No, no fue Antonio Machado. Ni Joan Manuel Serrat.
La orden verbal la dio Marcelo Marino, Subgerente Periodístico de LRA1 Radio Nacional, con sede en Maipú 555, C.A.B.A. (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Dijo ser el portavoz de una decisión emanada de Fernando Subirats, el Gerente Periodístico de la emisora. El destinatario se llama Carlos Saglul, en ese momento a cargo del Informativo de rutina.
Según Saglul, miembro del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) y exdetenido desaparecido durante la dictadura cívico – militar – eclesiástica que asoló la Argentina entre 1976 y 1983, Marino ingresó al Estudio y le informó que, a partir de ese momento, no se podía nombrar a ese período histórico del país así, sino solamente como «dictadura militar».
Como corresponde a un ser humano con la dignidad en pie el colega denunció el asunto al sindicato y la organización gremial emitió un comunicado en repudio del intento de censura.
Entiendo que, hasta el momento de escribir este textículo, el episodio no ha sido desmentido ni aclarado por Subirats que, además de periodista es psicólogo social, según figura en su perfil en las redes sociales.
Martínez de Hoz, Cavallo, Melconian, Blaquier, Massot, Mercedes Benz, Macri, Ford, Clarín, Morales Solá, Gómez Fuentes, José María Muñoz, La Nación, la Sociedad Rural Argentina, Pío Laghi, Quarracino, Primatesta y siguen las firmas son, según creo, personas y empresas que no utilizaron ni utilizan uniformes militares. Algunos usaron hábitos, habitualmente conocidos como sotanas, otro uniforme. Es decir, ya ni hace falta argumentar demasiado para decir que estos tipos y empresas protagonizaron, de una u otra manera, los asesinatos, torturas, robos de criaturas y desmantelamiento del Estado durante esa época oscura. Algunos murieron, otros están siendo juzgados y hay quien, aún hoy, está ejerciendo cargos en el mismo gobierno de los señores Marino y Subirats. Las empresas mencionadas, bien gracias, gozan de todas las prebendas del mismo sistema perverso que recurrió a los cuarteles y hoy festeja el resultado electoral de noviembre de 2015.
Lo dicho, la orden fue verbal y en la sede central de la Radio Pública. Quien esto escribe es periodista de LRA6 Radio Nacional Mendoza y adhiere al repudio sindical. Pero (ahora sigo en primera persona) no pienso que haya sido sólo un exabrupto del señor gerente, provocado por una indigestión hepática, un conflicto amoroso o una resaca alcohólica. El clima de revancha derechista facilita estos desatinos. Si el ministro nacional del área económica habla de «grasa militante» para referirse a trabajadores estatales y dice que están «acomodando la basura» cuando hace mención a la herencia recibida de la gestión anterior. Si el mismo tipo teme que, alguna vez, llegue a la presidencia de la república un argentino nacido en Santiago del Estero. Si el intendente de Quilmes, el cocinero Martiniano Molina, confunde el centro clandestino de detención «Pozo de Quilmes» con un bache vial. Si se ataca a balazos y se rompen locales partidarios de la oposición y hay robos y destrucción de viviendas de periodistas, como el caso de Marcelo Padilla en Mendoza y si, por una parte desfilan personalidades en los medios públicos instando a «ceder la palabra» y por la otra se prohíbe la mención a la complicidad y aprovechamiento civil, empresarial y religioso durante el genocidio, es que llegamos a esta situación.
Seguiré nombrando al golpe de Estado del 76 y a su consecuencia directa e indirecta como siempre.
Me lo ratificaron ellas, «pequeñitas, revoltosas», las miles de mariposas que sobrevolaron la multitud en Plaza de Mayo el 24 de marzo pasado y se posaron en los pañuelos blancos, en brazos y hombros, en el pecho de Osvaldo Bayer, en el cochecito de cada bebé caminante, en el cabello al viento de las muchachas florecidas.
Si el señor Gerente se anima, que me haga llegar por escrito su decisión. Sabré qué hacer.