En los últimos años se ha incrementado la literatura infantil que cuestiona los modelos tradicionales de feminidad y masculinidad y rompe con el ideal de princesa sumisa que debe ser salvada.
La colección Érase dos veces reformula clásicos como La Bella y la Bestia, en el que ella hace todo lo posible para escapar de su cautiverio y abandona a la Bestia por ser un monstruo.
Las princesas Disney siguen arraigadas «debido al aparato de merchandising al que van aparejadas», analiza la especialista en cine y género, María Castejón.
Por Marta Borraz
En esta Cenicienta también hay baile convocado por el príncipe, zapatos de cristal y un hada madrina. Sin embargo, la joven le recrimina que congregue en una fiesta a multitud de mujeres para elegir esposa, cuestiona los tacones y rechaza la carroza para ir galopando a caballo. Al final, decide abandonar la casa de su madrastra y deja de encargarse de las tareas domésticas. Es uno de los cuentos que componen la colección Érase dos veces, un conjunto de nueve títulos para niños y niñas de entre cinco y siete años que reformula clásicos como La Bella y la Bestia, Blancanieves o La Sirenita.
«Ella solo veía que las princesas esperan a ser salvadas y los príncipes deciden». Belén Sánchez, artífice de la recopilación junto a su compañero Pablo, habla de su hija Violeta. «Cuando empezamos a leer cuentos, entendimos que le estábamos contando que la belleza es imprescindible, que tenía que esperar a que un hombre la rescatara, ser sumisa y aceptar su destino». Algo parecido pensaron cuando nació Nicolás, su segundo hijo. «No queremos que crea que las chicas son débiles, que tiene que asumir la violencia como cotidiana y no llorar ni expresar emociones», explica Sánchez.
Estos cuentos son ahora una realidad gracias a tres campañas de crowdfunding con las que reunieron el dinero necesario para publicarlos, pero quieren seguir desmontando a Disney. El objetivo es romper con los estereotipos que suelen transmitir la mayor parte de cuentos e historias infantiles, afirman, a pesar de que siempre ha habido personajes que se atreven a escaparse de los roles de género, como Mary Poppins, independiente y trabajadora, o Pippi Calzaslargas, valiente y atrevida.
Los cambios y las exigencias sociales han hecho que en los últimos años la factoría de las princesas haya dado un salto cualitativo en películas como Frozen, el reino de hielo (2013) o Brave (2012), en las que hay personajes femeninos activos y aventureros que se rebelan contra las normas. No obstante, analiza María Castejón, especialista en cine y género, «el modelo de feminidad pasiva y sumisa y masculinidad violenta y salvadora que desde siempre ha construido Disney sigue muy arraigado».
Castejón recuerda que hace unos años los estudios se vieron envueltos en una polémica tras el estreno de Brave por sexualizar la imagen de Mérida, su protagonista, antes de colocarla junto al resto de princesas. S u pelo era más voluminoso y brillante, su vestido más ceñido, sus ojos más rasgados y su cintura se estrechó. No obstante, las quejas hicieron a Disney dar marcha atrás. El personaje «se creó para romper el molde, para ofrecer a las niñas un modelo distinto a seguir», afirmaba su creadora, Brenda Chapman.
La influencia de juguetes y accesorios
Castejón vincula la importancia de las princesas en el imaginario de las niñas con «el importante aparato de merchandising al que van aparejadas. No es solo la película, es que en las secciones infantiles nos encontramos con calcetines de La Sirenita y mochilas de La Bella Durmiente«, afirma. «Están por todas partes». Eso, a pesar de que muchos de los filmes son antiguos. Es el caso de Blancanieves y los siete enanitos, que vio la luz en 1937.
En la película ella permanece dormida hasta que un príncipe le da «su primer beso de amor verdadero y se rompe el hechizo», después de vivir junto a siete enanitos y encargarse de las labores de la casa. La Bella y la Bestia cuenta la historia de una joven que soporta el maltrato de la Bestia y espera a que él cambie y se convierta en príncipe. En el relato de Érase dos veces, sin embargo, ella hace todo lo posible para escapar de su cautiverio y abandona a la Bestia por ser un monstruo.
También Un cuento propio transmite educación no sexista. El proyecto de la cooperativa de comunicación y género Pandora Mirabilia consta de dos CD de cuentos que rescatan historias de mujeres reales y las ficcionan. Con ello, explica Marta Monasterio, una de sus impulsoras, quieren «romper con el relato androcéntrico, que solo muestra lo que hacen los hombres, y etnocéntrico, que considera únicamente lo que hace Occidente». Así, incluyen narraciones de mujeres como la poetisa yemení Ghazala Ahmed Alwan o Ada Lovelace, considerada la primera programadora de la historia.
Hay otros cuentos pero hay que buscarlos
La literatura con perspectiva de género que cuestiona los modelos tradicionales de feminidad y masculinidad se ha incrementado en los últimos años. Sin embargo, «hay cuentos de este tipo desde hace mucho, pero no se han generalizado. Son las propias familias las que tienen que hacer un esfuerzo para buscarlos», afirma Lucas Platero, sociólogo y coordinador de la colección sobre temática LGTB que ha lanzado la editorial Bellaterra.
Uno de los cuentos de la recopilación titulado Mi Princesito presenta a un niño que lleva vestido al colegio y otros como Soy Jazz o La mochila rosa incluyen a menores trans y familias diversas compuestas por dos madres o dos padres. Entre aquellos que se pueden rescatar de hace años, se encuentran Los hombres no pegan o El Príncipe Ceniciento. El primero cuestiona la violencia de género y en el segundo es él, un chico, el que se encarga de las tareas domésticas y ella la que hace el conjuro final.
Platero nombra también Arturo y Clementina, una historia de dos tortugas. Ella soñaba con una vida llena de aventuras, pero cada vez que le proponía algo a Arturo él le hacía un regalo: quería aprender a tocar la flauta, le ofrecía un disco; quería pintar, le daba un cuadro. Al final, Clementina decide elegir por sí misma lo que le conviene. La ruptura con los cuentos tradicionales no tiene por qué ser total, afirma el sociólogo. «Los príncipes y princesas atraen a los menores, no son negativas por si mismas, pero hay que intentar darles una vuelta».
Frida Kahlo, como modelo
Es la intención de Las otras princesas, una colección argentina que también se puede encontrar en España cuyas protagonistas son el antítesis de las que acostumbran a mostrar los relatos infantiles. «Para niños y niñas», indica en la portada. Los dos cuentos que ya se han publicado cuentan la historia de dos mujeres reales y rupturistas, la pintora mexicana Frida Kahlo y la cantautora chilena Violeta Parra. También títulos como ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?, La princesa listilla o Los príncipes azules destiñen quieren desligar a la mujer de su imagen tradicional de los clásicos.
Crear una biblioteca «libre de sexismo», afirma Sánchez, «es un paso para que nuestros hijos e hijas se conviertan en adultos igualitarios». Porque, en opinión de Monasterio, «las películas y los libros son una herramienta muy potente de socialización que no determina, pero sí influye, y contribuye a que la educación diferenciada entre niños y niñas perpetúe desigualdades». «Hacen falta referentes para que niñas y niños se proyecten en otros modelos», concluye.