Por Ilka Oliva Corado
A nivel mundial, a través de la historia hemos visto el carácter protagónico del periodismo mediático. Ese periodismo que corresponde a intereses de las grandes corporaciones. Que favorece a la élite empresarial mundial. Un periodismo que busca manipular la información, que la desarticula, la mancilla, la falsifica. Un periodismo degradante que calumnia y que hace de la mentira su mejor arma.
Ese periodismo mezquino, vendido y descarado es el que solapa, encubre y protege las invasiones extranjeras en pueblos en desarrollo. Es el que firma jugosos contratos, abulta sus cuentas bancarias y goza de los beneficios del tráfico de influencias. Es el fiel protector del tráfico de influencias. Su deshonestidad con la ética y con la humanidad lo vuelve en una pieza vital en la continuidad de la impunidad y el asalto. El periodismo de la mediatización es un ladrón de conciencias, de memoria y de identidad. Es el encubridor por excelencia de los grandes desfalcos, de los contratos firmados bajo la mesa, de los bonos enviados en contrabando. Es el periodismo empresarial el que le pone trampas a la justicia.
Es el que disfraza con su pluma de articulista, de entrevistador, de presentador, de locutor la opresión del déspota y la desaparece del imaginario colectivo recurriendo al maquillaje de la polarización. Este tipo de periodismo es lacayo de la oligarquía nacional y mundial. Es responsable en gran medida de la desmemoria colectiva, de la carencia de identidad, de crear necesidades emergentes fieles al consumismo. Es el propulsor de la ignorancia de las masas.
Es el que hace alarde del racismo y la discriminación en sociedades de pensamiento colonizado y clasista, también es el propaga en la “gran prensa” el germen de la exclusión. Este tipo de periodismo cuenta con millones de seguidores. Fieles lectores, radioescuchas y espectadores. Quienes practican este tipo de periodismo se convierten en semidioses y perfectos líderes y, gozan de beneficios exclusivos de los lacayos. Y se amontonan peleándose entre sí cuando llega el patrón a lanzarles las migajas que tienen que recoger del suelo con la lengua. Se arrodillan para recibir la venia de los que hacen de los “grandes medios” un arma letal para la polarización.
Este tipo de periodismo se propaga a la velocidad de la luz, abunda en cualquier lugar y a todo nivel. Es traidor por excelencia. Es desertor por cualidad. Es de carácter ultra conservador, fanático y de doble moral. Es el que justifica los crímenes de odio, la violencia de género, la homofobia, la opresión de la iglesia. La extracción minera irregular y autorizada por los gobiernos neoliberales. El que encubre ecocidios, desapariciones forzadas, limpiezas sociales, violencia institucionalizada. Feminicidios y tráfico de personas y de drogas.
Es el que no tiene la humanidad, la ética y la bravura para denunciar con la verdad. Es el que no cuestiona, el que no informa, es el que hace de la palabra escrita o hablada su mejor arma para insensibilizar a sociedades que de por sí se pudren día a día. La maquinaria del falso periodismo en los medios de comunicación vendidos a las grandes corporaciones funciona gracias a personas que carecen de ética, integridad, conciencia y amor. Estos medios ufanos son a pequeña y gran escala el arma demoledora que elimina todo pensamiento crítico en las masas. Son los que facilitan los golpes blandos, los que logran de un plumazo los golpes de Estado, las guerras mediáticas y económicas. Son los que escriben la historia oficial.
Esa exitosa empresa del periodismo de la manipulación ha tenido mucho que ver en dictaduras, genocidios, en el exterminio humano y la tierra arrasada. En invasiones estadounidenses alrededor del mundo. En saqueos y desfalcos millonarios gracias a que encubren la corrupción y el tráfico de influencias. Este tipo de periodismo coloca a un ladrón en el banco de gobierno, afines a una oligarquía que es la que decide qué son tocar si así lo autoriza la embajada estadounidense en el país.
Como ciudadanos hay tener los ojos bien abiertos, una sed insaciable que no se calme con el primero que nos cuente historias novelescas. Hay talento y del bueno en las corporaciones periodísticas afines a la manipulación, en esa vorágine de la desinformación hay profesionalismo e inteligencia. Hay mucho dinero de por medio y también poder. Precisamente no el más vendido es automáticamente el más íntegro. No por famoso es humano. Esa tremenda empresa del periodismo mediático es en gran medida la causante de que los pueblos en desarrollo no puedan florecer. No el más codiciado habla con la verdad. Como ciudadanos tenemos la responsabilidad por lo menos de intentar separar la paja del trigo.
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