Por Rossana Ayabaca
Quizás el Movimiento Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los trabajadores del ladrillo) y el nombre de su fundador Ehsan Ullah Khan, no nos sean familiares y menos su importancia en la lucha contra la esclavitud infantil, que desde el 16 de abril de 1995, lleva como estandarte la imagen y el nombre de Iqbal Masih.
Ehsan Ulla Khan descubrió a Iqbal Masih en un mítin que se realizaba en la ciudad de Lahore (Pakistán), en el que se daban a conocer los derechos, recién reconocidos, de los trabajadores en las fábricas de ladrillo y su nueva lucha por terminar con la esclavitud en las mismas, sobretodo de los niños que eran entregados a los dueños de estos lugares, a cambio de préstamos que nunca dejaban de pagarse.
Para Iqbal, el mejor tejedor de alfombras de la hilandería donde era esclavo, toda esta información era reveladora, ya que la única vida que conocía era la de la esclavitud, su madre lo vendió por primera vez cuando tenía apenas cuatro años y pasó por tres dueños hasta el momento en que conoció a Ehsan, quien lo invitó a subir a una tarima para que narrara como era un día de trabajo; fue tal su elocuencia y terribles los abusos que contó (aunque Iqbal pensaba que su patrón era bueno) que el Movimiento Batta Mazdoor Mahaz consideró que su lucha no solo debía limitarse a las fábricas de ladrillos, que la esclavitud infantil también existía en las hilanderías y con el paso del tiempo la batalla fue grande porque aparecieron los niños esclavos de la cristalería, del cuero, de los telares, etc.
Ehsan Ulla Khan pudo sacar a Iqbar de la hilandería y llevarlo a otra ciudad para que diera su testimonio frente a las autoridades y además hablara frente a públicos más amplios para dar a conocer las injusticias cometidas; la voz de Iqbar se escuchó en Estados Unidos y Europa, donde pudo hacer varias presentaciones y también recibió ayuda médica ya que las 56 horas semanales de trabajo en siete años, dejaron severas marcas en su frágil cuerpo, malformaciones y un retraso en su desarrollo que lo hacía ver como un pequeño de seis años cuando en realidad tenía once, pero su rostro y sus manos daban la apariencia de un adulto, debido al hilar las alfombras más cotizadas en los grandes países y por las situaciones que lo obligaron a madurar tan rápido en su corta edad.
El poder de la voz de Iqbal Masih y el trabajo de Ehsan Ulla Khan fue de tal magnitud, que las mafias de las alfombras, en un confuso incidente lograron cegar la vida de Iqbal, de apenas doce años. La investigación, la autopsia, las declaraciones y las pruebas nunca fueron tomadas en cuenta para resolver el asesinato. Por otro lado Ehsan fue atacado mediáticamente hasta el punto de que el Batta Mazdoor Mahaz, perdió la ayuda anual que recibía de UNICEF.
La suerte que corrió Iqbal al igual que la de los muchos niños vendidos, no se resuelve culpabilizando a sus padres, la realidad es que todos ellos son esclavos de las tradiciones, de las religiones y los sistemas políticos que prefieren mirar hacia otro lado. Si tan solo el hermano mayor de Iqbal no hubiese sido catalogado por sus tradiciones como “intocable” por ser pobre, ni su religión lo presionara por no estar casado a cierta edad, si la sociedad no condenara a la madre de ellos por no tener un marido y el sistema no los obligara a vivir en la miseria, sin herramientas intelectuales y físicas que les permitan aspirar otro tipo de vida, quizás Iqbal hoy estaría vivo y sería el abogado que soñaba ser.
Al 2010, UNICEF calculó que alrededor de 150 millones de niños de 5 a 14 años de los países en desarrollo, alrededor del 16% de todos los niños de este grupo de edad, están involucrados en el trabajo infantil; la lucha de Iqbal no está ni cerca de terminar, recordemos sus palabras: “No son niños trabajadores, son niños esclavos”.