El equipo de Pressenza en Ecuador continua con la serie de entrevistas a la que ha denominado Vidas Dedicadas. El objetivo  de este esfuerzo es recuperar y difundir la experiencia de 12 personas que, en nuestro país, han dedicado su vida a una lucha, una iniciativa, un quehacer que aporta a la construcción de un Ecuador no violento. Doce testimonios, doce ejemplos, doce señales de que el futuro está entre nosotros. Publicaremos estas entrevistas a lo largo del año y esperamos, a inicios del 2017, recopilarlas en una publicación.

Realizado por Patricio Guevara y Kevin Sanabria

“Las oportunidades están en el marco de una sociedad violenta, que también busca ya no vivir en violencia. Si a mí me dan la oportunidad de al menos pensarlo, y más de vivirlo, de intentarlo, de soñarlo, esto va reproducirse”. Las oportunidades históricamente han estado al alcance de pocos, señala Luis Terán, quien destaca la importancia de que las oportunidades estén al alcance de todos, principalmente de los niños y las  niñas.

En la provincia de Chimborazo, este imbabureño trabaja creando oportunidades para la niñez y adolescencia de Riobamba. Un personaje alegre, poco inusual por su cabello largo, ropa colorida e informal o como él diría, actitud de niño.

Luis Terán dice que normalmente los adultos prejuzgamos, prevaloramos, creemos que somos dueños de las verdades absolutas y no sirven las verdades de los otros. Volver a ser o al menos llegar a ser niño es lo que te va permitiendo romper estas trabas del adultocentrismo (como él define) que no te permiten llegar y tener confianza en el otro. La confianza es fundamental, lograr estas oportunidades es clave, pues si no confías, ¿cómo le das oportunidad a alguien? Cuestión de oportunidades.

Menciona que a los niños les vemos como inocentes, incapaces, ingenuos, todos estos “in” que le hacen chiquito, menor, pequeño. Por esto es común que los adultos piensen “a éste le tengo que educar, formarle, estructurarle” y no siempre las formas de estructura parental son las que los niños quieren vivir. Consecuentemente, los padres en el intento de mantener el control pueden llegar a la violencia.

“La violencia es útil cuando uno se siente incapaz, incapaz de que a través de la razón, del afecto, del contacto entre humanos no se pueda lograr cambios. Cuando no confío en que eso es el camino, el mejor camino es la violencia. Y somos violentos con el débil, no hay violentos con el fuerte”. Este niño adulto cree fuertemente que hay que cambiar la estructura, no sólo social, política, económica, estructura mental del ser humano. Al mismo tiempo es necesario entender que aunque se tenga poca edad, se tiene capacidades en la medida de su desarrollo, por lo que se debe respetar la medida de las capacidades de cada uno.

¿Quién es Luis Terán?

Luis Terán, es un loco niño que quiere llegar a ser niño. Me autodefino como un buscador errante de sueño y de consecución de sueños, el mejor sueño es cuando uno más despierto está; son sueños en situación de vigilia para cambiar la situación personal y social que uno vive y en esa búsqueda he cumplido sueños, otros aún por cumplir, otros simplemente los he arañado. Me considero un soñador quijotesco de estos momentos.

He soñado por ejemplo que no hayan niños mendigos, y no solo arañé el sueño, lo conseguí, y no en lo personal, sino en lo social, en lo institucional. He soñado con que lo que se escribe como ley o como derecho se cumpla, obviamente como un logro social, pero en lo personal a veces más desde el shungo (corazón), desde la intencionalidad, lo he conseguido, he conseguido que se sienten precedentes sobre violencia sexual, que se sienten precedentes sobre la violencia personal.

¿Cómo comenzaste a vincularte con la niñez y la adolescencia?

Yo creo que desde mi adolescencia mismo, yo vengo de una formación salesiana en donde los oratorios festivos, las colonias vacacionales, las catequesis fue un común denominador en mi adolescencia, a partir de los 15 o 16 años.

Luego me vinculo en la rama profesional como psicólogo, pero también conectado con la organización indígena a los finales de los 80, con las brigadas “500 años de resistencia”; aquí 21 años en Riobamba también con estas organizaciones que trabajan la vigencia de los derechos, en el Foro nacional de niños, niñas y adolescentes en la Coordinadora de Recreación Infantil, en los grupos católicos, en el Centro de Formación de Laicos, en la vinculación con los niños que están en situación de trabajo, con los ciclistas, con el reciclaje, siempre buscando espacios de participación de los niños, conmigo y otros. Esta ha sido siempre mi vinculación.

Participé de algunos proyectos con la Fundación Pueblo Indio, con el Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Monseñor Leonidas Proaño; yo tuve la suerte de conocerlo en sus últimos meses y días de vida en el pueblo de donde soy, San Antonio de Ibarra, concretamente de Pucahuico y eso me marcó, siempre hicimos acciones sin esperar nada a cambio, sin remuneración.

Es usual que se diga que los niños no tienen que decir, ¿tú que dices ante esto?

Los niños tiene todo que decir, todo y más; los niños tienen mucho por enseñarnos sobre cómo hacerlo. Creo que la sociedad cambiará (lo dice Jairo Aníbal Niño, un poeta colombiano) con la pregunta: “¿Qué quieres ser cuando llegues a ser niño?”.

Con esa pregunta nos planteaba una cosa fundamental, que el tema no es regresar a ser niño, el tema es llegar a ser niño con todas las capacidades creativas, con todas las capacidades inventivas, con toda la iniciativa. Unos dicen inocencia, otros dicen ingenuidad, yo digo capacidad, por ejemplo capacidad humana para no llevar la revancha en las relaciones, sino llevar la cercanía; un niño que se enoja ahora, dos minutos más tarde está jugando con el niño con el que se enojó o se peleó. Un niño que agarra un trapo o un simple objeto y le convierte en un avión, lo convierte en algo tan complicado que a la humanidad le ha costado crearlo y el niño lo convierte en dos o tres segundos porque su imaginación puede, eso es más potente.

¿Cómo se ha logrado el empoderamiento de estos niñas, niños y adolescentes?

Esto se acerca mucho a una pregunta que alguna vez me hicieron: “¿Y cómo haces para que estos guaguas no tengan miedo a hablar?” Y creo que estaban esperando una respuesta muy técnica pero les dije: “No, solo hay que darles oportunidad” Los procesos sí, ¿pero los procesos sin oportunidades?

Los chicos que recién empiezan a analizar un texto sobre derechos dice: “¿Y para qué me sirve si va a estar escrito y no se cumple?” A mi me costó aprender algo que me dijo una adolescente: “Si no deberían existir leyes, existen leyes porque somos como somos. Somos unas bestias y como lo somos necesitamos de una ley para que nos encamine al tema más humano”. Entonces el tema es simple: ¿Quieres que hablen? Dales oportunidad de que hablen.

¿Ha cambiado el reconocimiento de la niñez en el Ecuador?

Antes no se entendía que la ciudadanía era el derecho a tener derechos, solo se pensaba que era el derecho a votar, luego se consigue que en el marco de estos derechos a nivel mundial y ya constitucional (a nivel nacional) se cambie las leyes; entonces se da un cambio a este código, se da una reforma al Código de Menores mucho antes del 2003; casi después de 10 años en el 2003 se logra pensar en una nueva ley orgánica que sea de los niños, es un sueño que ahora nadie lo entiende y que no se lo hace (a pesar de que se habla de participación) desde los propios niños.

Lamentamos decir que 10 años después es como haber retrocedido en el tiempo y está la necesidad de permitir que la voz de ellos se posesione porque nadie da voz a nadie, la voz es de cada quien. La consulta ha sido siempre la forma más idónea, sin embargo la consulta no es la única forma ni la forma mayor de participación. Entonces la participación que ha logrado influir, hoy le llaman incidencia política, aunque a mí me gusta más hablar de la exigibilidad, pero bueno la incidencia política que se ha logrado es de que los adultos construyan leyes, teorías, construyan proyectos en base de la participación, al menos consultiva de los niños y niñas.

¿Qué has aprendido en este trabajo por la niñez y la adolescencia?

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He aprendido muchísimo, primero a no tomarme tan en serio la vida, eso ha sido la mayor enseñanza porque yo he sido uno de los necios. A veces me he sentido en medio de una juventud un poco precoz, quería devorarme los libros, quería saber más, y después ya el vínculo con los niños pasando, he aprendido a disfrutar el momento. A mí no me importa el lugar o el cómo para poder interactuar con los niños y jóvenes. Y si estoy por ahí con un traje medio serio de adulto y tengo que patear la pelota lo hago; si tengo que ponerme a usar la bicicleta, la uso. Trato de no solo parecer, sino de sentirme más niño y de sentirme más a la altura de ellos.

Intento siempre cuando hablo con ellos ponerme en cuclillas o bajarme de tamaño y mirarlo a los ojos. He aprendido a que las cosas hay que decirlas como uno siente, lo primero que hay que expresar en la relación es a través de lo que yo siento. Pero una cosa es decir y otra cosa es hacerlo y sentirlo con los niños.

¿Para tí qué significa madurar?

No quisiera madurar porque como el fruto cuando madura se cae del árbol.

Yo también he saboreado el poder. He tenido espacios de poder interprovincial, nacional, a nivel político, en instituciones y cuando uno “se emborracha” de poder la caída es más dura, muy dura. Entonces yo digo, ser maduro es como decir. “Yo puedo dirigir porque ya estoy maduro”, entonces yo siempre pongo el ejemplo del fruto maduro, cuando el fruto está de más maduro cae y esas caídas son feas. “Caes como zambo” –dicen-, “te haces pedazos”.

Para mí la madurez no existe porque en el ser humano, en su extenso sentido, no existe la terminación de un estado; el ser humano y los seres vivos somos cíclicos, no terminamos nunca, terminas un estado y vuelves a otro. Por ejemplo, a mí me gusta mucho el tema del reciclaje porque me da la oportunidad, al igual que los niños, de recrear la vida, de volver a crear. Reciclar para mí es eso, la re-creación. Yo más que en la madurez, creo en el reciclaje humano.

Y tu trabajo, ¿ cómo ha contribuido a la construcción de un mundo menos violento?

Esa es una pregunta dura, el mundo no está como debería o como quisiéramos. El mundo está como está. Un humanista chileno habla de la prehistoria de la humanidad, que seguimos en ella. Lo único que ha cambiado es el garrote, o sea ya no usamos el garrote sino que usamos las estrategias.

Los jóvenes no dicen: “yo voy a divertirme para morir. Porque, ¿quién sale para hacerse daño o para drogarse? Lo que quiero es divertirme. Como no tengo los medios, asumo otros que no son apropiados ni para mí ni para la sociedad” y ya lograr eso es bastante en un mundo de violencia.

Pasa que la violencia se naturaliza en la sociedad y solamente cuando cambiemos el paisaje de esta naturalización empezaremos a ver la realidad cambiante. Y el aporte ha sido eso, hemos visto situaciones que por producto de nuestra intervención las cosas han ido cambiando. Esperemos que mañana el beber en las calles, atropellar a un ciclista, que se maten por estar pasado de copas sea parte de la barbarie, superada ojalá en no más de una década o dos.

El cambio de estas relaciones violentas tiene que comprometer no sólo estructuras económico – sociales sino personales, mentales. Se está aportando, creo que muchos ya lo han venido haciendo. Muchos queremos ser los modelos positivos, otros queremos ser el ejemplo.