Por Pablo González, Revista Ajo
Hace años que trabajan como pueden, pero hace pocos meses la situación se desbordó. En el HIGA hay falta de insumos, de espacios, de personal y hasta tiroteos. Médicos, enfermeras y pacientes exigen mejoras y abrazan un edificio que recibe quinientas personas diarias en su guardia. Crónica visual de una jornada en el área de emergencias del hospital público.
El Hospital Interzonal General de Agudos (Higa) asiste a los pacientes de los 16 partidos bonaerenses que componen la Región Sanitaria VIII, como consecuencia de la regionalización establecida por la ley provincial 7.016.
En base a esa normativa, pese a que los tiempos y núcleos poblacionales han cambiado y crecido, el Higa funciona como centro de asistencia médica de alta complejidad para más de 1.150.000 personas. La cifra supera con creces a la que se contempló para construir el hospital en la década de 1950. Cuando se planificó el edificio y sus prestaciones, sólo por citar un ejemplo, la población del Partido de General Pueyrredon no tenía más de 124.000 habitantes, según el censo de 1947.
Actualmente, la guardia del Higa atiende un promedio de 500 pacientes por día. Lo hace con seis médicos que trabajan 24 horas y seis enfermeras por turno, seis horas cada una.
Cuando se llega a la guardia del hospital de Juan B. Justo al fondo, uno siente que se encuentra con la violencia de la sociedad concentrada en un sólo lugar. Es como si uno ingresara a una trinchera, donde la batalla es entre profesionales que le apuestan a la salud pública y enfermos que no pueden acceder a la medicina privada y esperan dolientes en la sala de espera.
Cuando uno entra a la guardia del hospital “Dr. Oscar Allende”, por un lado ve médicos que tratan de hacer su trabajo sin insumos y en nefastas condiciones edilicias. Por el otro, se choca con pacientes, en su mayoría de los sectores mas postergados y marginales de la sociedad, que llegan con serias falencias y sin otro remedio que ver cuándo les toca para saber qué les pasa.
En el medio, operando con desidia, queda el Estado. El Estado burocrático y ausente, ese que cubre con parches los baches de un sistema de salud público que está en crisis, que no previene y que, contrariamente a su esencia, enferma.
En 17 fotos, esos médicos, esas enfermeras y pacientes. Ese día a día, registrado en 24 horas, que carga y convive como puede con la indiferencia, la vocación, la vida y la muerte.