universal.
i Silo: pensador, escritor y guía espiritual. Libro “Cartas a mis Amigos”. Se puede consultar esta obra en www.silo.net