Por Leonel Ayala
Cientos de miles de hondureños y delegaciones de muchos países, se convocaron el sábado 5 de marzo para decirle a Berta Cáceres, al principio de modo muy quedo, después gritando muy fuerte; “¡Hasta luego, Berta!” y “¡Hasta la victoria siempre!”. La líder del pueblo Lenca, símbolo de la resistencia de los pueblos originarios, con la valentía de las mujeres de su etnia, los Lencas; defensora del medio ambiente y de los derechos humanos, fue sepultada ayer en la misma ciudad donde fue asesinada. La Esperanza, departamento de Intibucá, Honduras.
Un día de después de su vil asesinato cumpliría 45 años, más de la mitad dedicados a la lucha; pero su voz no se apaga, se multiplica más allá de las fronteras de este país sometido por una dictadura. Diferentes etnias en sus propias lenguas celebraron, según sus tradiciones ancestrales, rituales increíbles que llenaron de enorme fuerza espiritual a todos los presentes. Invocaron los espíritus de la montaña, de los pájaros, de los árboles y de los ríos que ella tanto defendió.
A tres días del crimen, el estado no ha dado explicaciones que sean aceptadas por los hondureños, acostumbrados a investigaciones contaminadas para proteger a los responsables. El propio ministro de seguridad Julián Pacheco, acepta que tienen una gran presión internacional para esclarecer el hecho; las hipótesis de siempre en estos casos: cuestiones pasionales o luchas internas en las organizaciones, no serán aceptadas.
La misma tarde del sepelio de Berta Cáceres, en la ciudad capital, Tegucigalpa, se produjo una masacre que hasta el momento suma 11 muertes y como la prensa corporativa le dedica grandes espacios, se sospecha que los mismos, los de siempre, hayan cometido esta matanza para desviar la atención, ante las grandes manifestaciones populares que reclaman justicia y una investigación externa para dar con los verdaderos responsables materiales e intelectuales del asesinato de la líder lenca y ambientalista.
Como la Corte Internacional de Derechos Humanos, había ordenado medidas cautelares para proteger la vida de Berta Cáceres, el estado hondureño, es el responsable directo de su asesinato, y más cuando no investigó las denuncias que ella misma, la semana anterior, había hecho, de amenazas y persecución por escuadrones al servicio de las empresas hidroeléctricas que están desarrollando proyectos en la zona.
Las primeras exigencias están planteadas: El Estado debe eliminar las concesiones para todos los proyectos hidroeléctricos y de explotación minera en los territorios Lencas. El poder legislativo debe declarar “Zona Protegida Berta Cáceres” esta parte de la geografía hondureña por la que ella ofrendó su vida.
¿Qué pasará mañana? La unidad popular se reagrupa y su estrategia de noviolencia presente en la resistencia hondureña desde el golpe de estado de junio 2009, vuelve por sus objetivos, para el rescate de la institucionalidad perdida. Honduras es un estado fallido.