Por Antonio Rebolledo.-
Entre las posibles causas de la desigualdad en Chile, podemos señalar las siguientes: Una moral externa como doctrina y sustrato cultural, los antivalores del neoliberalismo darwiniano, el militarismo, el racismo, y la paralización de la dinámica generacional, que tiene a la misma generación en el poder político y económico desde hace más de 60 años…y que ya ha impedido a 3 generaciones (!!! ) que puedan hacer su aporte al avance social en nuestro país.
En una columna anterior, señalábamos como primera causa de la desigualdad en Chile, la influencia de un cierto tipo de moral católica, derivada de una visión de mundo que pone a dios afuera y por encima del ser humano, que niega el cuerpo y el placer (la vida, en definitiva, en su forma más inmediata y posibilitaria), en aras de la idea del pecado y la culpa, y una idea de la salvación en “la vida eterna” después de la muerte, negando de esta manera valor a los actos en vida, y a la responsabilidad de las personas con sus semejantes, salvo la cuota de cuidado producido por el temor básico a un dios castigador, pero del cual no se tiene mucha referencia, ni una fe muy fuerte, ni muchos menos algún tipo de experiencia personal que pudiera orientar en dirección positiva.
En esta columna y en las próximas, revisaremos como posible causa, los antivalores propuestos por el modelo económico neoliberal, en su versión más darwiniana, implantado a la fuerza en Chile.
Y para no hacer tan aburrida esta descripción, aprovecharemos de mencionar los nuevos valores que animan a las nuevas generaciones, particularmente a esta “primera generación planetaria”. Nuevos valores, que también parecen mover a los pueblos en Sudamérica, (aunque en Chile su expresión ha sido sistemáticamente negada), Europa, Asia, y recientemente también en USA.
De esa manera también cumplimos con la máxima Confuciana: “Es mejor prender una vela, que reclamar contra la oscuridad…”
Los antivalores del neoliberalismo darwiniano: El lucro
El error fundacional del neoliberalismo se encuentra en su limitada concepción de la vida humana, en su soberbia negación de la historia y en su intención manifiesta de oponerse, en la práctica a cualquier intento de autonomía económica en América Latina.
El neoliberalismo es un infundio económico-político, preparado en los años 70 para justificar la privatización de empresas en naciones subdesarrolladas, y que en Chile tuvo su auge gracias a la aceptación incondicional de los jefes de la dictadura, y de los ideólogos del golpe. Modelo que se ha mantenido casi invariable gracias a la dictadura civil de la Concertación.
Como es sabido, para preparar este aterrizaje ideológico, ya en los años 50, un grupo de estudiantes de la Universidad Católica, es enviado a estudiar economía en la Escuela de Chicago, financiados por el Departamento de Estado Norteamericano, como una forma de preparar a los líderes de la contrarrevolución latinoamericana, al tiempo que sus tíos militares eran enviados a la Escuela de Las Américas, en Panamá, para ser entrenados en guerrilla urbana y métodos de tortura contra civiles.
Aunque ya el liberalismo económico a ultranza de Adam Smith había demostrado su fracaso en la gran depresión de los años 20, el neoliberalismo de Milton Friedman se las rebusca para revivir estos conceptos, y su visión es compartida y puesta en práctica sólo por los “vivos” grandes empresarios chilenos, como caso único y sorprendente en todo el mundo.
Según este neoliberalismo, el lucro como expresión de la competencia, es el motor de la vida humana y de la actividad económica en particular. Esta búsqueda de lucro, justificaría cualquier actividad económica, y la búsqueda de la máxima ganancia impulsaría la competencia entre las empresas, la innovación, y mejores productos para los consumidores.
Aunque en principio cualquiera es partidario de la libertad económica, y entiende que la competencia abierta, y en igualdad de condiciones, entre empresas, impulsa a producir mejores productos y servicios, dejar la actividad económica al simple albedrío de empresarios ávidos de lucro y de nada más, sin ninguna responsabilidad social, convierte a la sociedad entera en una empresa.
Y en su afán de máxima ganancia y sin control alguno, estos empresarios saquearan sin ningún criterio los recursos naturales que son de toda la sociedad, se apropiarán de las aguas, los ríos, los bosques, los campos, los mares, la energía, los minerales, los servicios básicos, el agua, la electricidad, el gas, y no sólo de todas las actividades productivas, sino que también de los servicios públicos, la educación, la salud, el transporte, la previsión social, la seguridad interna y externa, el gobierno, los ministerios, el congreso, los parlamentarios, apropiándose de toda la riqueza y concentrando todo el poder económico y político del país…convirtiendo a los ciudadanos en simples consumidores, y despojándolos de todos sus derechos esenciales…
Cualquier coincidencia con la situación chilena, no es casualidad…En este estado de cosas, el dinero se convierte en tiranía. El dinero es gobierno, es poder, es ley. Y aun la soledad reposada de la vejez depende del dinero… (Ver “Documento del Movimiento Humanista”).
Por este motivo, la rebelión de los jóvenes que comienza a gestarse el 2006 con la revolución pingüina, para volver con más fuerza el año 2011, cobra tanta importancia histórica. Por un lado, es la primera generación capaz de articular la protesta post-retorno a la dictadura civil, y es capaz de dirigir su protesta contra la esencia de este sistema inhumano.
Es una rebelión política, ética y generacional.
Los nuevos valores de la nueva generación planetaria: El ser humano como valor central
Las nuevas generaciones poseen una visión y una experiencia más amplia de la vida humana.
Los grandes avances y descubrimientos en el campo del ser humano y su mente, la fenomenología, el existencialismo, la psicología humanista, y el Nuevo humanismo Universalista, han ampliado los horizontes de la existencia humana, y han permitido a las nuevas generaciones ahondar en el conocimiento de sí mismos y de la vida en general, valorándola en una perspectiva universal, y acercándose a una nueva ética más coherente con su experiencia y búsquedas internas.
Luego de terminada la tragedia y la locura de las 2 guerras mundiales, (nunca tantos dementes habían coincidido al mismo tiempo al mando de las naciones más poderosas de la tierra…), las nuevas generaciones abandonan los referentes que habían guiado a sus padres, y comienzan su búsqueda fuera de los dogmas y clichés de la sociedad capitalista moderna.
Es una búsqueda de un nuevo modo de ser, de sentir, y de comprenderse a sí mismos, a la existencia humana y a la humanidad en general.
En Mayo de 1968 le preguntaron a Herbert Marcuse cuáles eran los temas de fondo de la rebelión juvenil, y este contestó: “Estos jóvenes no creen ya en los valores de un sistema que trata de uniformar y absorberlo todo. Para vivir una existencia donde los instintos vitales sean finalmente liberados, los jóvenes están dispuestos a sacrificar los beneficios materiales de la sociedad de consumo”. Junto con su crítica al psicoanálisis ortodoxo de Freud, Marcuse realiza la más demoledora crítica a la sociedad de consumo de los países desarrollados.
En ese tráfago de búsquedas existenciales, de nuevos esquemas de pensamiento, y de todo tipo de experimentación, de la mano de Heidegger y Sartre, los jóvenes cuestionan las bases del psicoanálisis y aterrizan en la psicología de la existencia.
Mientras esto sucede en Europa, en todo el mundo se expresa una nueva generación. La rebelión juvenil se expande por todas las universidades del mundo, acompañada de música y rock and roll.
Los jóvenes asumen un compromiso político, el que se manifestará a través del rechazo a la guerra de Vietnam, el vacío al poder, el hipismo, el pacifismo, en feminismo, y en América Latina, a través del guerrillerismo.
En ese contexto vertiginoso, el 4 de Mayo de1969, en un apacible recodo de la cordillera de Los Andes, entre Chile y Argentina, a los pies del monte Aconcagua, en un paraje rodeado de montañas y nieves eternas, llamado Punta de Vacas, un joven moreno, alto, y con rasgos indígenas, congrega a un grupo de jóvenes provenientes de los distintos rincones de la tierra, y lanza su arenga conocida como “La curación del sufrimiento”: ” Hermano mío: cumple con mandatos simples, como son simples estas piedras y esta nieve y este sol que nos bendice. Lleva la paz en ti y llévala a los demás. A ti, hermano mío, arrojo esta esperanza, esta esperanza de alegría, esta esperanza de amor para que eleves tu corazón y eleves tu espíritu, y para que no olvides elevar tu cuerpo.”
En esa arenga, Mario Luis Rodriguez Cobos, más conocido como Silo, explicaba la raíz del dolor y del sufrimiento humano, y proponía un camino de superación personal y social para terminar con la violencia. (Esos estudios sobre la conciencia, serían sistematizados posteriormente en el libro “Autoliberación”, de Luis Alberto Amman).
Para Silo, el ser humano, antes de ponerse a pensar respecto a sus orígenes o su destino, etc., se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así nace sumergido en un mundo natural, del cual la expresión más inmediata es su propio cuerpo, y un mundo no natural, sino social e histórico, constituido por intenciones humanas. En este mundo plagado de agresiones físicas y mentales, que registra como dolor y sufrimiento. Pero a diferencia de otras especies, el ser humano, gracias a su característica “ampliación del horizonte temporal”, puede diferir respuestas, elegir entre situaciones, planificar su futuro, y no ser simple reflejo de las condiciones en que vive, nace y muere.
Esto constituye su ámbito de libertad. Y es esta libertad la que le permite elegir superar el dolor y el sufrimiento.
Como señalara en su libro “Humanizar La Tierra”, la pregunta más importante para cada ser humano es acerca del sentido de la vida: “He aquí mi pregunta: A medida que la vida pasa, ¿qué crece en ti, la felicidad o el sufrimiento?”
Respecto a este nuevo humanismo, Silo explica: “Nos interesa un humanismo que contribuya al mejoramiento de la vida, que haga frente a la discriminación, al fanatismo, a la explotación y a la violencia. En un mundo que se globaliza velozmente, y que muestra síntomas del choque entre culturas, etnias, y regiones, debe existir un humanismo universalista, plural y convergente.” (Conferencia ¿Que entendemos hoy por Humanismo Universalista?, Anuario 1994, Centro Mundial de Estudios Humanistas).
Este nuevo humanismo rescata el valor de la actitud humanista, presente en todas las culturas en sus mejores momentos de desarrollo humano, y es la que permite la convergencia entre pueblos y personas.
Las siguientes características comunes se encuentran en todas ellas: 1.Ubicación del ser humano como valor y preocupación central; 2. Afirmación de la igualdad de todos los seres humanos; 3. Reconocimiento de la diversidad personal y cultural; 4. Tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado como verdad absoluta; 5. Afirmación de la libertad de ideas y creencias; y 6. Repudio a la violencia.