No sé si a ustedes también les pasa, pero cuando me pongo a hablar de algunas personas que ya no están entre nosotros, cuando se habla con profundo amor y trayendo al otro al propio espacio mental, de no se sabe dónde, aparece alguna mariposa que acercándose me besa con su suave aleteo.
Hoy, en Plaza de Mayo, vi más mariposas que nunca. Y esas mariposas iban de cuerpo en cuerpo, sin miedo, tranquilas, saludando uno a uno a los que transmitían ese amor. Algún desaforado me dijo que contó 30 mil. No sé si serían tantas, pero no voy a entrar en controversias vanas. Lo importante es que a las cientos de miles de personas que se amuchaban en Plaza de Mayo y alrededores, los acompañaban los 30 mil desaparecidos; y los que se tuvieron que ir; y los que perdieron la vida luchando por un mundo mejor.
El pasado acompañaba. Y no solamente porque como dijo Vidal, nos cambiaron el futuro por el pasado, sino porque el pasado estaba ahí convertido en memoria, convertido en experiencia del camino que ya no podemos volver a transitar, convertido en faro que alumbra definitivamente hacia el futuro, hacia esa Argentina mejor que anhelábamos todos los presentes y que hasta hace poquito sentíamos que nos acercábamos inexorablemente.
No, nos mal acostumbramos y nos arrebataron el futuro, pero será solo por un rato, porque como dijo Taty Almeida, “no vamos a volver, porque nunca nos fuimos”.
El 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en Argentina y este año se conmemoraba el 40 aniversario del golpe de estado cívico, militar y eclesiástico que sacudió la Argentina degenerando en un plan sistemático de exterminio enmarcado en el Plan Cóndor, que instruyó a economistas y militares a perpretar los golpes de estado en toda la región.