Por Luis Fraczinet.-
Hace muchisisisisimos años, en Beauchef, dos ex ambientalistas, ex jóvenes, hoy ex funcionarios de la CONAMA, ex…pertos en legislación ambiental querían ex…plicar los alcances operativos de la ley 19.300. Sin que nadie los forzara ellos mismos terminaron hablando sobre el por qué el movimiento ambientalista de principios de los ’90 tuvo una muerte tan súbita como inesperada…
A todo lo dicho, en su momento, solo hice un comentario casi textual: “De lo que siento en sus palabras, parece que no es que hayan muerto los ambientalistas, se les murieron las pasiones”. El silencio que siguió, como todo silencio, es el golpe más duro que la conciencia puede recibir de parte del sentido común.
Pareciera ser que los movimientos de grandes temáticas sociales, que nacen con sendos elementos argumentativos, se sostienen no sólo por las razones que diseñan el camino del “movimiento” en dirección a sus objetivos, muy propio del método científico que aplica sus variantes donde sea necesario ordenar y conducir un proceso de desarrollo social. Desarrollo que busca cada movimiento con primarios tan altruistas como los anhelos de aquellos que los integran, individuos que lo fortalecen con su participación por una convicción que nos hace decir: “Porque es necesario, debemos hacerlo”.
Pareciera que existe una concentración de muchos esfuerzos dedicados a la educación enfocada hacia toda la sociedad para buscar, intencionalmente, la creación de empatía por la lucha que se está desarrollando. Un esfuerzo necesario, ya que educarnos nos da la opción concreta de mantener una nivelación productiva de toda conversación, discusión y defensa de los objetivos que se proponga el movimiento.
Pareciera que existe en todos los movimientos una obsesión necesaria por crear y mantener una organización, una orgánica, una máquina operativa que permita a sus integrantes ser arte y parte del espíritu del mismo. Una organización que dé cabida a cada uno de aquellos que ponen a disposición su voluntad para trabajar, la misma voluntad que se rescata cuando hay un sentido de trabajo colectivo, voluntad que encuentra un sentido de pertenencia a un “algo” que merece el tiempo que le dedicamos.
Pero parece que las razones, que la formación y la orgánica no son suficientes para que los movimientos dejen de ser “elementos temporales de la historia”, como se distinguen en los análisis sociales de ellos. Pareciera que existe algo tan propio del ser humano que ningún elemento racional puede saber distinguir, fortalecer y conducir. Pareciera que la razón no es la que causa la existencia de los movimientos sociales, pareciera que hay “algo” que es capaz de actuar por si solo, que nace y se esconde sin necesidad de merecer explicación.
Humberto Maturana, premio nacional de ciencias, señala textual: “Frecuentemente decimos que los seres humanos somos seres racionales y que la razón debe guiar nuestras acciones. Pero no es así. Somos seres emocionales que usamos la racionalidad para justificar o negar nuestros deseos.” y con éste cimiento me atrevo a decir dos cosas:
Primero, que está impregnado en nuestra existencia ese deseo por crecer en cada oportunidad que nuestra historia personal nos permite, un crecimiento que involucra necesariamente ser diferentes a lo que fuimos ayer. Aniquilamos nuestro pasado para ofrecernos la oportunidad de volver cada día a desafiarnos en la construcción de un individuo en “algo” diferente a lo que fuimos ayer, en un individuo nuevo, en seres que rechazan el estancamiento. Crecimiento que puede ser explicado por la razón, pero no por ello le es propio a quien lo explica.
Y segundo, nuestros aportes individuales al colectivo es lo que nos hace entendernos de una forma tan diversa como voluntades existen, voluntad que se mueve y conmueve por un “algo” que difícilmente sabemos (razonamos) distinguir, pero, muy internamente, asumimos que existe… Nuestras emociones, donde se construye lo peculiar del ser humano. Emociones que nos despiertan y nos motivan a descubrir ese mundo en el que nos proponemos existir. Un desafío a sentirse parte de un colectivo que busca constantemente crecer y desarrollarnos, casi como una adicción a ese cambio que nos da sentido de pertenencia, que busca la convivencia.
Pareciera ser que los movimientos sociales, integrados todos por la diversidad de sus individuos convocados, les falta asumir el primario de su existencia como colectivo, ese primario que cada uno decida, que necesariamente pasa por conocernos, por disfrutarnos, por querernos, por desafiarnos cada día, por amarnos… Por amarnos todos.
La emoción, al menos el primario de mi existencia, es la misma que escapa a la razón o acuerdos colectivos para justificar las cosas, pero muy propia del individuo. Pareciera ser que en los discursos de los movimientos sociales se carece de algo muy elemental: disfrutarse por solo hecho de existir, por el camino que se anda más que por el objetivo que se busca.
No sé ustedes, pero amar mi voluntad por ser parte de esa construcción colectiva, ser parte de un movimiento social en permanente crecimiento, es lo que me hace amarme.
Paz para asumir el pasado
Fuerza para vivir el presente y
Alegría para esperar el futuro.