¡Ningún ser humano es ilegal!
En el segundo aniversario de las muertes del Tarajal (Ceuta), nos siguen doliendo aquellos quince muertos, porque no hay justificación alguna para que sus vidas fueran segadas en plena juventud, porque quedaron sin justicia… pero no en el olvido.
No tenemos sus caras, pero igual están dentro de nuestras almas.
Murieron por pobres, pero no como consecuencia de una pobreza “natural”, sino como consecuencia de la pobreza que generan quienes llegan a sus países y roban sus bienes; aquellos que les obligan con el hambre a trabajar explotados para expoliarles sus recursos; quienes se encuentran vergeles y dejan eriales; los mismos que generan guerras para vender armas, los que después reconstruyen lo que destruyen con esas armas; quienes alimentan odios y resentimientos potenciando bandos; quienes quitan y ponen dictadores según si defienden o no su propósito… todo con un solo objetivo: colocar en el poder a quien sirva a sus intereses.
Qué poco mueven a los dictadores que les son fieles (Marruecos, Arabia Saudí, Guinea Ecuatorial, y un largo etcétera) y cómo matan incluso ante las cámaras de televisión sin pudor y sin protestas de los bienpensantes “portavoces” de la democracia, la libertad y de los derechos humanos a quienes no siguen su juego (Gadafi, Sadam Hussein… por hablar de casos conocidos por todos y cercanos en el tiempo).
Cada vida, segada por la violencia de cualquier tipo, nos duele igual.
¿Qué importa la piel del ser humano que muere, qué importan sus creencias… si son víctimas como tantos otros de este sistema voraz que se alimenta de la violencia en cualquiera de sus formas y que recurre a cualquier arma para obtener lo que busca.
Aquellos quince muertos quedaron sin justicia. Y esto nos duele también. Su caso se archivó y no hubo juicios, ni ceses, ni dimisiones.
Desde Me Declaro en Paz exigimos, como tantos miles de personas, que el caso se reabra y se conozcan los pormenores que dieron lugar a que quince jóvenes, que intentaban llegar por agua a la playa del Tarajal, cuando ya estaban tocando tierra murieran sin que quedara claro el papel que tuvo la Guardia Civil, los agentes presentes y los mandos que dieron las órdenes para que, al menos, nadie actuara para salvarlos.
Como movimiento no violento, abogamos por la reconciliación. Pero ésta no es posible desde el olvido. Es necesario conocer en profundidad, hasta las últimas consecuencias, para poder comprender, para poder reparar y para que no vuelvan a repetirse ni aquellas muertes ni ninguna otra.
Defendemos una vez más que ¡Ningún ser humano es ilegal!, esa idea movilizadora que un colectivo humanista –Centro de las Culturas- comenzara a defender en los años noventa como repulsa a los CIEs, ante la crítica o el resquemor de buena parte de los que entonces se consideraban “progresistas”, pero que ya está incorporado en el imaginario colectivo.
Y, hoy, vamos más allá y decimos ¡Derribemos las fronteras!, que solo sirven para dividir a los pobres y explotados.
¡Habrá paz si hay justicia social!
¡Por una vida de paz y no violencia para todos los seres humanos!