Para «La Tecl@ Eñe»
Vamos a suponer que se llama Susana. Susana lleva varios años de trabajo. Se reúne con sus amigas cada quince días a tomar el té en casa de una de ellas, de manera rotativa. El segundo sábado del mes su jardín recibe chismes, comentarios tinellizados y canapés para cumplir con el ritual. Susana adquirió un auto nuevo en 2014, uno propio, para ella. El de Arturo, su marido, es más nuevo, del 2015. Es que Arturo es propietario de un bar en el centro de la ciudad y pudo renovar su vehículo casi sin dificultad. Susana compró, además, una esmeralda, ese carbón antiguo y profundo, el sueño de su vida, gracias a los ahorros de los últimos años.
Susana, la que suponemos que se llama Susana, me dijo que si ella fuese empresaria también abriría una cuenta o formaría una sociedad en algún paraíso fiscal (el intercambio de opiniones surgió a raíz del descubrimiento de sociedades así que ostentan el nombre de nuestro inmaculado señor presidente). Susana no es empresaria. Es docente. No sé si de nivel primario, secundario o superior, pero no creo que eso tenga mucha importancia.
Le pregunté si tenía idea, aunque sea remota, que de dónde salía el dinero que cada fin de mes se le acreditaba en su cuenta bancaria en carácter de salario o sueldo. Lo pensó unos minutos y me pidió disculpas. Las acepté, por supuesto, pero sospecho que todavía sueña con un chapuzón, sin la esmeralda puesta, en las aguas verdes de una playa de Bahamas mientras Arturo hace trámites en la cueva correspondiente. Ella, supongo, sigue su vida de telenovela diaria y peluquería semanal. La imagino bronceada chateando con sus amigas al amparo de la sombrilla y la arena blanca del Caribe con un trago fresco para pasar amenizar el sacrificio.
«Cualquiera elegiría radicar una empresa donde pague menos impuestos». Con un lenguaje más administrativo, burocrático y refinado quien se expresó casi como la supuesta Susana es un funcionario público. Se llama, y no lo supongo, es, Juan Manuel Urtubey, gobernador de la provincia de Salta, la linda le dicen. En estos últimos meses ha aparecido con inusitada frecuencia en las revistas de frivolidades a cara descubierta, las revistas, las que te dicen hola desde la tapa o las que dicen ser la gente. Es que Juan Manuel reparte sus días entre los arrumacos con su nueva conquista amorosa, siempre con un fotógrafo dispuesto cerca, y sus otros arrumacos, los políticos con el ejecutivo off shore que supimos conseguir el 22 de noviembre pasado.
Para los mencionados, apenas dos ejemplares de la fauna bípeda de este país gerenciado, evadir impuestos es como una travesura naturalizada desde hace mucho. Que una maestre le enseñe, con su deseo y su ejemplo, a cometer delitos a sus discípulos es grave, pero resulta comprensible porque lo ve a diario (y a televisión y radio también) en el supermercado y otras empresas que el sistema nos vende con cada respiración vital.
Pero que un funcionario elegido por voto popular entienda lo mismo es obsceno. Se me aparece la imagen de Urtubey escupiendo hacia arriba y la náusea sartreana cobra otra dimensión.
La inmensa mayoría de quienes habitamos este mapa desvalorizado que se llama todavía Argentina no fugamos dinero. Porque no tenemos el suficiente para pensar en hacerlo y, sobre todo, porque de manera consciente o inconsciente el pudor, esa forma virtuosa de la ética cotidiana, nos lo impide. El pueblo sabe, intuitivamente o por educación, lo que está bien y lo que está mal. Aunque a veces la estafa venga presentada en un paquete amarillo como el que le vendieron a fines del año pasado.
En síntesis, no cualquiera elude su compromiso cívico de vivir en sociedad. Ni Milagro Sala, presa por ocupar el espacio público junto a sus pares, ni Hebe de Bonafini, ni Estela, ni Evo, ni Correa, ni Fidel, ni Chávez, ni Maduro, ni Néstor y Cristina, ni Pepe aparecen en estas lides. No cualquiera, no.
Sólo los que se sienten más seguros entre las sombras y enmarañados en redes turbias y pestilentes. Aunque se disfracen de ganadores y nos prometan la luz.