Por Antonio Rebolledo – Partido Humanista, Talca
Hoy, casi todos observamos asombrados y sorprendidos las denuncias y muestras diarias de corrupción, cohecho y malversación de fondos públicos por parte de políticos, militares, funcionarios públicos (incluidos hijos, cónyuges y familiares), y las denuncias diarias de colusión, soborno, chantaje, creación de carteles, aumento de precios en forma artificial y todo tipo de abusos inimaginables por parte de los dueños y gerentes de las grandes empresas de nuestro país, junto a los abusos conocidos de líderes de la iglesia católica.
Digo casi todos, porque ya hace más de 12 años, el año 2003, el Partido Humanista, que había sido un factor clave en la lucha por la recuperación de la democracia, abandonó la Concertación de partidos de la época, al constatar que la Concertación había traicionado el mandato otorgado por la gente, y traicionado también el acuerdo firmado por todos los partidos, en el cual se comprometían a reconstruir la democracia, hacer justicia en los casos de violación de los derechos humanos y cambiar el injusto modelo económico impuesto por los Chicago Boys.
El nulo avance en democracia, derechos humanos y justicia social en 25 años de democracia, muestra la verdad de la falta de voluntad de esa Concertación por hacer los cambios comprometidos con la gente…
Por su parte, la derecha económica y política ha seguido fiel a los postulados de su mentor ideológico, quien señalaba en su momento: “No hay poder más grande que el poder de las ideas…”, mientras sus tropas armadas de fusiles (¡buenas ideas…!), actuaban al amparo del toque de queda, sembrando el terror, el asesinato, la violación, la tortura, y la muerte, y durante el día hacían propaganda en forma sistemática a través de los medios de comunicación, organismos públicos y recintos educacionales.
Transcurridos más de25 años del retorno a la democracia, cabe hacerse la pregunta sobre de dónde viene esta forma de tratar a sus semejantes por parte de los notables de este país, si es un hecho reciente o está arraigado en nuestra historia nacional. Todo esto con el fin de descubrir las causas reales del problema y poder proponer soluciones de fondo, y no meros acuerdo de pasillo o nuevas constituciones arregladas en el nuevo café del congreso.
Y si echamos una rápida mirada a nuestra historia, nos encontramos una y otra vez que toda búsqueda de avance social ha sido sistemáticamente frenada por las balas o la amenaza del golpe de estado, o el golpe de estado mismo.
Conducta tan arraigada en el “alma nacional”, debe estar entonces sustentada en un conjunto de creencias y valores básicos, una ideología y una política muy particular.
Por nuestra parte creemos que ese conjunto de creencias y valores básicos responden a un sistema de creencias, a una moral y un sistema jurídico que no castiga a los poderosos por sus acciones en la tierra, a la ideología del racismo, y una política de “ocupación”.
Por razones de espacio, veamos por ahora, los valores y creencias.
La moral de los poderosos en Chile. ¿Cerdos o santos?
Ya hace más de 2.500 años, el año 496 a.c., Confucio proclamaba: “No hagas a otro aquello que no te gustaría que te hicieran a ti» y “Donde hay justicia, no hay pobreza”. Su interés era principalmente la conducta moral, el trato a sus semejantes, y la búsqueda de reglas que le permitieran ajustar su conducta personal y social. Esa búsqueda la realiza en los antiguos libros de la enseñanza china, a los que revisa, y enfatiza en la responsabilidad personal.
Confucio no busca en las religiones, ya desgastadas, ni en las normas externas basadas en la tradición. Aunque se basa en los conocimientos milenarios de tradición China, para él la regla moral debe ser encontrada dentro de sí mismo, y no en teorías alejadas de la existencia concreta. «No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre, es decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza humana.» Esta moral, con raíz en la experiencia íntima de cada ser humano, tiene su correlato en la relación con los demás, y obliga en mayor medida a su cumplimiento y ejemplo al gobernante, quien goza de educación y poder, no pudiendo alegar ignorancia de la norma moral. «En un país bien gobernado, la pobreza es algo que avergüenza. En un país mal gobernado, la riqueza es algo que avergüenza.»
En la misma época, pero en Grecia, el año 500 a.c. Sócrates agrega a la inteligencia, como hecho mecánico descubierta por Anaxágoras, la finalidad del bien y la voluntad moral. La sabiduría debe conducir al bien, o no es saber. Por lo tanto, si los hombres conocen el bien general y su identidad con la felicidad, escogerán sin dudar los medios para llegar a él, y serán buenos.
De la mano del saber, la voluntad se hace valentía y entereza para enfrentar la vida y la muerte, la sensibilidad se transforma en arte, la relación con los demás se transforma en justicia, y la relación con lo divino se convierte en inspiración. Su discípulo Platón reformuló sus enseñanzas, enfatizando en el mundo de las ideas, y siendo a su vez maestro de Aristóteles.
Luego de esta larga búsqueda de la sabiduría y la belleza, el imperio romano se impone con su violencia, y en su decadencia es reemplazado por el poder de la iglesia católica…
Siglos de oscuridad y violencia bañan la tierra…
La iglesia católica, a través de las guerras santas y la inquisición, se expande a través del mundo, llevando la espada y la cruz… Su moral de la culpa y el pecado es funcional a su estrategia de controlar a los pueblos a través del miedo, se esconde el cuerpo como objeto pecaminoso, y se reniega del placer relacionándolo con prácticas del infierno. Sobre esta base, el poder y el control social de los poderosos se consolida.
Será el Humanismo renacentista el llamado a encender la luz de la sabiduría y la belleza nuevamente, posibilitando el desarrollo de la ciencia y una nueva idea del ser.
La época “moderna”, junto con el avance tecnológico y el desarrollo económico, traerá nuevas preguntas, búsquedas y respuestas sobre el ser, incorporándose los descubrimientos del psicoanálisis, la fenomenología, el existencialismo, y la psicología humanista (nuevamente), que tendrá su desarrollo más importante en las corrientes del Nuevo Humanismo.
Pero, al parecer, los poderosos en Chile, no se han enterado….
Con la moral católica, muy bien expuesta por el Cardenal Ezzati, quien en relación a los abusos de violaciones a menores cometidas por sacerdotes y líderes de la iglesia católica contra niños y jóvenes, señala: “Frente al dolor de las víctimas pongo la palabra perdón”. O sea, frente a una realidad sufriente, y a personas que han sido violentadas, la Iglesia antepone: palabras… Bonita muestra de la moral cristiana… Palabras de perdón reparan la violencia contra las personas… Explotar trabajadores toda la semana; se confiesa el pecado en la misa del domingo, y el comprensivo señor cura lo absolverá…
Sino, como se explica la insensibilidad social y codicia sin límites de los poderosos, insaciables en su afán de riqueza, e insensibles a la explotación, la desigualdad y el daño humano que van dejando a su alrededor.
Esta ética del pecado, del egoísmo, de la avaricia, del temor, es consistente con la ideología del libre mercado, en que las personas son abandonadas a su suerte, sin ningún contrapeso a los poderosos, en un mercado bárbaro y cruel, sin ley y sin moral, donde prima y vence el más fuerte, al igual que en el reino animal.
Llama la atención, que este modelo económico tan técnicamente formulado por sus ideólogos, en el fondo nos remite a la barbarie, a un corazón vacío y una conciencia sin sentido, un ser lleno de temores que acalla su miedo y su soledad a través de la violencia.
Esa es la ética del capitalismo cristiano. El resto es simple propaganda.
Y al parecer, es la ética que ha nutrido a las clases poderosas en Chile y ha acompañado la justificación de toda violencia, como correlato necesario y reflejo de su propia violencia interna.
Todos perdonados…
En Chile todos los involucrados en la pérdida del sistema democrático se perdonaron. Con la lucha del pueblo se recuperó la democracia, pero los mismos culpables de su destrucción se hicieron cargo del aparato del Estado y de la “recuperación de la democracia”…
Entre ellos, Lagos perdonó a Aylwin el haber complotado contra Allende.
Aylwin le perdonó a Lagos y a la UP haber llevado las cosas al extremo del infantilismo revolucionario.
Y entre todos se perdonaron; y aquí estamos, 40 años después…
Está muy bien perdonar, pero el perdón se debe hacer en base al reconocimiento del daño ocasionado, asumir las responsabilidades personales y reparar el daño ocasionado.
Si no hay reconocimiento del daño causado, de la responsabilidad personal, y su justa reparación, entonces el perdón no es perdón, es pura y simple complicidad…
Y, al parecer, algo que los políticos chilenos no saben cuando se meten las patas en política: el mejor favor que se le puede hacer a la gente, es irse para la casa. Quedarse es sinvergüencería.
Como muy bien señala Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido”, escrito en base a su experiencia en los campos de concentración nazis: cada ser humano, puesto aún en las situaciones más apremiantes y angustiantes, siempre puede elegir, de acuerdo a su conciencia y a su propia ética, comportarse como un cerdo o como un santo…
Está clara la elección de políticos, empresarios y líderes religiosos chilenos…